EL LIBRO DE
MELQUISEDEC
EL LIBRO DE
MELQUISEDEC
¿QUÉ ES EL LIBRO DE
MELQUISEDEC?
Introducción
Introducción
El
Libro de Melquisedec es una traducción al español de uno de los Rollos del Mar
Muerto encontrado en la cueva número 11, en el desierto de Qumrán, al norte del
Mar Muerto. Algunos le llaman el Gran Rollo de Melquisedec, ya que en su estado
original, consiste en un conjunto de 7 rollos cosidos entre sí.
Según fuentes relacionadas con este Gran Rollo y lo que se lee en el manuscrito, el primer rollo que aparece en el compendio, lo escribió Abraham, el mismo personaje que encontramos en el Libro de Génesis en la Biblia. Este rollo fue registrado por la mano de Abraham en obediencia al mandato divino de Yahwéh, y narra los acontecimientos que ocurrieron tiempo antes y tiempo después de la Gran Liberación que Yahwéh efectuó por medio de Abraham y sus pastores, en aquélla ocasión en que se liberó a Lot y los demás cautivos quienes habían sido tomados prisioneros como consecuencia de la batalla registrada en Genesis capítulo 14. A esta primer historia registrada por Abraham se le conoce como La Historia de Un Vaso. También se le mandó a Abraham registrar la Historia de Salem, la cual él escucharía y recibiría "de los labios de Melquisedec", narrando los acontecimientos más relevantes de aquélla Ciudad Amada. El capítulo 13 de la Historia de Salem es una conexión directa con la siguiente historia llamada La Historia del Universo, ya que en ese capítulo se explica el contexto en que se recibió la revelación por conducto del ángel de Luz. Esta Historia, entendemos por lo referido de la fuente, y según lo registrado en estos rollos, fue escrita por Melquisedec y registrada en seis rollos que fueron cosidos uno a uno junto con el primer rollo escrito por Abraham. La Historia del Universo es una revelación que Melquisedec recibió por medio de "un ángel luminoso" o ángel de Luz, y la cual estuvo registrando en esos seis rollos durante seis años.
EL CAMINO QUE NOS CONDUJO HASTA EL LIBRO DE
MELQUISEDEC
Nuestra
Historia
Somos
investigadores de las escrituras sagradas desde hace más de dos décadas, una
labor que hemos realizado voluntaria y desinteresadamente, pues la razón
principal de involucrarnos en esta misión radica en el valor genuino y único
que representa para nosotros el conocimiento contenido en estos tesoros de
Escritura. Al familiarizarnos con este tipo de bibliografía, fuimos conociendo
poco a poco algunas de las características que poseen estos escritos antiguos.
Comenzamos a unir partes de la historia humana de la tierra, según revelan estos
Libros Sagrados, y nos dimos cuenta de que cada uno de ellos nos proporcionaba
una parte única de información valiosa que nos iba ayudando a armar el
rompecabezas de una historia más completa de todo aquello relacionado con el
ser humano, quién es, de dónde proviene y hacia dónde se dirige.
Al
seguir la huella de algunos personajes y eventos importantes narrados en estas
escrituras, reconocimos que estos libros tienen un límite de información sobre
el relato de ciertos personajes y acontecimientos. Al contar con más
escrituras, pudimos ahondar con más detalles esos mismos eventos y conocer
mejor a esos personajes, de tal manera que hemos aprendido a reconocer este
principio fundamental, relacionar diversos libros sagrados con el fin de tener
una fuente de información mayor que nos ayude a alcanzar una visión más amplia
sobre los temas contenidosen estas escrituras.
Uno
de los personajes importantes en la literatura sagrada es Melquisedec, rey de
Salem. Debido a la información que teníamos sobre él, existía en nosotros un
fuerte deseo por conocer más sobre cómo estableció la Paz en Salem.
También, otro misterio que habíamos estado buscando era lo relacionado con la música, pues hasta en ese tiempo, antes de descubrir el Gran Rollo de Melquisedec, nuestra experiencia en la música como parte fundamental para favorecer la armonía entre las personas, entendíamos que existía un pasado misterioso concerniente a los orígenes Divinos de la música. Una de las primeras palabras en el Libro de Melquisedec, que tocó nuestro corazón musical, fueron:
También, otro misterio que habíamos estado buscando era lo relacionado con la música, pues hasta en ese tiempo, antes de descubrir el Gran Rollo de Melquisedec, nuestra experiencia en la música como parte fundamental para favorecer la armonía entre las personas, entendíamos que existía un pasado misterioso concerniente a los orígenes Divinos de la música. Una de las primeras palabras en el Libro de Melquisedec, que tocó nuestro corazón musical, fueron:
"Los súbditos de Salem no
empuñarían arcos y flechas, mas serían entrenados en el arte musical; Cada
habitante de Salem tendría siempre al alcance de sus manos un instrumento
musical, para expresar por medio de él la paz y la alegría que aquel nuevo
reino. Juntos, formarían una poderosa orquesta en la lucha contra la desarmonía
que nace del orgullo y del egoísmo." (H. Salem 1:4)
Estabamos
maravillados, de que aquello que habíamos experimentado y amado en nuestra vida
musical, ahora el Eterno nos revelaba sobre una hermosa ciudad y un pueblo
singular, donde la música era considerada con tanta importancia, y fundamental
en la preservación de la paz de ese reino. Después nos enteraríamos en la
Historia del Universo, sobre un pasado todavía más antiguo, cuando el Creador
"idealizó" Su Creación de manera que pudiera "vibrar
acordes armoniosos de justicia y paz" (H. Univ. 1:2).
Uno de los temas más importantes en nuestra búsqueda de conocimiento sagrado, fueron el descenlace de la vida o estado "antes de la fundación de este mundo", así como el descenlace durante la Caída de Adán y Eva, ambos temas relacionados entre sí, sabiendo nosotros, que el conocimiento más amplio de ambos temas podrían ayudarnos a comprender más claramente nuestro presente y lo que será en el futuro.
Uno de los temas más importantes en nuestra búsqueda de conocimiento sagrado, fueron el descenlace de la vida o estado "antes de la fundación de este mundo", así como el descenlace durante la Caída de Adán y Eva, ambos temas relacionados entre sí, sabiendo nosotros, que el conocimiento más amplio de ambos temas podrían ayudarnos a comprender más claramente nuestro presente y lo que será en el futuro.
REVELACIONES, MISTERIOS Y PROFECÍAS EN EL LIBRO DE
MELQUISEDEC
Antes
y después del Libro de Melquisedec
Después
de recibir y escudriñar los contenidos del Gran Rollo de Melquisedec, y tras un
proceso de conversión a las nuevas revelaciones que se estaban descorriendo
ante nuestro entendimiento, experimentamos la realidad de que al salir a luz
este maravilloso manuscrito, estaba marcando un punto en el tiempo, un antes y
un después en la historia humana, pues se podrá decir, "lo que se sabía
antes de que saliera a luz el Libro de Melquisedec". Y esto lo podemos
testificar debido a la porción de conocimiento que el Eterno nos había
concedido alcanzar antes de encontrar el Libro de Melquisedec.
Aún
hoy en día todos aquellos que con sinceridad así lo deseen, pueden constatar
este hecho, al observar cuidadosamente lo que se sabía en el mundo con respecto
al Plan de Dios para Sus hijos, y hacer un comparativo sencillo de lo que ahora
podemos saber gracias a la aparición del Libro de Melquisedec, gracias a las
bendiciones que el Eterno nos concede en esta nuestra generación al revelarnos
más de Su Palabra.
Entendemos
por experiencia personal, que las personas que finalmente reciban en sus vidas
el Libro de Melquisedec como Escritura Sagrada, lo habrán alcanzado hasta
después de recorrer un camino de conversión a la Luz adicional que el Creador
revela en este manuscrito, ya que ampliara el conocimiento verdadero
anteriormente recibido en Sus otras Escrituras.
Al
familiarizarnos con el carácter de las escrituras sagradas, hemos aprendido que
estos Libros Sagrados se defienden por sí solos, y desafían al mundo con sus
revelaciones, misterios y profecías. Los hombres de este mundo, a lo largo de
la historia han luchado en contra de la autenticidad y veracidad de las
Escrituras Sagradas, y han ideado tantas maneras para desacreditar cada
conocimiento, cada revelación, cada profecía, cada misterio, cada milagro
contenidos en ellas, menospreciando así al Autor de estas verdades, a la
Fuente de la Luz.
También
es sabido por muchos sobre todas aquellas interpretaciones erróneas
de las Escrituras que algunos en el mundo han esparcido, y es natural que al
salir la Luz del Sol, las Tinieblas de la Noche contrasten con ella. Así que, será
natural que al revelarse la Luz contenida en el Libro de Melquisedec, muchos
que habían estado en algún grado de Tinieblas, ya sea por desconocimiento o por
los errores de interpretación escritural, tengan dos caminos para decidir
seguir, uno sería reconocer con humildad su ignorancia o su error y con
toda sabiduría recibir la Luz del Libro, y el otro camino sería el del rechazo,
y tal como sucede con las Tinieblas, tener que estar en el lado opuesto
luchando en contra de la Luz y desvanecerse o huir cuando esta se manifiesta
con toda claridad.
Todos aquellos que aman la Verdad encontrarán en el Libro de Melquisedec
mucho de las verdades que habían estado buscando por mucho tiempo. ¿Quién no ha
anhelado conocer su origen personal? ¿Quién no ha deseado con anhelo conocer a
Aquél que nos dio Vida, Aquél que formó el Universo? ¿Por qué nos encontramos
en un mundo caído si en el principio no fue
así? ¿Cuál fue el descenlace "antes de la fundación de este mundo"?
¿Cuál será el final de todo este Drama Universal en el futuro? Son solo algunas
de las verdades que revela este registro sagrado.
Nuestra oración sincera es que la Verdad se allegue a la Verdad, sabemos que los que se esfuerzan por vivir en la Verdad recibirán estas Verdades contenidas en el Libro de Melquisedec, pues serán dulcemente saboreadas por ellos, ya que son de su misma naturaleza. Aquéllos que han amado la Verdad y la han procurado durante sus vidas tendrán grandes motivos para regocijarse por las "buenas nuevas de gran gozo" que recibirán de este preciado Libro. Cuando se descorra ante ellos el velo, y el Padre y el Hijo manifiesten las Revelaciones de Su Amor, su corazón llorará, pues sabrán que Ellos siguen siendo Los Mismos, y conocerán la Verdadera Naturaleza y Carácter que Ellos han mantenido desde el comienzo, probarán en gran porción el Amor con el que Ellos les han amado desde el principio.
¡Oh! ¿Cómo contener mis lágrimas ante las Dádivas de Su Amor? Mi corazón se desborda al reconocer y considerarme ser "lo débil del mundo", y en esta humilde condición el Eterno aún así obra por nuestro conducto. Mi hermano y yo no imaginamos ni mucho menos planeamos todo esto que el Señor nos ha concedido concerniente a los misterios y revelaciones del Libro de Melquisedec. Es Su Obra la que se efectúa, no la nuestra. Bendecimos el camino que comenzarán todos aquéllos que reciban con sinceridad de corazón, humildad y fe estas cosas. El Mesías, Aquél que nos amó desde el principio, Aquél a quién amamos desde el principio, manifestará la Eternidad de Su Amor a través de Sus palabras registradas en el Libro de Melquisedec, nuestro amado Libro.
EL
LIBRO DE MELQUISEDEC
Una
Revelación del Verdadero
Carácter
del Mesías
Autores de la traducción al español:
Isaac Ramírez Vargas y Ezequiel Ramírez Vargas
Tomado de la versión en portugués de
Enoch Mucheroni
Traducción al español: Isaac Ramírez Vargas, y
Ezequiel Ramírez Vargas.
Análisis, referencias, concordancias, abreviaturas,
gráficas y características tipográficas por: Ezequiel Ramírez Vargas e Isaac Ramírez
Vargas.
Traducción, análisis, referencias, concordancias,
abreviaturas, gráficas y características tipográficas aseguradas conforme a la
ley. Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra sin la autorización
escrita del autor o autores.
Impreso en Monterrey Nuevo León México Diciembre
2010
03-2010-092710012600-01
EXPLICACIÓN PRELIMINAR
El orden en que se presentan
aquí estas historias, sigue la secuencia de acuerdo con el modelo divino que se
siguió en el rollo original, cumpliendo así, el mandamiento que Yahwéh dio a
Melquisedec y a Abraham al respecto. El lector sensible podrá percibir el sabio
propósito de dicho mandamiento al seguir la lectura en ese mismo orden.
Este sagrado registro tiene
una estructura precisa y definida, y en su análisis muestra múltiples rasgos de
su originalidad, no solo en su estilo, sino también en la simbología arcaica
que utiliza, donde parecería estar describiendo imágenes geroglíficas más que
palabras, así como en la utilización de pleonasmos y analogías, tal cual era el
uso común en las lenguas más antiguas, y cuyos rasgos semitas se comparan a los
hallados en la Biblia y en otros libros de igual origen.
Por otra parte, en algunos
versículos se citan cantidades las cuales están escritas en forma de números:
40, 260, 144 etc. También algunas palabras comienzan con una letra mayúscula
aún cuando estas no aparecen después de un punto o la palabra no amerite por
regla comenzar con mayúscula. Además se utilizan las comillas, el doble o
triple signo de exclamación, así como la forma de combinar una interrogación
con una exclamación al mismo tiempo. En dichos casos, sean números, letras
mayúsculas o signos de expresión, hemos decidido dejarlos en la forma original
en que encontramos escrita esta obra. El lector podrá encontrar significados
importantes en los énfasis que se hacen en determinadas expresiones, palabras o
frases.
Las abreviaturas que utilizamos en esta obra para
referirnos a una cita bíblica, usamos las comúnmente conocidas, y para hacer
referencia a las historias y cronologías contenidas en este libro, las
identificamos de la siguiente manera:
H. Vaso La Historia de un Vaso
H. Salem La Historia de Salem
H. Univ. La Historia del
Universo
Crono. 1 Cronología 1
Crono. 2 Cronología 2
Crono. 3 Cronología 3
Al profundizarnos en el contenido de estas
historias, comprendimos la relevancia que tienen las “analogías” como un mapa
guía que el Universo nos ofrece, revelando a través de semejanzas, la ubicación
que tenemos en el tiempo dentro de la historia a cumplirse, es decir, los
acontecimientos y personajes del pasado son una “analogía” o “semejanza” que
corresponden a los acontecimientos y personajes del presente y del futuro. La
mención particular que el rollo hace sobre ciertos números, medidas, y
festividades significativas, nos motivó a la necesidad de graficar de manera
sencilla, el orden cronológico en que los acontecimientos llegaron a consumarse
en el pasado, llegando a repetir su correspondiente “analogía” en el presente y
en el futuro. (Véase Cronología 1, 2 y 3) No se debe
confundir lo que llamamos “analogía” con “predestinación o preordinación”.
Las cronologías graficadas no formaban parte del rollo original ni de la versión en portugués sobre la cual se hizo esta traducción, sino que fueron diseñadas y añadidas para facilitar una mayor comprensión del mismo, y fueron ubicadas al final del rollo de Abraham debido a que fueron tomadas de sus escritos.
El encabezado de cada historia, la sinopsis de cada capítulo, la asignación numérica de cada párrafo o versículo, y las referencias bíblicas y de otros libros sagrados, todos estos fueron agregados para presentar con mayor claridad los escritos del rollo.
LA HISTORIA DE UN VASO
(Un relato escrito por
Abraham)
Abraham, habiendo recibido el mandamiento de
Yahwéh, escribe en un rollo los acontecimientos que dieron origen a la historia
que se conoce como La Historia de un Vaso, que narra los hechos que
enmarcaron La Gran Liberación que el Señor efectuó por medio
de Abraham, sus pastores y aliados. (Véase Crono. 1, 2 y 3)
Capítulo 1
Abraham es informado de la batalla en la cual Lot y
muchos son llevados cautivos. Abraham recibe mandamientos del Eterno a fin de
efectuar la “Gran Liberación”, esto es, convocar y preparar a sus pastores, y
preparar un vaso con características especiales.
1 Estaba descansando bajo la sombra del Roble de
Mambré junto a mi tienda, cuando vi llegar apresuradamente a uno de los siervos
de mi sobrino Lot. Casi sin aliento, él comenzó a relatarme sobre la tragedia:
Hubo el día anterior una batalla entre las ciudades de la planicie, implicando
a cuatro reyes contra cinco. Como resultado, Sodoma fue derrotada y muchos
de sus habitantes llevados cautivos, entre ellos mi sobrino Lot. La
noticia me dejó muy afligido, pues al mismo tiempo en que sentía que era
preciso salir en su ayuda, me veía fragilizado, sin ninguna
condición.
2 Siempre fui un hombre pacífico y detesto a
aquellos que derraman sangre. Tengo muchos siervos, pero pocos saben manejar
espadas y lanzas, pues desde la infancia han sido entrenados como pastores. En
lugar de espadas y lanzas, ellos manejan bordones con los cuales conducen los
rebaños; En lugar de escudos, ellos cargan vasos en sus cinturas, siempre
llenos de agua fresca, para matar su sed y refrescar a las ovejas afligidas; En
lugar de vino para embriagarse, cargan sujeto a sus cintos pequeñas botijas con
aceite de olivo, con los cuales ungen las heridas del rebaño; En lugar de
trompetas resonantes, ellos soplan en cuernos pequeños, con los cuales convocan
al rebaño hacia el corral.
3 Imaginando como sería un
combate entre mis siervos y los ejércitos de aquéllos cinco reyes victoriosos,
comencé a reír. Mientras reflexionaba, la voz de Aquél que siempre me guía,
resonó en mis oídos, diciendo:
4 — ¡Abram, Abram! No menosprecies los instrumentos
de los pastores, pues santificados por el fuego del sacrificio, habrán de
conquistar la gran liberación. —
5 El Eterno comenzó a darme órdenes, haciéndome
avanzar por la fe, sin saber como tal liberación habría de realizarse.
6 El primer paso fue la convocación de todos los
pastores que, dejando a sus rebaños, se dirigieron al Roble de Mambré, trayendo
sus instrumentos pastorales. Eran en total seiscientos pastores.
7 Ordené que vaciaran los jarros, colocando en
ellos el aceite de la botija.
8 Después de cumplir ellos esta orden, pedí que
tomara cada uno la lana de una oveja, mezclándola con el aceite de los jarros.
9 Después de estas cosas, Yahwéh me mandó tomar un
vaso grande de barro, llenándolo hasta la mitad con el aceite de olivo.
10 Al concluir esta tarea, el Señor me mandó hacer
una larga mecha de lana, enroscando la mitad dentro del aceite y dejando la
otra parte apresada encima del vaso.
11 Después de estas cosas, Yahwéh me ordenó
encender la mecha, con el fuego del altar. Al aproximarme al fuego sagrado que
todavía ardía sobre el sacrificio de la mañana, una pequeña flama saltó hacia
la mecha, y poco a poco se fue alimentando del aceite, hasta convertirse en una
llamarada que podía ser vista de lejos.
Capítulo 2
Abraham lleva el vaso sobre sus hombros.
Sufrimientos y pruebas en su jornada. Muchos no soportan la vergüenza y
abandonan a Abraham. Incredulidad de Sara.
1 Con el vaso en los hombros, inicié una caminata
rumbo a las ciudades de la planicie, siendo acompañado por los pastores. Luego
comenzaron a surgir escarnecedores que, al verme con aquel vaso incandescente
en pleno día, comenzaron a decir que yo estaba loco. Al esparcirse esta noticia,
muchos vinieron a mi encuentro, trayendo consejos para que yo abandonara aquel
vaso que sería capaz de destruir toda mi reputación y dignidad delante de todos
ellos.
2 Cuando yo les hablé sobre los ejércitos y sobre
mi misión conjunta con los pastores, ellos concluyeron que de hecho yo estaba
loco. Intentaron tirarme el vaso por la fuerza, mas aferrándome a el, impedí
que lo tiraran de mí.
3 Avergonzados ante todo esto, muchos pastores
comenzaron a separarse: algunos regresaron hacia sus tiendas mientras que otros
se unieron a aquéllos que se reían de mi comportamiento extraño.
4 Sintiéndome solo con aquel pesado vaso sobre los
hombros, comencé a angustiarme. Anhelaba encontrar a alguien con quién pudiera
compartir mi experiencia, más todos me lanzaban miradas de desaprobación.
5 Me acordé de Sara, mi amada esposa; En obediencia
a la voz de Yahwéh habíamos transitado por muchos caminos, estando Sara siempre
a mi lado, animándome a proseguir precisamente en los momentos más difíciles.
Con certeza Sara me traería consuelo y fuerzas para continuar firme,
conduciendo el vaso de la salvación.
6 Mientras que avanzaba por el camino pensando en
Sara, la vi en medio de la multitud. Al dirigirme a ella, me vi sorprendido y
desalentado al ver en sus ojos el mismo menosprecio de aquéllos que me llamaban
loco por conducir en pleno día la llama que se había desprendido del al-tar.
7 Acordándome de la orden de Yahwéh de que
tendría que liberar a mi sobrino Lót, fui andando solo por el camino; Al
colocarme en el lugar de aquéllos que me llamaban loco, yo les daba la razón,
pues en condiciones normales, ninguna persona coherente saldría de casa, sin un
rumbo definido, llevando en la espalda en pleno día un vaso con una llamarada,
afirmando estar marchando contra los ejércitos de cinco reyes, para liberar un
pariente. Realmente da a entender que se trata de la manifestación de una gran
locura. Precisamente así, bajo el rencor de todas las humillaciones y palabras
que hablaban contra mí, yo avanzaba rumbo al valle desconocido.
8 Toda aquella burla fue finalmente disminuyendo, a
medida en que me distanciaba del Roble de Mambré.
9 Comenzaron a sobrevenir a mi corazón muchas dudas
en cuanto a mi futuro. Estaba a veces afligido con el pensamiento de todo lo
que había experimentado, desde la convocación de los pastores hasta ese
momento, podría ser, de hecho, demostraciones de una locura.
10 Lleno de dudas, comencé a pensar en la
posibilidad de abandonar el vaso al lado del camino, regresándome junto al
altar. Ésos eran los consejos de algunos pastores y amigos que,
condolidos de mi soledad, todavía venían a mi encuentro, aconsejándome a que
volviera; Allí, decían, que yo podría conquistar nuevamente la confianza de los
pastores, volviendo a ser, quizás, hasta el mismo sacerdote honrado como antes
lo era. Sobre el altar, decían, que había un fuego mucho mayor que aquél que yo
cargaba en los hombros.
11 Estaba a punto de regresar, cuando Sara vino a
mi encuentro, contándome sobre el desprecio que muchos pastores lanzaban contra
mí; Ella estaba consternada, pues toda aquella deshonra, recaía también sobre
ella, al punto de no sentir más deseos de permanecer junto a aquél altar.
12 Después de alertarme, Sara comenzó a hablarme de
un plan: Podríamos, quizás, mudarnos a una ciudad distante, donde olvidaríamos
todas aquellas vejaciones.
13 Olvidándome de la voz que me había mandado
seguir rumbo a la planicie, contesté a mi esposa que yo estaría dispuesto a
acompañarla a cualquier lugar, si ella permitía que yo llevara el vaso. Él
sería nuestro altar, calentando e iluminando nuestras noches con su llama.
14 Al oír sobre el vaso, Sara volvió a enojarse,
afirmando no entender mi terquedad al continuar llevando sobre los hombros
aquel símbolo de vergüenza y desprecio. Después de decirme tales palabras, me
volvió la espalda regresando hacia la tienda.
Capítulo 3
Abraham entiende el significado del vaso. Abraham
protege a la pequeña llama de los fríos vientos. Muchas ovejas siguen a
Abraham. Abraham, andando solo, sigue el rastro. Los ejércitos se burlan de
Abraham y amenazan con el exterminio de los cautivos.
1 Angustiado por no poder realizar el sueño de
Sara, proseguí rumbo al futuro incierto, siendo orientado únicamente por la
llama, cuyo brillo aumentaba a medida en que las tinieblas se hacían más
densas. Comencé entonces a meditar sobre aquella llama que me acompañaba con su
brillo y calor.
2 Yo estaba acostumbrado a ver el Fuego Sagrado entronizado sobre un
gran altar de piedras, en medio de las alabanzas de muchos pastores, de entre
los cuales yo me destacaba como maestro y sacerdote. En aquellos momomentos de adoración, yo me vestía con los mejores
mantos, y hacía la pregunta de realizar el sacrificio, solamente cuando todos
mis siervos estuviesen reunidos a mi alrededor, para que escuchasen mis
consejos y advertencias. En la hora del sacrificio, yo levantaba hacia el cielo
mi espada desenvainada, y, con palabras amedrentadoras, proclamaba la grandeza
del Señor de los Ejércitos, El Dios Todopoderoso que domina sobre los Cielos y
la Tierra. Vibrando la espada en el aire en un movimiento amenazador, yo
representaba delante de mis pastores, la imagen de un Dios severo, que siempre
esta listo para repeler cualquier confrontación. Después de esa demostración de
soberanía y poder, tomaba yo una oveja de las manos de un pastor, y la amarraba
sobre el altar. Para que estuviese bien clara la ira divina, pinchaba yo sobre
su cuello, golpeándola severamente, hasta verla perecer. En aquel momento yo
descendía del altar, y permanecía esperando el Fuego Sagrado que jamás dejó de
manifestarse sobre el sacrificio.
3 Yo había aprendido desde la infancia a
reverenciar el Fuego Sagrado, creyendo que ello era una revelación visible de
Yahwéh, el Gran Dios Invisible. Hasta entonces, yo lo veía como un Fuego Único
e Indivisible. Ahora, al transportar en un humilde jarro la llama que se había
desprendido del altar, mis pensamientos se agitaban con el surgimiento de un
nuevo concepto sobre el Creador: el concepto de un Dios Sufridor que es capaz
de desprenderse del Gran Yahwéh, representado por el Fuego Sagrado, para
acompañar al pecador en su jornada.
4 Arrepentido, me postré delante del vaso y lloré
amargamente. Tenía ahora conciencia de que todo el celo demostrado junto al
Altar, tenía como finalidad la exaltación de mi orgullo, y no la del amor de
Aquél que me acompañaba por el camino.
5 Súbitamente, se me grabó en la mente la
convicción de que aquella pequeña llama que se había desprendido del Fuego
Sagrado, era una representación del Mesías, que Se desprendería del Gran
Yahwéh, para ser el Dios Con Nosotros, compañero en todas nuestras jornadas. Al
sobrevenirme esta convicción, la llama se alegró, tornándose más brillante y
calurosa.
6 Con el corazón transformado, proseguí por el
camino rumbo al valle, llevando en los hombros el jarro que me había traído
después de tanto desprecio, la alegría de una nueva revelación sobre el
carácter del Creador.
7 Momentos difíciles comenzaron a surgir en mi
camino, cuando fríos vientos venidos del mar salado comenzaron a arremeterse
contra la pequeña llama, pro-curando apagarla. Yo la amparaba con mi cuerpo,
andando muchas veces de lado e igualmente de espalda, mas siempre avanzando
rumbo al valle.
8 Al romper la luz del día, me encontré a un paso
de la planicie. Comencé a encontrar por el camino muchos rebaños que eran
conducidos por rudos pastores. A medida en que avanzaba entre ellos, surgían
tumultos y confusiones, pues muchas ovejas y cabras se asustaban con mi vaso
ardiente, dispersándose por todas partes. Esto
hizo que la mayoría de los pastores estu-viesen irritados contra mi presencia
en su medio.
9 Sabiendo que no podría permanecer retenido en ese
valle, proseguí de frente rumbo a Sodoma. Mientras que avanzaba, comenzó a
suceder algo interesante: muchas ovejas, tiernas y sumisas, comenzaron a
acompañarme. Eran pocas al principio, pero poco a poco su número fue
aumentando, hasta que comencé a caminar con dificultad, debido al gran número
de ovejas que me seguían. A lo lejos yo podía ver a los pastores, enfurecidos,
por la pérdida de sus ovejas más bonitas.
10 Al llegar a la Ciudad de Sodoma, la encontré
vacía y devastada. Siguiendo los rastros dejados por los ejércitos y por la
multitud de cautivos, fui aproximándome cada vez más al blanco de mi misión. Al
llegar a la campiña de Dan, pude avistar a lo lejos el gran campamento de los
soldados, al pie de una colina. Sin prisa, me encaminé hacia allá, conduciendo
a mi nuevo rebaño.
11 Desde lo alto del monte, pude observar el
campamento en toda su extensión. Había millares de soldados conmemorando su
victoria; Mientras que, centenares de cautivos yacían amontonados en medio del
campa-mento, humillados y sin esperanza. Ante esa escena, estuve imaginando
cómo se podría realizar la liberación.
12 Mi presencia despertó la curiosidad de algunos
soldados que, al verme con el vaso fumigante, se aproximaron y comenzaron a
burlarse. Cuando me preguntaron el motivo de mi presencia en aquel lugar, les
dije que venía a liberar a mi sobrino Lót. Mis palabras se tornaron en motivo
de muchas bromas en todo el campamento; Después de esto, comenzaron a mofarse
de Lót.
13 En poco tiempo, toda aquella burla se transformó
en gritos de venganza, y proclamaron que, a la mañana siguiente, todos los
cautivos serían exterminados, comenzando por mi sobrino.
Capítulo 4
Abraham se reconforta con la llegada de sus
pastores y aliados. Los pastores aprendieron a amar la luz del Vaso. Lealtad de
los aliados de Abraham. Orientado por la Voz Divina, Abraham da instrucciones
estratégicas. La lamparilla de Lot. Confusión y matanza entre los ejércitos
enemigos.
1 Mientras intentaba imaginar lo que Yahwéh
podría hacer para alcanzar tan milagrosa liberación, vi surgir a lo lejos un
grupo de pastores que se encaminaban en dirección mía, viniendo de Sodoma.
Pensé al principio que eran los pastores enemigos que venían a arrancarme el
rebaño conquistado con amor. Tal desconfianza pronto desapareció, dando lugar a
un sentimiento de mucha alegría, cuando descubrí que eran mis fieles pastores.
Ellos se fueron aproximando en pequeños grupos de doce, hasta alcanzar el total
de 300 pastores. Al mirar hacia ellos, pude notar en sus semblantes las señales
de una gran lucha espiritual que tuvieron que enfrentar, para estar de mi lado.
Me contaron acerca de la experiencia de muchos compañeros que, desanimados,
habían lanzado el aceite y la lana fuera de sus vasos, regresándose hacia sus
tiendas. Me hablaron de como, en aquella noche anterior, habían aprendido a
amar la luz de mi vaso, que para ellos se convirtió como en una estrella guía.
2 Me alegraba con la presencia de mis
humildes pastores, cuando llegaron en dirección nuestra Aner, Escol y Manre,
acompañados por quince hombres armados; Eran fieles amigos que, conociendo los
peligros que enfrentaríamos en aquel valle, vinieron en nuestra ayuda. Para que
no aplazáramos el plan divi-no, les pedí que permanecieran escondidos hasta el
amanecer, cuando recibirían orientaciones sobre cómo participar en la misión.
3 Comencé a orientar a los pastores, siguiendo las
instrucciones de La Voz Divina que me sonaba desde dentro de la llama: La
primera tarea de los pastores, sería cuidar del rebaño hasta el anochecer.
4 Al volver, ordené que amarraran las madejas de
lana empapadas en aceite, en la punta de sus bordones, colocándolos dentro de
los vasos que, deberían mantenerse suspendidos, boca abajo.
5 Comencé a encenderlos con el fuego de
mi llamarada, hasta que las trescientas antorchas estuvieron ardiendo, aunque,
ocultas, en el interior de aquellos vasos.
6 Ordené a cuarenta de mis valerosos pastores que, en el momento
indicado por una señal que sería dada, deberían avanzar silenciosos hacia el
centro del campamento, circundando a todos los cautivos que yacían amontonados
en medio del campamento de las tropas. Al mismo tiempo, los260 pastores restantes, deberían rodear todo el
campamento, esperando la señal de romper los vasos con los cuernos.
7 Orientado por La Voz de la Llama, les indiqué las
señales: Cuando la última antorcha se apagase en el campamento, deberían estar
atentos, pues una pequeña lamparilla sería encendida por uno de los cautivos.
Tan pronto como la lamparilla comenzase a arder, deberían correr cada uno hacia
su puesto, evitando cualquier ruido, para no ser descubiertos.
8 La señal para ellos de quebrar los vasos
con los cuernos, levantando muy en alto la antorcha, sería el apagar de la
lamparilla.
9 Después de esas orientaciones, los 260 pastores,
ocultos por las sombras de la noche, se esparcieron por el valle, y estaban
esperando el momento de colocarse alrededor del campamento; Mientras tanto, los
40 se colocaron próximos a un pasaje más vulnerable, a través del cual habrían
de alcanzar a los cautivos.
10 Era ya alta noche cuando la antorcha del último
soldado se apagó, sobreviniendo una completa oscuridad y silencio sobre el
campamento de las tropas.
11 Entre los cautivos, había un hombre en aquella
noche, que vivía la mayor angustia de su vida. Era mi sobrino que, después de
convertirse en el blanco de tantos abusos y humillaciones, había tomado
conocimiento del castigo que les esperaba al amanecer.
12 En aquella noche, Lot tenía sus pensamientos
vueltos hacia su tío; se acordaba con arrepentimiento del momento en que me
había dejado junto al Roble de Mambré, mudándose hacia las campiñas de Sodoma.
En su desesperación, sintió deseo de volver a ver mi faz y de pedirme perdón
por haberse apartado de mí. Justamente en aquel momento, Lot fue atraído por el
brillo de una antorcha que ardía sobre la colina. Al mirar el brillo, imaginó
estar teniendo una visión, pues ello mismo le revelaba la faz de su querido
tío.
13 Queriendo mostrarme su rostro, Lot palpó en
medio de las tinieblas hasta encontrar una pequeña lamparilla que había traído
en su alforja. Frustrado, percibió que no había en ella nada de aceite.
Concluyó que aquella lámpara apagada y seca, era un símbolo de su vida vacía y
sin fe.
14 Sin desviar los ojos de mi rostro iluminado por
la llama del vaso, en un desesperado gesto de fe, Lot palpó la mecha de su
lamparilla, descubriendo que había en ella un residuo de aceite. Curvándose,
comenzó a herir las piedras del fuego, hasta que una chispa saltó hacia
la mecha. Sin saberlo, Lot estaba comandando con sus gestos, los pasos para una
gran liberación.
15 Los trescientos pastores al ver el tenue brillo
de la lamparilla, se encaminaron rápidamente hacia sus puestos, y,
permanecieron aguardando el apagar de la pequeña llama.
16 Desde el momento en que Lot se levantó con
su diminuta llama, yo estaba mirando hacia sus ojos que miraban los míos. Vi
que su faz traía señales de inenarrable angustia y malos tratos. Así mismo,
pude leer en sus ojos azules, que la esperanza y la fe todavía no le habían
abandonado.
17 El pequeño fuego de la lamparilla de Lot, con
todo, no resistiría por mucho tiempo. Era necesario que se apagase, para señalizar
la gran victoria.
18 Cuando la oscuridad volvió a cubrir la faz
de Lot, mis trescientos pastores arremetieron sus cuernos contra los vasos que
mantenían ocultas las antorchas ardiendo. Un gran ruido, como de caballería en
combate resonó por todas partes, mientras que las antorchas eran suspendidas.
Los trescientos cuernos utilizados hasta entonces para conducir el rebaño,
sonaban ahora como trompetas de conquistadores.
19 Todo el campamento se despertó de un solo
brinco, y, sin saber cómo escapar de tan terrible investida que partía de
afuera y de adentro, los soldados comenzaron a luchar entre sí mismos, mientras
que mis pastores permanecían en sus puestos, haciendo sonar los cuernos.
20 Los cautivos, estuvieron muy espantados al
principio, mas poco a poco fueron tomando conciencia de la gran liberación que
estaba operándose en su favor.
21 Cuando amaneció, se reveló ante
nuestros ojos un escenario de completa destrucción; Todo el pueblo estaba
cubierto por millares de cuerpos rasgados por sus propias espadas y lanzas.
Solamente unos pocos consiguieron huir de aquel campamento de muerte, mas
fueron perseguidos por mis dieciocho aliados que estaban armados, siendo
alcanzados en Hobá, que esta a la izquierda de Damasco, mientras tanto, los
cautivos, ahora liberados, recuperaban todas las riquezas de que habían sido
saqueados por los enemigos.
Capítulo 5
La Gran Liberación representa la liberación de
Israel en los últimos días. Abraham descubre que La Gran Liberación se
concretizó en Rosh Hashaná. Abraham predica la fe en el Mesías a los cautivos
liberados invitándoles a purificarse en agua, solo tres lo aceptan. Abraham
rechaza la oferta del rey de Sodoma. Abraham y los fieles deciden conmemorar la
fiesta de Sukot en Salem. Las Perlas del Vaso. Bienvenida festiva en Salem. El
encuentro de Abraham y Melquisedec. (Véase Crono. 1, 2 y 3)
1 De la cima de la colina, en tanto que yo vibraba
con la alegría de los cautivos en aquella mañana de liberación, oí la Voz de
Yahwéh hablándome de en medio de la llama:
2 —“Esta liberación que hoy se concretiza, representa la liberación que
he de operar en los últimos días, salvando a los remanentes de tus hijos, del
cerco de numerosas naciones que se aliarán a Gog con el propósito de
destruirlos. En aquel día en que triunfaren sobre mi pueblo, mi indignación
será muy grande, y contenderé contra él por medio de la peste y de la sangre;
lluvia inundante, grandes rocas de granizo, fuego y azufre haré caer
sobre él, sobre sus tropas y sobre sus muchos pueblos que estuvieren con él.
Así, yo me engrandeceré, justificaré mi santidad y me daré a conocer a los ojos
de muchas naciones; y sabrán que yo soy el Señor. Y sobre la casa de David y
sobre los habitantes de Jerusalén derramaré el Espíritu de gracias y de
súplicas; mirarán hacia mí a quien traspasaron, y harán lamentación como quien
se lamenta por un hijo unigénito y llorarán por él como quien llora amargamente
por el primogénito. En aquel día, habrá una fuente abierta para la casa de
David y para los habitantes de Jerusalén, para remover el pecado y la
impureza". —
3 Consiente de la importancia histórica de aquel
día de libera-ción, tomé un calendario y, miré con sorpresa, pues era Rosh
Ha-shaná, o día de las trompetas. Aquél era el primer día de un Año Nuevo; Diez
días después vendría el Yom Kipur, el día de la purificación de los pecados; En
el día 15, tendría lugar la fiesta de Sukot, la alegre fiesta de las cosechas
de otoño.
4 La llama que para mí se había convertido en
una representación del Mesías Prometido, se apagó en el momento en que descendí
al encuentro de los pastores y de los muchos cautivos ahora liberados. Llenos
de alegría y de admiración, todos querían saber como había llegado a ser
posible tan grande liberación, solamente con la utilización de aquéllas antorchas
y cuernos. Les hablé entonces de la importancia de aquel fuego que se había
desprendido del Altar, para liberarlos en aquel valle, identificándolo como el
Mesías Salvador.
5 Al ver que todos cargaban en sus cuerpos y mantos
la suciedad de la esclavitud, los invité a seguirme hasta el río Jordán, donde
todos podrían bañarse, para la purificación de sus pecados.
6 Solamente tres personas atendieron la invitación:
Lót y sus dos hijas más recientes. Los demás, regresaron contaminados hacia sus
casas.
7 Antes de partir, el rey de Sodoma vino a mi
encuentro, prometiendo darme todas las riquezas recuperada en aquella mañana.
Yo rechacé su oferta, para que nunca jamás alguien pudiera decir que yo me
enriquecí con aquel saqueo.
8 Permanecimos acampados en los márgenes del río
Jordán, en las proximidades de Jericó por doce días. En aquellos días de
refrigerio, todos se hallaron libres de las impurezas, dejándolas en las aguas
del Jordán. Este era un preparativo especial para la fiesta de Sukot que
decidimos conmemorar en Salem.
9 Llenos de alegría, iniciamos una marcha
ascendente rumbo a la ciudad de Salem, inconsciente de la feliz sorpresa
que nos aguardaba. Yo seguía al frente teniendo a mi lado a Lót y sus dos
hijas, y detrás venían los 300 pastores, conduciendo el gran rebaño.
10 A medida que avanzábamos, comencé a notar que mi
vaso que se había quedado vacio al amanecer, se tornó muy pesado. Al bajarlo,
miré sorprendido al descubrir dentro de él muchas perlas de variados tamaños
y brillos que se formaron misteriosamente.
11 Al ver nosotros a lo lejos la blanca ciudad,
comenzamos a oír sonidos de una gran fiesta. Acordes armoniosos repercutían por
los montes, mientras avanzábamos por el camino.
12 Mi curiosidad en conocer aquella ciudad y a su
joven rey era inmensa, pues de boca de muchos ya había oído acerca de su
grandeza y fama. Se trataba de un reino diferente de todos los demás, donde los
súbditos eran entrenados no en el manejo de arcos y flechas, sino en el dominio
de instrumentos musicales. Melquisedec, su joven rey, regía a todos con un
cetro muy especial: un laúd, por el cual había pagado un precio elevado.
13 En tanto crecía en mí la alegría por estarnos aproximando a la
Ciudad del Gran Rey, vimos una multitud vestida de lino fino, puro y resplandeciente,
saliendo a nuestro encuentro. Todos traían instrumentos musicales, mientras
cantaban un himno de victoria. Al frente de la multitud venía un joven tocando
un laúd, trayendo en la frente una corona repleta de piedras preciosas, que
brillaban bajo la claridad del sol poniente. Yo tuve la certeza de que aquél
era el tan aclamado rey de Salem.
14 Al momento de nuestro encuentro, quedamos
admirados con la salutación que nos hicieron; Inclinándose delante de mí,
Melquisedec afirmó:
15 —“Bendito eres tú Abraham, siervo del Dios
Altísimo, que posee los cielos y la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que
entregó a tus adversarios en tus manos". —
Capítulo
6
Grandes revelaciones de Melquise-dec y su pueblo.
Los vencedores son coronados. Al ser coronado, Abraham se conmueve al
observar heridas profundas en las manos de Melquisedec. Melquisedec promete
relatar su historia. Melquisedec, al partir el pan y el vino, es honrado.
Las 144 perlas como diezmo. Las instrucciones y profecías de Melquisedec.
1 Sorprendidos por la festiva recepción, fuimos
introducidos en la ciudad, donde la belleza de las mansiones y jardines nos
causó mucha admiración. Todo allí era puro y lleno de paz.
2 Fuimos recibidos en el palacio real, edificado
sobre el Monte Sión. Allí, una nueva sorpresa nos aguardaba:
3 La gran sala del trono, estaba toda adornada con
representa-ciones de nuestra victoria sobre los enemigos. Había en medio de la
sala una mesa muy larga, cubierta por toallas de lino fino adornadas con hilos
de oro y piedras preciosas. Sobre la mesa había 304 coronas, cada una trayendo
la inscripción del nombre de un vencedor. En un gesto que nuevamente nos
sorprendió, Melquisedec, tomando las coronas, comenzó a colocarlas en la cabeza
de cada uno de nosotros, comenzando por Lot y sus hijas. Estábamos todos
admirados por el hecho de que el rey de Salem nos conociera individualmente, y
por tener preparadas aquellas coronas mucho antes de que fuésemos vencedores.
4 Yo observaba la alegría de mis compañeros
coronados, cuando, tomando una corona semejante a la suya, el rey de
Salem se dirigió a mí con una sonrisa. Al levantarla sobre mi cabeza, noté algo
que hasta entonces no había percibido: Sus manos traían cicatrices de heridas
profundas. Vencido por un sentimiento de gratitud, me postré a sus pies y,
conmovido, besé sus bondadosas manos, bañándolas con mis lágrimas.
5 Al levantarme, le pregunté el significado
de aquellas cicatrices. Con una tierna sonrisa, él prometió que iría a contarme
toda la historia de aquel próspero reino, y de cuánto le costó obtener su
paz.
6 Después de coronarnos, Melquisedec nos hizo
sentar alrededor de la gran mesa, y comenzó a servirnos el pan y el vino; A
partir de aquel momento, comenzamos a honrarlo como Sacerdote del Dios
Altísimo.
7 En un gesto de gratitud, tomé el vaso repleto de
perlas, y lo coloqué a los pies del rey. Tomándolo en los brazos, él comenzó a
acariciarlo, sin atentar hacia el brillo de las perlas. Expresándome la
gratitud por aquella ofrenda, me dijo que aceptaría el vaso y, que de las
perlas, solamente aceptaría el diezmo.
8 Inmediatamente comencé a contar las joyas,
separando las más bellas para el rey. Había un total de 1,440 perlas, de las
cuales le entregué 144. Él las guardó cuidadosamente en una cajita hecha de oro
puro, en cuya tapa había lindos adornos con incrustaciones de pequeñas piedras
preciosas.
9 Después de recibir el diezmo que simbolizaba la
gran liberación operada por Yahwéh en la planicie, Melquisedec llamó venir a él
a uno de sus súbditos que era maestro en adornos y pinturas, ordenándole honrar
el vaso con un lindo grabado que retratase el momento en que yo lo ofrendé.
10 Mientras el jarro era pintado, Melquisedec
comenzó a contarme la historia de su reino, desde su fundación hasta aquel
momento en que estábamos conmemorando la gran victoria sobre los enemigos.
11 Al devolverme el vaso, ahora honrado con el más
bello grabado e inscripciones que exaltaban la justicia, la humildad y el amor,
el rey de Salem me ordenó que llevara conmigo el vaso con aquellas perlas.
Durante seis años yo y mis pastores deberíamos contar a todos la historia de
aquel vaso que fue victorioso por causa de la llama del altar. A todos
aquellos que, con arrepentimiento, aceptasen la salvación representada por su
historia, deberíamos ofrecer una perla. Al final de los seis años, las perlas
se acabarían; Ya no habría oportunidad de salvación. Sobrevendría entonces el
séptimo año, en el cual habría un tiempo de gran angustia y destrucción,
cuando solamente habría protección para aquellos que poseyesen las perlas. Por
esa ocasión, las ciudades de la planicie serían totalmente detruidas por el
fuego del juicio, y los demás pueblos que no se arrepintiesen, serían diezmados
por grandes plagas.
Capítulo 7
Continúan las revelaciones de Melquisedec.
Acontecimientos que se verificarán en Rosh Hashaná, en Yom Kipur y en la fiesta
de Sukot. Seis años de oportunidad. La santificación del día de reposo, señal
de alianza con Yahwéh. La Nueva Jerusalén revelada al final del séptimo año. La
Venida del Mesías. La resurrección de los fieles fallecidos y transformación de
los vivos victoriosos. Coronación de los justos en la Ciudad Santa. (Véase
Crono. 3)
1 Sobre el triunfo que acabábamos de obtener sobre
numerosos ejércitos, Melquisedec, después de repetirme las palabras dichas por
el Mesías, dijo una señal que sería importante para aquéllos que viviesen por
la ocasión de la gran liberación de Israel. Afirmó que, multiplicando las 144
perlas del diezmo por el número de columnas de su palacio, encontraría el año
que traería a su consumación la gran liberación de Israel. Movido por la
curiosidad, comencé inmediatamente a contar las columnas; Eran 40 columnas de
mármol, adornadas con piedras preciosas.
2 Al regresar al rey con el resultado de los
cálculos, él comenzó a hacer predicciones sobre los grandes acontecimientos que
tendrían lugar al final de aquél año:
3 —Al llegar la plenitud de los tiempos, todos los
esfuerzos humanos en busca de la paz se frustrarán. En aquel tiempo, numerosas
naciones se aliarán contra el reino de Salem; Habrá una batalla como
nunca hubo, y toda la tierra será castigada por el fuego; Después de
agotar ellos todos los recursos en su defensa, Israel verá, con desesperación,
incontables enemigos marchando contra ellos, con el propósito de eliminarlos.
Como Lot en su noche de angustia, ellos verán morir su esperanza, cuando, en
Rosh Hashaná, ha de oírse en medio de las ruinas de Salem, los acordes
armoniosos de un laúd, tocados por un beduino de la tribu de Taamireh; Su
música hará renacer la fe y la esperanza en un mundo mejor, donde nación
no se levantará contra nación; donde las lágrimas, el dolor y la muerte no
existirán más. —
4 Después de consolar a los afligidos con los
acordes de su laúd, el beduino tomará el vaso con los pergaminos de la tumba de
David, y lo llevará sobre los hombros. En aquel día, estarán los pies suyos
sobre el Monte de los Olivos, y, al clamar por la liberación de Israel,
habrá un fuerte terremoto que agrietará el Monte por la mitad, surgiendo del oriente
hacia el occidente un enorme valle. En aquel día, toda la tierra de Israel será
fuertemente sacudida, sobreviniendo una total destrucción para todos los
ejércitos enemigos; Habrá, sin embargo, salvación para todos aquéllos que, con
arrepentimiento, se refugiaron bajo las alas del Eterno, lanzando lejos de sí
los instrumentos de violencia.
5 Toda la humanidad testimoniará, con espanto, las
escenas de la liberación de los hijos de Israel. En aquel día, muchos pueblos y
poderosas naciones se establecerán al lado de Yahwéh de los Ejércitos;
Multitudes de los judíos de la diáspora se aproximarán, diciendo: Nos iremos
con vosotros, porque sabemos que el Eterno está de vuestro lado.
6 El Yom Kipur que seguirá a la liberación,
será un día de purificación de las impurezas de todos aquéllos que aceptaron la
salvación; En aquel día acabará la ceguera de los hijos de Jacob, y mirarán
hacia Aquél a quien traspasaron, y llorarán amargamente por él como se llora
por un hijo unigénito.
7 En la fiesta de Sukot (cosechas) será derramado
el Espíritu de Dios sobre toda carne; Y sucederá que, todo aquél que invoque el
nombre de Yahwéh, será salvo, recibiendo una perla del vaso.
8 En el decorrer de los días de Sukot, lluvias de
bendiciones caerán sobre el inmenso valle, haciendo surgir a la vista de todos
los pueblos, en toda la tierra Santa, un paraíso repleto de alegría y paz.
9 En aquel día los elegidos de Dios
comprenderán las palabras del libro:
10 "Oídme, vosotros, que procuráis la
justicia, vosotros que buscáis a Yahwéh. Mirad hacia la roca de la cual
fuisteis cavados, hacia la caverna de la cual fuisteis sacados. Mirad hacia
Abraham, vuestro padre, y hacia Sara, aquella que os dio a luz. Él estaba solo
cuando lo llamé, mas yo lo bendije y lo multipliqué. Yahwéh consoló a Sión,
consoló todas sus ruinas; él transformará su desierto en un Edén y su soledad
en un jardín. En ella encontrarán gozo y alegría, cánticos de acción de gracias
y sonidos de música".
11 En aquel día los redimidos mirarán hacia el
humilde beduino que liberó de la caverna el vaso de Abraham, y cantarán con
alegría:
12 "Cuán bellos son, sobre los montes, los
pies del mensajero que anuncia la paz, del que proclama buenas nuevas y anuncia
la salvación, del que dice a Sión: ¡Oh tu Dios reina! Porque Yahwéh consoló a
su pueblo, él redimió Jerusalén. Yahwéh descubrió su santo brazo a los ojos de
todas las naciones, y todos los extremos de la tierra verán la salvación de
nuestro Dios".
13 Durante seis años, toda la humanidad, iluminada
por la mayor revelación del amor y de la justicia de Yahwéh, tendrá oportunidad
de romper con el imperio del pecado, uniéndose a los hijos de Israel en su
marcha de purificación y restauración del reino de la luz.
14 Entonces acontecerá que, todos los sobrevivientes de las naciones que
marcharon contra Jerusalén, subirán, año tras año, para postrarse delante del
rey Yahwéh de los Ejércitos, y para celebrar la fiesta de Sukot. Y acontecerá
que aquélla de entre las familias de la tierra que no suba y no venga, atraerá
contra sí misma la plaga con la que Yahwéh herirá a lasnaciones que no suban a celebrar la fiesta de
Sukot.
15 En aquellos años de oportunidad, sonará por
todas partes del mundo el último convite de misericordia, en un intento por que
todos los pecadores se arrepientan y se unan en una eterna alianza con Yahwéh,
diciendo:
16 "Así dice Yahwéh: Observad el derecho y
practicad la justicia, porque mi salvación esta pronta a llegar y mi justicia,
a manifestarse. Bienaventurado el hombre que proceda así, y el hijo del hombre
que en esto se afirma, que guarda el sábado y no lo profana y que guarda su
mano de practicar el mal. No diga el extranjero que se entregó a Yahwéh:
—Naturalmente Yahwéh va a excluirme de su pueblo,— ni diga el eunuco: —No hay
duda, yo no paso de un árbol seco";— Pues así dice Yahwéh a los eunucos
que guardan mis sábados y optan por aquello que es mi voluntad, permaneciendo
fieles a mi alianza: “He de darles, en mi casa y dentro de mis muros, un
monumento y un nombre más precioso del que tendrían como hijos e hijas; He de
darles un nombre eterno, que no será extirpado. Y, en cuanto a los extranjeros
que se entregaren a Yahwéh para servirlo, sí, para amar el nombre de Yahwéh y
convertirse en sus siervos, a saber, todos los que se abstienen de profanar el
sábado y que se mantienen fieles a mi alianza, yo los traeré a mi santo monte y
los cubriré de alegría en mi casa de oración. Sus holocaustos y sus
sacrificios serán bien aceptados en mi altar. En efecto, mi casa será llamada
casa de oración para todos los pueblos".
17 En los seis años de oportunidad, Samael, el gran
engañador, en un gesto de desesperación, empleará todos los recursos posibles
para impedir la realización de Yahwéh a través de Su pueblo. En oposición a la
santificación del sábado que es la señal de la alianza entre Yahwéh y sus
escogidos, numerosas religiones, aliadas a gobernantes impíos, impondrán otro
día para el culto, no pudiendo comprar ni vender todos aquéllos que se
mantuvieren fieles a la alianza de Yahwéh. En aquellos años de pruebas, los elegidos
de Dios sobrevivirán mediante el cuidado de los ángeles, que los conducirán
distantes de las ciudades populosas que serán castigadas por las siete últimas
plagas que caerán sobre los impenitentes al final de los seis años.
18 Durante los seis años de la cosecha final, el
Mesías edificará una Nueva y Eterna Jerusalén, adornándola con los hechos de
justicia de Sus escogidos. Esa Nueva Jerusalén solamente será revelada al
completarse toda la justicia divina, al final del séptimo año, período en que
los elegidos de Dios tendrán como desafío vivir una vida sin culpas, pues
cualquier acto de rebeldía en aquel tiempo, estaría sin expiación, significando
una eterna vergüenza para el Creador.
19 Al completarse los siete años, el Mesías
aparecerá en las nubes del cielo, acompañado por todas las huestes celestiales;
Al tocar Su trompeta en aquél gran Rosh Hashaná, los fieles fallecidos,
resucitarán revestidos de gloria; los vivos victoriosos, serán transformados en
un abrir y cerrar de ojos, recibiendo cuerpos perfectos; Juntos, todos los
redimidos serán arrebatados hacia la Nueva Jerusalén, en un viaje inolvidable
que comenzará en el primer día de la fiesta de Sukot; Después de siete días de
feliz ascensión, llegarán a La Ciudad Santa para conmemorar, delante del trono,
el octavo día de la fiesta. Como si fuese un sueño, los rescatados del Señor
entrarán en La Ciudad Santa, encontrando a su lado norte, el jardín del Edén,
en medio del cual se eleva el monte Sión, el lugar del trono de Yahwéh.
Coronados por el Mesías, los redimidos entonarán el cántico de la victoria,
haciendo vibrar por todo el espacio los acordes de sus arpas, laúdes y flautas.
Capítulo
8
Continúan las predicciones de Melquisedec. Abraham
y sus pastores proclaman la salvación represen-tada por la historia del vaso y
su llama redentora. Otorgan perlas a los creyentes. Un tiempo de opor-tunidad
antes de la calamidad. Las perlas del vaso no tenían significado
para Sara.
1 Después de proferir todas estas predicciones,
Melquisedec me dijo que toda la experiencia que estábamos viviendo, era pre
figurativa. Para que todo el drama se consumase, teníamos todavía delante de
nosotros acontecimientos importantes; primeramente, yo debería regresar al
Roble de Mambré juntamente con mis pastores, para proclamar a todos la
salvación representada por la historia de aquel vaso. Todo aquél que, con
arrepentimiento, aceptase al Mesías revelado, obtendría el perdón de sus
pecados, recibiendo una perla. Al final de seis años, al llegar la víspera de
Rosh Hashaná, las perlas se acabarían, no habiendo más oportunidad de
salvación. Por aquel tiempo, el fuego del juicio caería sobre las ciudades de
Sodoma y de Gomorra, habiendo terribles plagas sobre todos los infieles.
2 Al oír tales palabras del rey de Salem, me
sobrevino gran an-gustia, al acordarme de los últimos pasos de Sara; Yo temía
que ella, en su incredulidad, no aceptase una perla. Si esto aconteciese, mis
lindos sueños se echarían por tierra, pues no conseguiría ser feliz en su
ausencia. Leyendo en mis ojos la angustia, Melquisedec me consoló con una
promesa:
3 —Abram, de aquí a seis años Yahwéh te visitará en tu
tienda, y tu esposa será curada de su esterilidad. Ella se convertirá y te dará
un hijo que se llamará Isaac. —
4 Al finalizar la fiesta de Sukot, retornamos a
nuestras tiendas junto al Roble de Mambré. A medida en que íbamos avanzando por
el camino, muchas personas nos rodeaban, admirados por la belleza del vaso
repleto de perlas; A todos contábamos la historia de su llama redentora, y
ofrecíamos las perlas a todos los que creyendo, aceptaban la salvación.
5 Cuando llegamos al Roble de Mambré, una multitud
de personas en él esperaba; Muchos habían oído hablar de la milagrosa
liberación operada a través de aquel vaso que había sido el blanco de tanto menosprecio.
Ahora, todos estaban enmudecidos al verlo glorificado.
6 Juntamente con mis pastores, continuamos
proclamando el infinito amor de Yahwéh revelado por la llama. El número de
aquellos que procuraban obtener las perlas fue aumentando, día tras día, y
todos éramos felices.
7 Los días, los meses y años fueron pasándose, y la
cantidad de perlas fue disminuyendo dentro del vaso. Estábamos viviendo ahora
los últimos meses del sexto año, que era el último de oportunidad. A medida en
que los días se pasaban, aumentaba en mi corazón una preocupación y una
angustia, pues Sara hasta entonces no había tomado interés en apoderarse de su
perla, a pesar de mis constantes ruegos.
8 En aquellos momentos de aflicción en que clamaba
a Dios por la salvación de Sara, mi único consuelo eran las últimas palabras
del rey de Salem, de que al final de los seis años ella sería transformada.
9 Vivíamos ahora los últimos días del sexto año; La
conciencia de que el tiempo se estaba agotando, hacía que muchas personas me
procurasen desde la mañana hasta la noche, para apoderarse de las perlas de la
salvación. Con el corazón herido por inexpresable aflicción, yo insistía con
Sara, procurando convencerla de su necesidad en tomar, cuanto antes, una perla,
pues las mismas se estaban haciendo cada día más escasas. Sin considerar mi
angustia, Sara desdeñaba mis solicitudes, afir-mando que aquellas perlas no
tenían ningún significado para ella.
Capítulo 9
Abraham intenta convencer a Sara sin tener éxito.
Abraham recibe con hospitalidad a tres peregrinos. El Señor convierte a Sara y
le bendice, le entrega dos perlas, una para ella y otra para su hijo. Abraham
cae a los pies de su Redentor y recibe la última perla.
1 Después de una noche en vela en que,
desesperadamente, procuré convencer a mi amada de posesionarse de su perla,
aceptando la salvación representada por aquel vaso, vi el sol surgir trayendo
la luz del último día —víspera de Rosh Hashaná. — Al mirar hacia dentro
del vaso en aquella mañana, vi que restaban apenas tres perlas. Al admirarles
el brillo, comencé a imaginar que la más brillante sería para mi hijo
prometido, la de brillo intermedio sería la de Sara, y la última sería la mía.
Ese pensamiento me trajo alivio y esperanza; Pero, al mismo tiempo, comencé a
preocuparme con la posibilidad de que llegaran personas procurando obtenerlas;
Si viniesen, yo no podría negarles el derecho a ellas.
2 Tomado por esa preocupación, permanecí sentado
bajo el Roble de Mambré. En el transcurso del día, me sobrevino un gran
estremecimiento cuando vi a lo lejos tres peregrinos que caminaban rumbo a
nuestra tienda. Comencé a clamar a Dios que ellos cambiaran de rumbo, pero mis
clamores no fueron atendidos. Dominado por una gran amargura, corrí hasta
ellos, y, después de postrarme, los invite hacia la sombra.
3 Tomando una vasija con agua, comencé a lavarles
los pies, limpiándolos del polvo del camino. Al ver los pies heridos y
ampollados de aquéllos hombres, sentí compasión por ellos; Comprendí que habían
venido de muy lejos, enfrentando peligros y desafíos, con el propósito de
obtener a tiempo las perlas. Vi que ellos eran mucho más merecedores que yo,
Sara y nuestro hijo prometido.
4 Al lavar los pies del tercero, mi corazón que
hasta entonces estaba afligido, se lleno de paz y alegría; Imaginaba en
aquel momento, cuán terrible sería si aquél tercer peregrino, no se hubiese
unido a los dos primeros en aquel trayecto; En ese caso yo estaría obligado a
tomar la última perla, subiendo sin mi amada a Salem. Si tuviera yo que pasar
por esa experiencia, la perla que simbolizaba la alegría de la salvación, se
convertiría para mí en un símbolo de soledad y tristeza, pues la larga vida del
cariño de Sara, sería para mí el mayor castigo, como la propia muerte.
5 Después de lavarles los pies, comencé a servirles
el alimento que fue especialmente preparado para ellos. Mientras les servía en
silencio, estaba yo esperando el momento en que me preguntarían por las perlas.
Pero sin revelar ninguna prisa, ellos hablaban sobre la larga caminata que
hicieron, sobre las ciudades por donde habían pasado. Yo les pregunté si
conocían Salem; Ellos me respondieron afirmativamente, agregando que en
aquellos seis años, muchas obras habían sido realizadas en aquélla ciudad, en
preparación para una gran fiesta que estaba por realizarse dentro de un año
más, por la ocasión de Sukot.
6 Las palabras de aquél tercer peregrino, el más
conversador de los tres, comenzaron a traerme, misteriosamente, un sentimiento
de esperanza. Al mirar hacia sus ojos azules, Vi que él se parecía a
Melquisedec.
7 Recordaba la última promesa hecha por el rey de
Salem, cuando el tercer peregrino me preguntó con una sonrisa:
8 —Abram, ¡¿Donde está Sara tu mujer?!—
9 Atónito, le pregunté:
10 — ¿Cómo sabes mi nombre y el nombre de mi
esposa?—
11 El peregrino, me respondió:
12 —No solamente sé vuestros nombres, sino también
sé que, de aquí a un año vosotros tendréis un hijo que será llamado Isaac. —
13 Al oír las palabras del visitante, corrí hacia
dentro de la tienda a fin de llamar a mi esposa, para que oyese las palabras de
aquél peregrino.
14 Al verla, el peregrino le preguntó:
15 — ¿Sara, porqué os reís de mis palabras?—
16 Asustada, Sara, contestó:
17 — ¡Yo no reí mi señor!
18 —No digáis que no reísteis, pues yo os vi riendo
dentro de la tienda. — Afirmó el peregrino.
19 Consiente de estar delante de alguien que
conocía su interior, Sara le preguntó:
20 — ¡¿Quién eres tú Señor?!
21 — ¡Yo Soy la llama que se desprendió del Fuego
del Altar para estar en el vaso de tu esposo! ¡Yo Soy el Mesías, el Yahwéh que
sufre humillaciones y desprecios por amor a Su pueblo!—
22 Habiendo hecho esta revelación, el peregrino
extendió Sus manos sobre la cabeza de Sara para bendecirla; Solo hasta entonces
vi, que ellas estaban marcadas por cicatrices semejantes a las del rey de
Salem.
23 El peregrino, con mucha ternura, comenzó a
hablar al corazón de mi amada, rescatándola de su caverna de incredulidad:
24 — ¡Sara, valiosa eres a mis ojos! ¡Todo tu
pasado de incredulidad e infertilidad está perdonado! ¡Tengo para ti un futuro
glorioso, pues tú te con-vertirás en madre de muchos pueblos y naciones!—
25 Después de decir estas palabras, el noble
visitante se encaminó hacia el vaso e, inclinándose, tomó de el las tres perlas
restantes. Dirigiéndose a Sara, le entregó dos perlas, y le dijo:
26 —Una es para ti y la otra es para tu hijo Isaac.
—
27 Con la vida transformada por el amor de Yahwéh,
Sara se postró agradecida a los pies de aquél peregrino que la había salvado en
el último momento de oportunidad. Cuando la vi postrarse sumisa, mi corazón por
tantos años afligido, se rompió en lágrimas de alegría y gratitud, y caí a los
pies de mi Redentor y Rey.
28 Después de consolarnos con la certeza de nuestra
eterna salvación, el peregrino me entregó la última perla. Cuando la apreté en
mis manos sentí una gran luz de alegría y paz penetrar todo mi ser, y comencé a
alabar al Eterno por la certeza de que tendría para siempre a mi lado a mi
querida Sara y al hijo de la promesa que, dentro de un año nacería.
Capítulo 10
Abraham acompaña al Señor hasta la colina desde donde el Señor
envía a sus dos compañeros a una misión. Yahwéh se lamenta por la destrucción
que habrá de sobrevenir a los habitantes de las ciu-dades de aquel hermoso
valle. Abraham
intercede por aquel pueblo. No había diez justos en Sodoma y Gomorra.
Lamentación de Yahwéh. Los dos compañeros son enviados para rescatar a Lot y
sus hijas. Abraham se postra agradecido a Yahwéh por la intervención en el
rescate de sus familiares.
1 Después de estas cosas, Yahwéh se despidió de
Sara y de los pastores que allí se encontraban, y me invitó a que los
acompañara hasta la colina que esta frente al valle. Cuando llegamos a aquel
lugar, el Eterno se despidió de sus dos compañeros, enviándolos a una misión especial
en Sodoma.
2 De la cima del monte contemplábamos los fértiles
valles y bosques que, como un paraíso, se extendían en ambos márgenes del río
Jordán, circundando las prósperas ciudades, dentro de las cuales se destacaban
Sodoma y Gomorra.
3 Fue sobre aquella colina que, después de la
contienda entre mis pastores y los pastores de Lot, le di la oportunidad de
escoger el rumbo a seguir, pues no podríamos permanecer juntos. Atraído por las
riquezas de la campiña, él decidió mudarse hacia allá.
4 Al mirar hacia mi compañero que permanecía en
silencio desde el momento en que vimos la campiña, me sorprendí al verlo
llorando. Le pregunté el motivo de su tristeza, y Él, sollozando respondió:
5 —Este es para mí un día de mucha tristeza, pues
por última vez mis ojos podrán posarse sobre este valle fértil. ¡Lloro por los
habitantes de esas ciudades que no saben que sus días acabarán!—
6 La declaración de Yahwéh me trajo el recuerdo de
todos aquéllos cautivos que habían sido liberados seis años antes; lamentablemente,
casi todos rechazaron el baño de la purificación, regresando inmundos hacia sus
casas; Únicamente Lot y sus hijas aceptaron la salvación, tomando posesión de
sus perlas. Pensando en alguna posibilidad de liberación para aquél pueblo,
pregunté al Señor:
7 — ¿Y si acaso existe en aquellas ciudades,
cincuenta personas justas, aún así serían ellas destruidas?—
8 Yahwéh me dijo que si hubiese cincuenta justos,
toda la planicie sería perdonada.
9 — ¿y si hay 45 justos?—
10 —Si hubiese allí 45 justos, todas aquellas
ciudades serían perdonadas. —
11 Continué con mis indagaciones hasta llegar al
número diez. Yahwéh me dijo que si hubiese 10 justos en aquellas ciudades,
toda la planicie sería perdonada.
12 Torturado por una inexpresable agonía de
espíritu, Yahwéh volvió a llorar amargamente, mientras que con voz embargada,
pronunciaba un triste lamento:
13 —Sodoma y Gomorra, cuántas veces quise Yo juntar
a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, mas
vosotras no aceptasteis mi protección. ¡¿Por qué es que vosotras cambiasteis la
luz de mi salvación, por las tinieblas de este reino de muerte?! ¡Mis oídos
están atentos en busca de, por lo menos una plegaria, mas todo es silencio!
¡Mis manos están extendidas, prontas a impedir el fuego del juicio, mas
vosotras rechazáis mi socorro!—
14 Inclinándome al lado de mi sufridor compañero,
me uní a Él en la lamentación. En aquel momento de dolor, tuve la certeza de
que Melquisedec también sufría por todos aquellos que habían cambiado el amor y
la paz de Salem, por las ilusiones de aquel valle de destrucción.
15 Después de un largo llanto, Yahwéh me consoló,
con la revelación de sus dos compañeros, se encontraban en aquel momento en
Sodoma, con la misión de salvar a Lot y a sus hijas librándoles de la muerte.
Sus palabras me trajeron gran alivio, y me postré agradecido a sus pies.
Capítulo 11
Yahwéh comisiona a Abraham registrar en un rollo la
historia del Vaso, así como la historia de Salem, para posteriormente
entregarlo dentro del Vaso a Melquisedec. Destrucción de Sodoma y Gomorra.
Abraham se lamenta en extremo.
1 Antes de partir, Yahwéh me encargó una misión,
diciendo:
2 —Toma un rollo vacío y registra en él la historia
del vaso y la historia de Salem, conforme oísteis de los labios de Melquisedec.
Dentro de un año, tú y todos aquellos que aceptaran la salvación, deberán subir
a Salem para la fiesta de Sukot; En aquel día, devolverán al rey de Salem el
vaso, ofreciendo dentro de él como presente, el rollo. —
3 En aquella misma tarde, en obediencia a las
órdenes de Yahwéh, comencé a registrar la historia vivida por mí y por mis
pastores, desde el momento en que partí rumbo al valle, llevando sobre la
espalda el vaso con su llamarada.
4 Al día siguiente, el sol ya iba alto, cuando, al mencionar
la ciudad de Sodoma en el manuscrito, recordé que aquel era el día de su
destrucción. Con el corazón acelerado, corrí hacia allá y me quedé espantado
con el escenario que se extendió delante de mis ojos: En lugar de aquél valle
fértil, semejante a un paraíso, había un desierto humeante, sin vida alguna; En
lugar de las ciudades de Sodoma y Gomorra, había un cráter profundo, hacia
donde las aguas del mar salado escurrían.
5 Quebrantado ante esa visión de destrucción, volví
a la tienda con el corazón entristecido. El recuerdo de tantas personas que,
por rechazar el perdón divino, habían sido consumidas por el fuego, me dejaba
profundamente debilitado. En los días siguientes, no encontré fuerzas para
escribir; Regresé otras veces a la colina, con la esperanza de que todo aquello
fuese una pesadilla, pero en lugar del valle fértil yo solamente conseguía
percibir aquel caos.
6 Demoré varios días para que yo volviera a tener
el ánimo de proseguir con los escritos del rollo.
LA HISTORIA DE SALEM
(Un relato escrito por
Abraham)
Abraham relata La Historia de Salem según
lo escuchó “de los labios de Melquisedec” en la ocasión en que
subieron a Salem para celebrar la fiesta de Sukot, después de La Gran
Liberación. Adonías, cansado de las iniquidades del pueblo e inspirado en
las virtudes de su amado hijo, edifica una ciudad: “un reino diferente a
todos los demás”. Después de vivir el júbilo de la victoria y la
lamentación de la perdición, Melquisedec recibe una revelación de un ángel, en
la que le declara que “todo aquel drama que estaba viviendo…tenía un sentido
prefigurativo, retratando acontecimientos pasados y futuros, que envolvían todo
el vasto universo”. (Véase Crono. 1 y 2)
Capítulo 1
Adonías, hombre justo, busca alcanzar su sueño de
justicia y paz. Escribe en un pergamino las leyes que regirían el nuevo reino
de paz. Inicia la edificación de Salem, la cual esta destinada únicamente pa-ra
los limpios de corazón.
1 Ésta es la historia de Salem según la oí de los
labios de Melquisedec en la ocasión de la fiesta de Sukot, quince días después
de la liberación de Lót y sus hijas.
2 Todo comenzó con un sueño en el corazón de un
hombre llamado Adonías; Él poseía muchas riquezas, pero a nada apreciaba más
que a la justicia y a la paz que nacían de la sabiduría y del amor.
3 Cansado con las injusticias que predominaban por
toda la tierra de Canaán, Adonías resolvió edificar un reino que fuese regido
por leyes de amor y de justicia. El nombre de la capital de ese reino sería
Salem, la Ciudad de la Paz.
4 Los súbditos de Salem no empuñarían arcos y
flechas, mas serían entrenados en el arte musical; Cada habitante de Salem
tendría siempre al alcance de sus manos un instrumento musical, para expresar
por medio de el la paz y la alegría de aquel nuevo reino. Juntos, formarían una
poderosa orquesta en la lucha contra la desarmonía que nace del orgullo y del
egoísmo.
5 El primer paso de Adonías para la concretización
de su plan, fue elaborar las leyes del nuevo reino, las cuales él las escribió
en un pergamino. Los súbditos de Salem no podrían mentir, hurtar, odiar, ni
matar a sus semejantes. El orgullo y el egoísmo eran señalados como causa de
todo el mal, por tanto, no podrían existir en aquel lugar de paz.
6 Las leyes del pergamino requerían la práctica de
la humildad, de la sinceridad, de la amistad, y, por encima de todo, del amor
que es la mayor de todas las virtudes.
7 Después de registrar en el pergamino las leyes
que regirían aquel reino, Adonías comenzó a planificar la arquitectura de
Salem. Sería una ciudad al principio pequeña, con habitaciones para mil
doscientas personas. Como el lugar de su edificación, fue elegida una región
alta de Canaán, al occidente del Monte de los Olivos.
8 En poco tiempo, la realización de Adonías comenzó
a atraer personas de todas partes que, de cerca y de lejos, venían a conocer
los palacios y las mansiones que estaban siendo edificados. Admirados ante la
belleza de aquella ciudad tan blanca, los visitantes pregun-taban sobre quiénes
serían sus habitantes. Adonías les mostraba el pergamino, diciendo que Salem se
destinaba a los limpios de corazón —aquéllos que estuviesen dispuestos a
obedecer sus leyes. —
Capítulo 2
Conclusión de la edificación de Salem. Melquisedec,
la inspiración de su padre. Adonías buscando honrar a un súbdito especial, ve
en Samael un reflejo de las virtudes del propio príncipe. Samael es honrado.
1 La edificación de la ciudad fue finalmente
concluida y Salem se reveló hermosa como una novia adornada, a la espera de su
esposo.
2 Asentado en su trono, Adonías ahora examinaba a
los nu-merosos candidatos a súbditos que llegaban de todas partes. Aquéllos
que, prometiendo fidelidad a las leyes, eran aprobados, recibían tres dotes del
rey: el derecho a una mansión, vestiduras de lino fino y un instrumento musical
en el cual deberían practicar.
3 La ciudad estaba finalmente repleta de
habitantes. Lleno de alegría, Adonías convocó a todos a la fiesta de
inauguración de Salem, en el transcurso de la cual proclamó un decreto que
determinaría el futuro de aquel reino, diciendo:
4 —A partir de este día, que es el décimo del
séptimo mes, seis años serán contados, en los cuales todos los habitantes serán
probados. Solamente aquellos que permanecieren leales, progresando en la
práctica de las leyes del pergamino, serán confirmados como herederos de este
reino de paz. Aquéllos que fueren enlazados por culpas y transgresiones, serán
desterrados por el juicio. —
5 Las palabras del rey condujo a todos a un
profundo examen de corazón, y se alegraron con la certeza de que alcanzarían la
victoria sobre todo el orgullo y el egoísmo, que son las raíces de todos los
males.
6 Adonías tenía un hijo único a quién había dado el
nombre de Melquisedec. La belleza, ternura y sabiduría de ése hijo amado,
habían sido su inspiración para la edificación y fundación de su reino.
7 Melquisedec tenía doce años de edad, cuando Salem
fue inaugurada. Era el plan de Adonías coronarlo rey sobre los súbditos
aprobados, al final de los seis años. Este plan, lo mantendría en secreto hasta
el momento oportuno.
8 El príncipe, con sus virtudes y simpatía, se
hizo pronto muy querido por todos en Salem. Él tenía siempre en los labios una
sonrisa y una palabra de afecto. Apreciaba estar junto a los súbditos en sus
hogares, recitándoles las leyes del pergamino en forma de lindas canciones
que vivía componiendo. Su presencia traía al ambiente una atmósfera de
felicidad y paz. Ése amado príncipe poseía, de hecho, todas las virtudes
ne-cesarias para ser rey de una Salem Victoriosa.
9 Adonías había edificado una mansión especial
junto al palacio, con el propósito de ofrecerla al súbdito cuya vida expresase
más perfectamente las leyes del pergamino. Diariamente él observaba a los
habitantes, buscando entre ellos a esa persona a la que deseaba honrar.
10 Paseaba por las alamedas de Salem, cuando, por
entre el trinar de pájaros, Adonías oyó una voz semejante a la de su hijo. Al
darse vuelta para ver quién era, encontró a un bello joven que cantaba una
canción. Al contemplar en su faz el brillo de la sabiduría y de la pureza,
Adonías se alegró por haber encontrado a aquél a quién podría honrar. Aquél
joven, que era una copia fiel del príncipe, se llamaba Samael.
11 Colocándole un anillo en el dedo, el rey lo
condujo al palacio, donde, fue recibido por Melquisedec que le ofreció muchos
presentes, entre los cuales el derecho de estar siempre a su lado.
12 Adonías preparó un gran banquete en honor de
Samael, para el cual todos fueron convidados. Al contemplarlo al lado del rey,
los súbditos lo aclamaron con alegría, acreditándolo ser el propio príncipe.
13 Exaltaban con júbilo las virtudes de aquél
hermoso joven, cuando se manifestó Melquisedec, colocándose con una sonrisa a
la derecha de su padre.
14 En el banquete, Samael fue honrado por todos.
Realmente él era digno de residir en la mansión del monte, pues había en
él un reflejo perfecto de las virtudes que coronaban al amado príncipe.
Capítulo 3
Las sublimes composiciones de Melquisedec
inspiraban al pueblo a actos de bondad y paz. La música preservando la armonía
y la paz. Samael, compañero inseparable de Melquisedec. Revelaciones
impor-tantes de Adonías a su pueblo sobre el futuro gobierno de una Salem
victoriosa. Samael, guardián de las leyes.
1 Salem crecía en felicidad y paz. Con alegría, los
súbditos se reunían cada día al amanecer para oír, cantar y tocar las sublimes
composiciones de Melquisedec, que inspiraban a actos de bondad y paz.
2 Entre las amistades nacidas y fortalecidas en
virtud de la música armoniosa, sobresalía aquélla que unía al príncipe con
Samael. Desde que había comenzado a residir en la mansión del monte, Samael se
había convertido en su compañero constante. Juntos pasaban largas horas,
meditando sobre las leyes del pergamino. Con admiración, el súbdito honrado
veía al hijo de Adonías transformar aquellas leyes en lindas canciones. Las
dulces melodías nacían de sus labios como el perfume de una flor.
3 Consiente de la importancia de la música en la
preservación de la armonía y paz en Salem, el príncipe, además del canto,
comenzó a dedicarse a la música instrumental, siendo su instrumento preferido
el laúd. Era por medio de ese instrumento que conseguía expresar con mayor
perfección la riqueza de su alma.
4 De los seis años de prueba, cinco, finalmente
pasaron. Adonías, feliz de ver que hasta entonces todos los habitantes de
Salem habían permanecido leales a los principios contenidos en el pergamino,
los convocó a un banquete, en el cual haría importantes revelaciones.
5 Habiendo tomado sus lugares delante del trono,
los súbditos, con alegría unieron las voces entonando los cánticos de la paz,
siendo regidos por Samael.
6 Después de oírlos, el rey, emocionado, se dirigió
a su hijo, abrazándolo en medio de los aplausos de la multitud agradecida.
Todos reconocían que la paz y la alegría en Salem, eran en gran medida debidas
al amor y dedicación del amado prínci-pe, que era el autor de aquellas dulces
canciones.
7 En aquel momento de reconocimiento y gratitud,
Adonías reveló sus planes mantenidos hasta entonces en secreto. Con voz pausada,
les dijo:
9 Habiendo dicho estas palabras, el rey agregó con
solemnidad:
10 —Un año de prueba todavía resta, al final del
cual seréis examinados. Permaneciendo fieles como hasta aquí, seréis
honrados siendo confirmados como súbditos de este reino de paz. No obstante, si
alguien fuera hallado en falta, será desterrado, aún y cuando este juicio nos
traiga mucha tristeza y sufrimiento. —
11 Las palabras del rey llevaron a los súbditos a
una profunda reflexión. Todos, examinándose, indagaban reverentes: —
¡¿Estaremos aprobados?!—
12 Seguros de que serían victoriosos, pues amaban a
Salem y sus leyes, unieron las voces en un cántico expresivo de fidelidad. Al
terminar el cántico, Adonías les reveló su gran secreto:
13 —Aquéllos que fueren aprobados, heredando este
reino de paz, recibirán como rey a mi hijo, a quien daré el trono glorificado
de esta Salem Victorio-sa. —
14 La revelación del rey fue aclamada por todos con
mucho júbilo. Adonías, sin embargo, todavía no les había revelado todo su plan,
por eso pidiéndoles silencio, prosiguió:
15 —Mi hijo empuñará un cetro especial, en el cual
sellaré todo el derecho de dominio, su cetro, simbolizando toda la armonía,
será un laúd. —
16 Ante esta revelación que a todos
sensibilizó, el príncipe postrándose a los pies de su padre, lloró motivado por
mucha alegría. Mientras tanto, todos le aplaudían con euforia, anhelando ver el
amanecer de ese día en que la paz sería victoriosa.
17 Adonías, llamando a Samael a estar junto a su
hijo, concluyó diciendo:
18 —En el gobierno de esta Salem victoriosa, tengo
el propó-sito de hacer de Samael el primero después de Melquisedec. A él será
confiado el pergamino de las leyes, debiendo ser el guardián de la honra de
este reino triunfante. —
Capítulo 4
Samael se deja dominar por sentimientos de grandeza
y orgullo. Mantiene en secreto su plan e in-tenta imponer sus conceptos
contrarios a la ley del pergamino. Melquisedec consigue restaurarlo al camino
de la humildad y la rectitud, pero nuevamente recae al dejarse
dominar por el orgullo y la codicia.
1 Samael, al conocer los planes de Adonías en
cuanto al futuro de Salem, se llenó de euforia. Contemplaba ahora risueño
aquella ciudad sin igual, imaginando su futuro de gloria. Considerando las
palabras del rey, de que él sería el segundo en el reino, se dejó dominar por
un sentimiento de exaltación. Él, que hasta entonces, en obediencia a las leyes
del pergamino, había vivido una vida de humildad, comenzó a enorgullecerse de
su posición. En su devaneo se sentía junto al trono, teniendo a los súbditos de
Salem a sus pies, aclamando con alabanzas su grandeza. Samael, totalmente
dominado por ese sentimiento, no se daba cuenta de que estaba siendo conducido
por un camino peligroso. El orgullo que lo seducía, estaba generando el egoísmo
que luego se manifestaría en codicia.
2 Una semana después de la revelación de Adonías,
los súbditos promovieron una fiesta en homenaje a Melquisedec, el futuro rey de
Salem. Viéndolo aclamado por tantas alabanzas, Samael tuvo el corazón
arrebatado por un extraño sentimiento de envidia, fruto del orgullo y del
egoísmo. No podía soportar el pensamiento de ser dejado en segundo plano.
¡¿Acaso no era él tan hermoso y sabio como el príncipe?! Era casi imposible
disfrazar tal sentimiento de infelicidad.
3 En tiempos pasados, Samael encontraba
indescriptible placer en los momentos en que, al lado del príncipe,
recitaba las leyes contenidas en el pergamino, que eran transformadas en lindas
canciones. Ahora, tales momentos se tornaron desagradables, pues aquellos
principios contrariaban sus ideales. Decidió, sin embargo, no revelar sus
sentimientos de rebelión. Soportaría el anticuado pergamino hasta que, con su
autoridad, pudiese excluirlo del nuevo reino que sería establecido. ¿No sería
acaso él el guardián de aquellas leyes? Esa "victoria" procuraría
alcanzar mediante su influencia y sabiduría.
4 Juzgando poder influenciar al hijo de Adonías con
sus sueños de grandeza, Samael se aproximó hasta él con euforia, y comenzó a
hablarle de las glorias del reino venidero, donde los dos, cubiertos de
honores, disfrutarían de las alabanzas de una Salem victoriosa. Serían ellos
los héroes del más perfecto reino establecido entre los hombres.
5 Las delirantes palabras del súbdito honrado
trajeron preocupación y tristeza al corazón del joven príncipe, pues no
reflejaban las enseñanzas de amor y humildad del pergamino.
6 Viendo a su amigo íntimo en peligro, Melquisedec,
con una ternura jamás revelada, lo condujo al lado del trono, donde, tomando el
pergamino, comenzó a leer compasivamente los siguientes párrafos:
7 —El reino de Salem será afirmado sobre la
humildad, pues esta virtud es la base de toda verdadera grandeza.
8 La humildad es fruto del amor, siendo contraria
al orgullo, que puede mantener a una criatura apresada al polvo, haciéndola
contentarse con sus limitaciones, engañándola como si las mismas fueran de
infinito valor.
9 La humildad consiste en el olvido de sí mismo, y
este, en una vida de abnegado servicio por los semejantes. —
10 Samael, esforzándose por encubrir su indignación
ante la lectura del pergamino que para él era anticuado, dijo al príncipe, en
tono de consejo de amigo:
11 —Mi buen amigo, reinaremos en una Salem
victoriosa, que fulgurará muy por encima de este pergamino, cuyos principios
fueron cumplidos fielmente en estos años de prueba. ¿Acaso la plena libertad no
será la gloria de Salem? Pues sabed que, la completa libertad no coexistirá con
estas leyes, cuyo objetivo se encierra al término de los cinco años.
Corresponde a nosotros dos coronar a Salem con el honor de una total libertad,
que generará una felicidad sin fin. Tal libertad es imposible que exista bajo
las limitaciones del pergamino. —
12 El hijo del rey se estremeció mucho ante las
palabras de su amigo, que evidenciaban locura. ¡¿Cómo liberarlo de ese camino
de muerte?!
13 Nadie en Salem, además de Melquisedec, conocía
la triste condición de Samael. Con paciencia, el príncipe procuraba
concientizarlo del valor real del pergamino, cuyas leyes no podrían jamás ser
alteradas, pues esto ocasionaría el fin de toda la paz.
14 Los consejos del príncipe finalmente despertaron
su corazón. Meditando en sus palabras, se concientizó de estar siguiendo por un
camino engañoso.
15 Al ver en los ojos de aquél a quién tanto amaba
las lágrimas del arrepentimiento, el hijo de Adonías se alegró con su victoria
sobre el orgullo y el egoísmo.
16 Los días que siguieron a la liberación, fueron
llenos de realizaciones; El príncipe se mostraba aún mas amigo, dispuesto a dar
todo de sí mismo de modo que su compañero pudiese proseguir triunfante en el
camino de la humildad. En aquellos días de júbilo, fue dado a él el honor
de conocer el cetro que estaba siendo moldeado.
17 En un momento de descuido, Samael que había
vuelto a disfrutar de paz en el espíritu, permitió que su corazón nuevamente
estuviera poseído por un sentimiento de grandeza, que hizo desencadenar una
nueva tormenta en su alma. Ese sentimiento mezcla de orgullo y codicia le
sobrevino en el momento en que el príncipe le mostraba el laúd dorado, en el
cual estaba siendo impreso el sello de todo el dominio.
Capítulo 5
Samael formula planes de conquista. Predica a
los súbditos una falsa y engañosa doctrina. Adonías percibe esta rebelión y
predica la exactitud de las leyes del pergamino para lograr la paz y la
ver-dadera libertad. Melquisedec les ofrece el perdón y la oportunidad de
volverse a la rectitud. Samael se reúne en secreto con sus seguidores y les
revela su plan de conquista.
1 Desde su mansión Samael contemplaba a Salem en su
resplandor matinal. Viéndola, cual novia adornada a la espera de su rey, la
codició. En su delirio comenzó a formular planes de conquista. Ya podía
sentirse exaltado sobre su trono, teniendo en las manos el cetro precioso.
Todos lo aclamarían como el libertador de la opresión de aquellas leyes. Salem
sería un reino de completa libertad y placer. Dominado por esta codicia,
comenzó a maquinar planes de conquista.
2 Samael decidió actuar sutilmente entre los
súbditos, llevándolos a ver en el pergamino alguna imprecisión a la libertad
real. En su misión de engaño, actuaría con aparente bondad, mostrando interés
por el crecimiento de la felicidad de todos.
3 Poniendo en práctica sus planes, comenzó a
visitar a los súbditos en sus mansiones, hablándoles de las glorias del reino
venidero, donde disfrutarían una completa libertad.
4 Grande era su influencia en Salem. Todos
admiraban su belleza y sabiduría, teniéndolo como un perfecto apóstol de la
justicia y del amor. Nadie podía imaginar que en medio de aquella atmósfera de
júbilo y gratitud una trampa sutil estaba siendo colocada, en las garras de la
cual muchos podrían caer por descuido.
5 En su seductora misión, Samael no hablaba contra
el pergamino, no obstante, lo elogiaba por haber ejercido en aquellos seis años
prontos a finalizar, una misión de prueba. En su lógica, sin embargo, procuraba
mostrar que, en el reino venidero, cuando todos estuvieran aprobados, estarían
por encima de aquellas leyes. Sus argumentos, aparentemente correctos, le
preparaban el camino para afirmar abiertamente que, en el nuevo reino, la
existencia del pergamino, sería una traba a la concretización de la verdadera
libertad.
6 Las semillas de la rebelión lanzadas por Samael
no tardarían en germinar en el corazón de muchos en Salem. Esto acontecía a
seis meses del Yom Kipur, cuando el destino de todos sería sellado. Un tercio
de los habitantes, seducido por el terrible engaño, lo exaltaba ahora, en
completo desprecio a las leyes y al príncipe, a quiénes juzgaban de anticuados.
7 Adonías, que sufría al ver el surgimiento de toda
esta rebeldía, convocó a los súbditos a una reunión de emergencia. En la faz de
todos se podía ver las contrastantes disposiciones.
8 Con voz compasiva, el rey comenzó a revelarles,
como jamás lo había hecho antes, la gran importancia de las leyes registradas
en el pergamino, mostrando que ellas eran la base de toda la prosperidad y paz.
Si tales leyes fuesen excluidas, toda felicidad y gloria se extinguirían, dando
lugar al caos.
9 Después de mostrar la necesidad de las leyes,
Melquisedec, movido por un fuerte deseo de salvar a aquéllos a quienes tanto
amaba, levantó el pergamino delante de todos y, con voz llena de bondad les
ofreció el perdón y la oportunidad de volver a iniciarse en el camino de la
paz. Sus palabras a todos conmovió, logrando que hasta el mismo Samael
estuviese al principio motivado, sin embargo, el orgullo le impidió de nuevo el
arrepentimiento. De esta manera, el súbdito honrado, cuando todavía podía mirar
arrepentido hacia el pergamino, se endureció en su rebeldía, decidiendo
continuar hasta el fin. Esta decisión, todavía, no la manifestaría prontamente,
pues había idealizado un plan traicionero.
10 Al finalizar el encuentro de oportunidad, Samael
convocó a sus seguidores a una reunión secreta, que fue realizada bajo el manto
de la noche, junto al riachuelo de Cedrón que estaba fuera de los muros de
Salem.
11 Después de maldecir el pergamino y a todos
aquéllos que lo defendían, comenzó a hablarles de sus planes de venganza y
traición:
12 —Como vosotros sabéis, los seis años de prueba
se están agotando, restando, a partir de hoy, veinticuatro semanas para el día
de la coronación. Si vosotros quisierais tenerme como rey en lugar de
Melquisedec, podré robarle el cetro, apoderándome del reino. —
13 Samael comenzó a explicarles los lanzamientos de
la traición, dándoles las debidas orientaciones sobre la manera de actuar a
partir de aquella fecha:
14 —Necesitamos mantener una apariencia de
fidelidad al pergamino y al príncipe hasta que llegue el momento de actuar. El
golpe será dado en la noche que antecede al día de la coronación. A la media
noche, furtivamente nos ausentaremos de Salem. Robaré en esa noche el cetro y,
juntos, huiremos hacia el profundo valle donde están las ciudades de Sodoma y
Gomorra. Allí nos armaremos, y marcharemos contra Salem, subyugando a nuestros
enemigos. Acabaremos entonces con el per-gamino y con todos aquéllos que
se rehusaren rendir obediencia a nuestro gobierno. —
Capítulo 6
Samael y sus cómplices fingen fidelidad al reino.
Melquisedec confiado le muestra a Samael el lugar secreto del laúd dorado.
Samael traiciona la confianza de Melquisedec preparando a sus hombres y robando
el preciado cetro. Samael y sus seguidores marchan hacia el valle. Salem
peligra.
1 Sobrevinieron días de aparente tranquilidad y
paz, Samael, fingiendo fidelidad, estaba siempre al lado del príncipe,
demostrando admiración por sus nuevas composiciones que exaltaban las leyes del
pergamino. Los seguidores de Samael, de la misma manera, unían las voces en
alabanzas que expresaban la grandeza de los principios a los cuales repugnaban.
2 Melquisedec, lleno de alegría por ver aproximarse
el día de su coronación, ensayaba con los súbditos los cánticos de la victoria,
los cuales había compuesto especialmente para aquella ocasión. Con felicidad
hablaba a todos sobre sus sueños en tornar a Salem cada vez mas llena de
honra por su belleza y armonía.
3 Samael, en su maldad oculta, se burlaba del
príncipe. Ya preveía el dolor que le ocasionaría el golpe de la traición.
4 En aquellos días de aparente paz, el súbdito
rebelde procuró conocer el lugar en que el cetro estaría oculto hasta el día de
la coronación. El príncipe, sin desconfiar, le reveló todo el secreto: la sala,
el cofre con su enigma, el rico estuche y, finalmente el tesoro. Contemplándolo
el astuto Samael se animó al ver impreso en su parte convexa el sello del
dominio; Comprendió que, aquél que lo poseyera, tendría en las manos el reino
de Salem. Solamente algunos días, pensó él, y tendría bajo su poder aquel
precioso instrumento.
5 El sol declinó trayendo a Salem el día que
significaría victoria o derrota.
6 Poco antes del anochecer, Samael había dejado el
palacio donde había pasado todo el día al lado del príncipe, ayudándole en los
preparativos para la ceremonia de la coronación. Dirigiéndose hacia su mansión,
saludó las tinieblas con una malvada sonrisa. ¡Cuánto había anhelado por
aquella noche!
7 Mientras que los fieles, embelesados por la
emoción de la feliz victoria, revisaban bajo la luz de candelabros los adornos
de sus instrumentos, de sus vestiduras y mansiones, certificándose que serían
aprobados a la mañana siguiente, Samael y sus seguidores hacían sus últimos
preparativos para blandir el golpe.
8 A la media noche, siguiendo las instrucciones de
Samael, todos sus seguidores abandonaron silenciosamente sus mansiones,
dirigiéndose al profundo valle de Cedrón, donde esperarían a su nuevo rey.
9 Samael, a su vez, se dirigió a los fondos
del palacio, por donde esperaba entrar sin ser notado, yendo al encuentro del
cetro. Evitando hacer cualquier ruido, traspasó el portal, dirigiéndose
silenciosamente a la sala que guardaba el precioso cetro.
10 En aquel momento, el príncipe que, insomne rodaba
en su lecho, presintiendo algún peligro, se dirigió al cuarto de su padre y lo
despertó diciendo:
11 —Padre mío, oí ruidos de pasos en el interior
del palacio. —
12 Acariciando la cabeza de su hijo, Adonías,
somnoliento le respondió:
13 —Hijo, no te preocupes. Acuéstate conmigo y
duerme tranquilamente. De aquí a poco rayará el amanecer y tú tendrás en las
manos el laúd dorado. —
14 El príncipe, tranquilizado por las palabras
confiables de su padre, se entregó a un sueño de lindos sueños en el que
vivía al lado de Samael y de todos los súbditos de Salem, los momentos festivos
de la coronación. Mientras que esto sucedía, el rebelde con las manos
temblorosas, se apoderaba del cetro. En aquel momento, tuvo la idea de llevarse
solamente el laúd, dejando el estuche en su debido lugar. Con una sonrisa llena
de maldad, imaginó el momento en el que el rey entregaría a su hijo aquel
estuche vacío.
15 Llevando consigo el cetro, Samael se dirigió
apresuradamente al lugar donde sus seguidores lo esperaban. Al encontrarlos,
dio paso a todo su orgullo proclamando:
16 —Ahora yo soy el rey de Salem. ¿Quién posee un
cetro como el mío? Con él domino la tierra y el mar. Mi fuerza está en las
tinieblas, pues a través de ellas lo conquisté. —
17 Festejando la victoria, la turba ruidosa se
separó para distanciarse de Salem, siguiendo rumbo a las ciudades corrompidas
de la planicie, donde pre-tendían armarse para la conquista de su reino.
18 El sol apareció en el horizonte, trayendo la luz
del día de la expiación (Yom Kipur). Despertando de su sueño de lindos sueños,
el príncipe se alistó para la ceremonia del juicio y de la coronación.
Vestiduras especiales de lino fino, adornadas con hilos de oro y piedras
preciosas, le fueron preparadas. Después de vestirse, Melquisedec se encaminó
al encuentro de sus súbditos, en el extremo sur de Salem. De allí los
conduciría en una marcha festiva rumbo al palacio situado al norte, sobre el
monte Sión.
19 Adonías, haciendo sonar un cuerno largo, convocó
a todos para la reunión del juicio. Dejando sus mansiones, todos los restantes
se dirigieron hacia la plaza de la puerta sur, llevando consigo sus
instrumentos musicales.
20 Al encontrarse con aquéllos fieles, Melquisedec
se sorprendió por la ausencia de mu-chos. Ese misterio le dolía en el alma,
pues le ocultaba el rostro más querido de su amigo Samael.
21 Dejando a sus seguidores reunidos, el príncipe
salió a la búsqueda de los ausentes. En su búsqueda infructuosa, se dirigió
finalmente a la mansión del monte, donde llamó a Samael; Su voz, sin embargo,
no trajo ninguna contestación más allá de un eco vacío, que traducía
ingratitud.
22 Leyendo en el triste vacío la traición, sintió
ganas de llorar. En un solo momento le vino a la mente todo el pasado de
aquél a quién había buscado con tanta dedicación conservarlo en su gloria, a
través de consejos sabios. Recordó aquellos días que siguieron a su
recuperación; ¡Cómo se había alegrado con la certeza de que su amigo nunca más
volvería a caer! Llevándolo a presentir la tragedia, le vino a la memoria las
indagaciones de Samael sobre el laúd, el cual le mostró en un gesto de amistad.
El recuerdo de este hecho, sumado a los pasos oídos en el interior del palacio
aquella noche, le dio la certeza de que Salem corría peligro. No soportando esa
posibilidad de traición, se postró en llanto, herido por la terrible ingratitud
de aquél a quién había dedicado tanto amor.
23 Curvado por el dolor, permaneció por algún
tiempo procurando encontrar algún consuelo. Secó finalmente sus lágrimas,
decidido a hacer cualquier sacrificio a fin de devolver a Salem su gloria y
poder, redimiéndole el cetro de las manos de la rebeldía.
24 Consolado por la certeza de la victoria,
Melquisedec regresó al lado de los súbditos fieles. Ocultándoles su
sufrimiento, así como el motivo de la ausencia de tantos, el príncipe los guió
en una marcha triunfal rumbo al palacio
Capítulo 7
Los súbditos fieles, ajenos a la traición, elevan
cánticos de triunfo en expectativa de la coronación de su rey. La coronación es
truncada debido a la ausencia del cetro. Todos se afligen y Melquisedec los
consuela con la promesa de rescatar el preciado cetro. Melquisedec sale en su
búsqueda. Samael, lleno de ira, raspa las inscripciones grabadas en el cetro.
Melquisedec enfrenta peligros en busca del cetro y es preservado.
1 Al aproximarse al monte Sión, subieron las
blanquísimas gradas de la escalera, siendo seguido por la multitud triunfante.
Le dolía en el alma la expectativa de ver morir en los labios de los fieles, en
aquella mañana, su alegre canto, debido al golpe de la traición.
2 Se encontraba ahora en el interior del palacio,
delante del magnífico trono que esperaba al joven rey. En la base del trono,
yacía abierto, en medio de un arreglo floral, el pergamino de las leyes. Junto
a él se podía ver la linda corona, hecha de oro y piedras preciosas, así como
el estuche de aquél cetro que simbolizaba toda la armonía de Salem.
3 Los súbditos estaban felices, pues sabían que
serían hallados dignos de heredar aquel reino de paz. Aguardaban ahora el
momento de la coronación, cuando su nuevo rey los regiría desde su trono con su
precioso cetro, en un cántico triunfal.
4 En medio de los aplausos de las huestes
victoriosas, Melquisedec se dirigió hacia su padre, que le recibió con un
cariñoso abrazo. El momento era en verdad solemne. Las huestes se silenciaron a
la expectativa de la coronación. El estuche sería abierto y, todos
atestiguarían la exaltación del amado príncipe.
5 Con el corazón latiendo fuertemente por la
alegría, Adonías se agachó hacia el estuche, abriéndolo cuidadosamente; Cuando
al encontrarlo vacío, la alegría de su semblante dio lugar a una expresión de
inexpresable preocupación y tristeza, pues en aquel cetro se había sellado el
destino de aquel reino de paz.
6 Al ver a su padre y a todos los súbditos
afligidos por la ausencia del cetro y de tantos amigos que deberían estar con
ellos en aquel momento, Melquisedec los consoló con la promesa de que buscaría
el cetro. Inconscientes de los riesgos y peligros que le esperaban al príncipe
en su camino, los súbditos se despidieron de él, viéndolo partir
apresuradamente.
7 El amanecer de aquel día que sería el de la
coronación, alcanzó a los rebeldes distantes de Salem, en camino a las ciudades
de la planicie. En aquella mañana, Samael se llenó de furia al ver que el
precioso laúd estaba adornado con inscripciones de las leyes contenidas en el
pergamino. Tomando una piedra puntiaguda, comenzó a dañar el cetro, raspándole
todas las palabras de amor y justicia. Sus armoniosas cuerdas estaban ahora
desafinadas sobre su parte convexa herida, mas continuaba siendo precioso, pues
sobre él yacía sellado el dominio de Salem. Poseerlo, significaba ser el dueño
de todo el poder.
8 Al llegar a la altura en que el camino se
ramificaba, Samael ordenó a sus seguidores que prosiguieran rumbo a Gomorra,
mientras que él iría hasta Sodoma, donde permanecería por dos días, uniéndose
después a ellos.
9 Esperó la noche para entrar en Sodoma.
Cuando entró allí, caminó por las calles estrechas sin ser notado, hasta encontrar
una casa aislada sobre una elevación. Haciendo del cetro su arma, invadió la
casa matando a sus moradores, mientras que dormían. Se posesionó de esa manera
de aquélla residencia donde, solitario, maquinaría sus planes para la toma de
Salem.
10 El atardecer de aquel día que seria el de la
coronación, alcanzó al hijo de Adonías al caminar por el pedregoso camino rumbo
al valle. Sus ojos estaban cargados de tristeza y ansío se voltearon hacia el
suelo, en busca de los rastros de los rebeldes. El recuerdo de la ingratitud de
aquéllos a quiénes tanto amaba, lo hizo llorar. Sus lágrimas, reflejando los
últimos destellos de aquel sol poniente, se asemejaban a gotas de sangre
fluyendo de un corazón herido. Él lloraba no por causa de los peligros que le
sobrevinieran en aquella fría noche, sino por la infeliz suerte de aquéllos que
habían cambiado la paz de Salem por la violencia de aquellas ciudades de la
planicie.
11 Su único consuelo era el recuerdo de aquéllos
que, a pesar de todas las tentaciones, habían permanecido fieles. A ellos les
había prometido devolver el cetro, y esto lo conseguiría a pesar de cualquier
sacrificio.
12 Después de una larga noche de insomnio en que el
príncipe estuvo recostado al lado del camino, rayó la luz de un día que sería
decisivo.
13 Al aproximarse a Sodoma en aquella mañana, el
pensamiento de estar tan próximo al cetro de su amada Salem, hizo que se
olvidara de toda la fatiga, acortando sus pasos rumbo al desafío.
14 Al abrirse la gran puerta de la ciudad, le
sobrevino un temor, al oír ruidos espantosos de desarmonía, que traducían el
orgullo, el egoísmo y la codicia que allí dominaban en todos los corazones,
haciéndolos explotar en la orgía de una maldad sin fin.
15 Sería un gran riesgo exponerse a la violencia
gratuita de aquella ciudad. Este pensamiento lo hizo detenerse a un paso del
portal, donde estremecido inclinó la frente en una inexpresable lucha interna.
Era tentado a retirarse, pero luchaba con todas las fuerzas de su alma contra
ese pensamiento de fracaso.
16 Pensando en la triste suerte de Salem, cuyo
dominio estaba siendo pisoteado en el interior de aquella cruel Sodoma,
Melquisedec tomó una firme decisión: como un temerario guerrero habría de
avanzar, y, ciertamente aún y cuando tuviese que hacer frente a la acumulación
de todos los peligros, proseguiría, hasta levantar en sus manos victoriosas el
cetro amado.
17 Resuelto y esperanzado, atravesó la puerta de
Sodoma, zambulléndose en aquel mundo extraño. Todo allí era lo contrario de
Salem, comenzando con las piedras ásperas y sucias de sus construcciones.
Sodoma era un reino de tinieblas.
18 La presencia contrastante del príncipe pronto
fue notada por muchos que, en tumulto lo cercaban. La pureza del carácter
expresada en su magna faz y el esplendor de sus vestiduras, los llenaba de
espanto, y se retiraban como vencidos por una fuerza invisible. Dominados por
la furia, comenzaron a perseguirlo a distancia, decididos a hacerlo huir. Le
arrojaban piedras y fango intentando mancharle las vestiduras, mas no le
atinaban, mientras tanto él avanzaba en su ansiosa búsqueda. Finalmente
desistieron de perseguirlo, al atardecer.
Capítulo 8
Melquisedec después de mucha aflicción encuentra el
preciado cetro que era destruido por Samael. La digna postura del príncipe ante
las amenazas del traidor. Su firme disposición de redimir el cetro a cualquier
precio. Dolor y sangre como precio del rescate del cetro. La expiación de
Melquisedec para redimir al cetro, una semejanza de la Expiación de Cristo para
redimir a la humanidad.
1 El hijo de Adonías recorrió todas las calles y
callejones en la búsqueda del precioso cetro, mas fue en vano. Al ver
declinar en el horizonte el sol, anunciando la llegada de una oscura y fría
noche más, su corazón fue presa de una gran agonía. Allí, en aquel último
callejón, casi vencido por el agotamiento y por la desesperanza, inclinó la
frente, desfalleciéndose en llanto. Sus labios, pronunciaron en medio de
sollozos las siguientes palabras:
2 — ¡Salem, Salem, tú no puedes perecer! ¡Tu cetro
necesita ser redimido de las garras de la rebeldía! ¡¿Mas cuándo y dónde voy a
encontrarlo?! ¡Ya no quedan fuerzas en mí, y la esperanza de redimirlo antes de
la noche me abandona!—
3 El príncipe, en su suprema angustia, no percibía
que otro gemido de dolor, procedente de cuerdas reventadas de un laúd
humillado, se hacía oír en aquel atardecer.
4 Súbitamente, el débil gemido penetró sus oídos,
reanimándolo con la certeza de que el gran momento de la redención había
llegado. Secándose las lágrimas, reunió las últimas fuerzas corriendo en
dirección de una pequeña casa situada sobre un monte, de donde parecía venir
el sonido.
5 Al dirigirse a la puerta entre abierta, se detuvo
al contemplar una escena contrastante, de humillante esclavitud: Samael,
envuelto por un manto sucio, castigaba el cetro de Salem. Tanto el joven como
el cetro se hallaban tan desfigurados, que no quedaba en ellos casi ningún
rasgo de la gloria perdida. Aquel cetro, sin embargo, ciertamente arrasado como
estaba, era muy valioso, pues en él yacía el sello del dominio de Salem.
6 La contemplación de aquél que había sido su mejor
amigo y de áquel cetro idealizado como símbolo de toda la armonía, en tan
trágica condición, conmovió profundamente al príncipe, haciéndolo llorar en
alta voz. Solamente hasta entonces el súbdito rebelde percibió su presencia
indeseada. Estremecido, se levantó, y, lleno de ira le preguntó:
7 — ¿Qué es lo que te trajo a Sodoma?—
8 Indicando hacia el cetro dañado, Melquisedec
exclamó:
9 — ¡¡¡La gloria de Salem está destruida!!!—
10 Con una carcajada, Samael se burló de su
tristeza, diciendo:
11 —Ahora yo soy el rey de Salem. Vosotros que sois
fieles al pergamino, os convertiréis en mis esclavos. —
12 Sin darle importancia a las palabras de afrenta
de Samael, el príncipe, movido por una angustia infinita, le dijo:
13 —Samael, Salem está herida por tu traición.
¡¿Por qué cambiasteis tu hogar de justicia y amor por este valle de injusticia,
odio y muerte?! Ahora, si no deseáis volver arrepentido a Salem,
devuélvele el cetro. Fue para redimirlo que, menospreciando todos los peligros,
descendí a este valle hostil. —
14 Conociendo el propósito del príncipe, el rebelde
se llenó de rabia y cerrando los puños le dijo:
15 — ¡Yo te odio Melquisedec!—
16 Habiendo dicho esto, lanzó el cetro al
suelo, y pisoteándolo agregó:
17 —Tengo deseos de hacer lo mismo contigo. —
18 Delante de esa afrenta, el príncipe no sentía
ningún temor, sino compasión. Trasportándose al feliz pasado, se acordaba de
los momentos felices en que tenía siempre a su lado a Samael; Él era un joven
puro y humilde de corazón; ¡¿Por qué había permitido ser esclavizado por la
ilusión del orgullo y del egoísmo?! ¡Cuán doloroso era ver aquél joven que, por
su belleza y simpatía, había sido honrado por encima de todos los súbditos,
ahora arruinado por la codicia! ¡¿No había sido acaso el sueño del príncipe
tener junto a su trono glorificado, a aquél a quien él consideraba el más
preciado amigo?! Esta tragedia le hería el alma. No obstante, la triste
condición del cetro lo afligía aún más, pues este había sido hecho como el
símbolo de toda la armonía, y estaba siendo destruido bajo los pies de la
ingratitud.
19 Sorprendido de no ver en los ojos de Melquisedec
ninguna expresión de temor, sino de piedad, Samael se sintió frustrado en sus
afrentas que tenían como objetivo amedrentarlo, llevándolo a desistir de su
misión.
20 Ante la digna postura del príncipe, que en
silente dolor lo contemplaba, se sintió avergonzado. Esa debilidad, sin
embargo, fue desterrada por el orgullo que dominaba su corazón. Comenzó
entonces a planear algo terrible, para humillar y herir al príncipe, haciéndolo
sufrir todavía más. Con escarnio le dijo:
21 —El cetro de Salem podrá ser tuyo, si consigues
pagarme el precio de su rescate. —
22 Con un brillo en los ojos, el príncipe le
preguntó:
23 — ¿Cuál es el precio?—
24 Samael, con una sonrisa maliciosa, pausadamente
le contestó:
25 —El precio no es oro ni plata, sino dolor y
sangre. Tú deberás desnudarte completamente de vuestras vestiduras, acostándote
en el suelo. Deberás soportar en esa condición, golpes, hasta que el sol se
ponga. Si tú estuviereis dispuesto a someterte a mí, sin reaccionar, el cetro
será enteramente tuyo. —
26 Estremecido ante tan cruel propuesta, el hijo de
Adonías miró hacia el sol que reposaba distante sobre una nube. Comenzó
entonces a trabar una intensa lucha en su corazón. Al principio, el horror del
sacrificio casi lo dominó, animándolo a retirarse, pero el pensamiento de ver a
Salem esclavizada por la rebeldía, lo condujo finalmente a la decisión de pagar
el precio del rescate, entregándose al humillante sufrimiento.
27 Habiendo tomado la firme decisión de rescatar el
cetro, el príncipe, tiró las vestiduras, colocándolas sobre una piedra. Se
acostó en seguida en aquel suelo frío, con la frente vuelta hacia el poniente.
28 Sin piedad, Samael comenzó a azotarlo, haciendo
uso del propio cetro como instrumento de tortura. Gimiendo por el dolor de los
golpes que lo hacían sangrar, el príncipe mantenía la mirada fija en el sol que
parecía detenerse sobre la nube. Aturdido por el dolor, contempló finalmente el
sol pronto a ponerse. Alentado por la victoria que se aproximaba,
murmuró en voz baja:
29 —Salem, Salem, de aquí a poco tendré en mis
brazos tú preciado cetro que, en mis manos, se convertirá en un instru-mento de
justicia y paz. —
30 Oyendo la promesa que el príncipe hizo entre
gemidos, Samael le vociferó con furia:
31 —Tú sufrimiento no traerá ningún amanecer para
Salem, pues tus manos jamás serán capaces de tocar en el cetro. —
32 Después de hacer esa afrenta, Samael se
posesionó de una piedra puntiaguda, preparándose para asestar los últimos
golpes.
33 Mientras pensaba en la feliz victoria de Salem,
Melquisedec sintió su brazo derecho siendo comprimido por los pies de Samael.
Seguido a este rudo gesto un golpe que lo hizo contorsionarse en agonía. Su
mano había sido cavada cruelmente, comenzando a brotar abundante sangre de la
herida abierta. Esa misma violencia fue descargada después sobre su mano
izquierda.
34 No soportando la agonía causada por esos
desgarradores golpes, el hijo de Adonías, ensangrentado, se sumergió en las
tinieblas de un profundo desmayo.
Capítulo 9
Samael horrorizado de su culpabilidad, abandona al
príncipe dejando junto a él, el cetro. Melquisedec recobra el conocimiento,
toma sus vestiduras y su cetro, hace un juramento y parte hacia Salem. Samael
no se arrepiente. Continúa la semejanza de las experiencias de Melquisedec con
las que habría de vivir el Hijo de Dios. Melquisedec es recibido con
aclamaciones por su acto redentor, es atendido por su amoroso padre y el cetro
es restaurado.
1 Al cesar de golpear al príncipe, el súbdito
rebelde fue poseído por un extraño horror al contemplar en la faz de aquél que
solamente le había hecho el bien, el sopor de la muerte. Procuraba no recordar
el pasado, pero, irresistiblemente, sentía ser arrastrado a los días de su
feliz inocencia en Salem. Revestido de ricas vestiduras estaba siempre al lado
del príncipe que, con dedicación, le enseñaba cada día sus canciones que
hablaban de la paz.
2 En los indeseados recuerdos por los cuales era
arrastrado, revivió sus primeros pasos en el camino del orgullo y del egoísmo.
Se acordó de los incesantes consejos y ruegos de aquél que había sido su mejor
amigo, para que desistiera de aquel camino que podría conducirlo a la
infelicidad.
3 Después de ser arrastrado en recuerdos por todo
aquel pasado de felicidad destruida por su culpa, Samael tuvo conciencia de su
ingratitud. Horrorizado por lo que había hecho, se inclinó sobre el cuerpo
ensangrentado de Melquisedec, y se desesperó al verlo sin vida. No soportando
el peso de la gran culpabilidad, dejó aquel lugar apresuradamente, deseando
ocultarse lejos, bajo las tinieblas de la noche fría.
4 Después de un profundo desmayo, el príncipe
comenzó a recobrar la conciencia; En delirios que lo transportaban al seno de
su amada Salem, él revivía momentos vividos y soñados: Con alegría contemplaba
la faz de su mejor amigo, a quién extendió la mano con una sonrisa. Pero su
gesto fue frustrado por un profundo dolor. En medio de los aplausos de los
súbditos victoriosos, recibió de su padre el cetro, pero al tocarlo, sintió un
dolor irresistible en sus manos.
5 Con estos sueños frustrados por el dolor,
Melquisedec despertó a la realidad. Estaba desnudo, herido y solitario, en un
lugar peligroso, lejos del abrigo y del cariño de Salem. Más doloroso era
pensar que todo aquello había sido la retribución de alguien que había sido el
blanco principal de todas las dádivas de su amor.
6 El príncipe, sin poder moverse, considerando la
gran traición comenzó a llorar sin consuelo. Lamentaba no por su dolor, sino
por la perdición de aquéllos que habían cambiado el cariño y la justicia de
Salem por el desprecio y el odio que los reduciría finalmente a cenizas sobre
aquel valle condenado.
7 A través de las lágrimas, el príncipe contemplaba
el cielo que, semejante a un manto entintado de sangre, se extendía bañado en
la luz del sol poniente. Se acordó entonces del laúd por el cual había pagado
tan alto precio. ¿Dónde estaría él?
8 En su desesperada fuga, Samael había dejado el
cetro abandonado junto al cuerpo herido de Melquisedec. Cuando él lo vio,
se olvidó de todo el dolor, y lo abrazó con sus manos heridas. Acariciándole la
parte convexa arruinada, con una sonrisa le dijo:
9 —Tú eres mío nuevamente. “Yo te compré con mi
sangre".—
10 Samael que, dominado por el extraño horror,
había huido después de cometer el horrible crimen, se detuvo a un paso de la
puerta de Sodoma. Allí, impulsado por el orgullo, se arrepintió con indignación
de su flaqueza. ¿Por qué había huido después de coquistar tan grande victoria?
¿No era su plan destruir el reino de Salem, para establecer su propio reino?
Acordándose del cetro, decidió regresar para tomarlo. ¿Por qué lo había dejado
abandonado junto al cadáver de aquél odiado príncipe?
11 Juntando sus pocas fuerzas, Melquisedec se
dirigió entorpecido al lugar donde había dejado sus vestiduras.
12 Después de vestirse, teniendo junto al pecho el
cetro amado, el hijo de Adonías, con profunda emoción hizo un juramento antes
de dejar aquel lugar de su sufrimiento. Acariciando el cetro le dijo:
13 —Mi amado cetro, fuiste creado como un emblema
de la armonía que procede de la justicia y del amor. Toda la gloria de Salem
reposaba sobre ti cuando la rebeldía en su ingratitud te esclavizó,
arrastrándote hacia este valle hostil. Aquí tú fuiste herido y humillado,
llegando a convertirte en un instrumento de impiedad en las manos del tirano.
Yo, sin embargo, te redimí con mi sangre. Ahora nuestras heridas serán restauradas,
y en breve seremos entronizados en medio de las alabanzas de una Salem
victoriosa. Cuando este sueño se concretice, atestiguaremos juntos el final de
aquéllos que se levantaron contra nosotros para herirnos. Samael y sus
seguidores serán devorados por el fuego que reducirá a cenizas a Sodoma y
Gomorra. —
14 Concluyendo su solemne juramento, el joven
príncipe, ya oculto por las tinieblas de la noche dejó aquella colina, y sobre
ella las marcas de su sufrimiento.
15 Desde que el hijo del rey había partido,
prometiendo regresar con el cetro, Salem vivió momentos de indecible ansiedad.
En llanto, el rey y los súbditos restantes se acordaban de todo aquel feliz
pasado deshecho por la ingratitud de los rebeldes. Lo que más les torturaba era
la ausencia del príncipe y del cetro, sin los cuales todo el brillo de aquel
reino de paz se ofuscaría.
16 Deseando consolar el corazón de sus súbditos,
Melquisedec avanzaba en medio de la noche rumbo a los montes que rodeaban a
Salem. Aún debilitado y herido, proseguía en su marcha ascendente, esperando
alcanzar su patria por la mañana.
17 Aquella noche larga y oscura finalmente fue
vencida por los rayos del amanecer. En Salem la esperanza de volver a ver a
Melquisedec con su cetro estaba casi abandonada cuando, al mirar hacia el Monte
de los Olivos, le vieron descendiendo por el camino de Getsemaní. Cuando lo
encontraron en el profundo valle de Cedrón, quedaron asustados con su aspecto:
su cara estaba pálida y su manto empapado en sangre. Precisamente aún así, él sonreía
expresando gran alegría.
18 Al preguntarle ellos sobre el porque de aquellas
marcas de sangre, Melquisedec sacó de debajo de su manto sus manos heridas,
mostrándoles en medio de ellas el cetro redimido.
19 Después de contarles los pasos que lo llevaron
al rescate del cetro, los súbditos, enmudecidos, se postraron reverentes a sus
pies, aclamándolo como su redentor y rey.
20 En medio de las alabanzas de las huestes
redimidas, el príncipe fue introducido en el palacio real, donde bajo los
cuidados de su amoroso padre, debería recuperarse de su sufrimiento. El cetro
desfigurado, ahora más preciado, sería también restaurado, debiendo convertirse
aun más bello que antes.
21 El día de la coronación fue fijado para el
próximo Yom Kipur. En aquel día, Melquisedec sellaría con el cetro restaurado
el triunfo de todos los fieles, así como la condenación de los rebeldes.
Capítulo 10
1 Pocos instantes después de la salida de Melquisedec,
Samael llegó al lugar en donde aparentemente lo había dejado sin vida, al lado
del laúd. Sin entender aquella misteriosa desaparición, prosiguió él hacia
Gomorra, donde sus seguidores lo esperaban. Al verlos, proclamó su
"victoria" sobre el odiado príncipe y sobre el cetro, a quienes había
masacrado en Sodoma, no restando a los seguidores del pergamino
ninguna esperanza.
2 Sus palabras agradaron a la turba rebelde, que
comenzó a conmemorar la "conquista" entregándose a la orgía. Se
burlaban ahora de la justicia y del amor, exaltando a Samael como rey
victorioso.
3 Ahora obtendrían armas, con el propósito de
avanzar sobre Salem, asentándole el último golpe; Se unieron a ellos en sus
maléficos propósitos, muchos criminales que fueron recibidos como maestros en
el manejo de arcos y flechas.
4 En su locura, Samael ordenó la expulsión de
todo calendario, pues en su reino de "libertad" no estarían
sujetos a ningún cómputo de tiempo. Las leyes de la moralidad fueron
también excluidas, surgiendo con eso un completo caos. Este
desorden, se manifestó de manera más patente en el barullo estridente
y cacofónico, al cual proclamaron como la nueva
música.
5 Dominados por el egoísmo, Samael y sus seguidores
se alimentaban de ilusiones, inconscientes de que sus días estaban contados.
Los frutos de la rebeldía no tardarían en atraer sobre ellos el fuego de la
destrucción.
6 Dividiendo a sus seguidores en grupos
pequeños, Samael comenzó a comandarlos en actos violentos que aterrorizaban a
los moradores de las planicies; Por ese tiempo, ellos se escondían en las
cavernas situadas próximas al mar salado.
7 El respeto y el miedo de los guerrilleros de
Samael, llevó finalmente a los reyes de cuatro ciudades a procurarlo,
proponiéndole alianzas de paz. Ellos eran: Bara, rey de Sodoma, Bersa, rey de
Gomorra, Senaab, rey de Adama, Semeber, rey de Seboim y Segor, el rey de Bela.
Por esa época, estos reyes pa-gaban tributos a Cordolaomor, el rey de Elam que,
acompañado por los ejércitos de otras cuatro ciudades, los habían subyugado en
el valle de Sidim junto al mar salado.
8 Fortalecido por las alianzas, Samael se tornó mas
osado en sus envestidas, llevando el terror y la destrucción a los territorios
de ciudades distantes. Los ejércitos de Cordolaomor y sus aliados que en esos
días regresaban de otras conquistas, enfurecidos por las provocaciones de
Samael, marcharon contra los cuatro reyes, venciéndolos nuevamente en el valle
de Sidim. Fue en esa ocasión que llevaron cautivos a los habitantes de Sodoma,
entre los cuales se encontraba mi sobrino Lót.
9 Acobardados delante del furor de los cinco reyes,
Samael y sus seguidores se escondieron en sus cuevas, al norte del mar
salado.
Capítulo 11
Samael hace preparativos para conquistar Salem y
expone su plan espía. En camino a Salem, sus recuerdos lo torturan. Salem más
bella y hermosa que antes. Acontecimientos en el día de la coronación.
1 Los doce meses contados a partir del gran
sacrificio estaban casi por terminar. El cetro, totalmente restaurado,
resplandecía en su estuche, mientras que el príncipe, igualmente restablecido
de las heridas causadas por la rebeldía, se alegraba al ver llegar el Yom Kipur
de su coronación. Mientras tanto, él componía lindas canciones que expresaban
su amor por Salem.
2 En aquellos doce meses, la ciudad de la paz llegó
a ser más bella, siendo adornada cual una novia para el grandioso día de la
coronación.
3 A una semana para el Yom Kipur, Samael,
totalmente inconsciente de que el día de su juicio se aproximaba, reunió a sus
seguidores, anunciándoles que la próxima misión sería la conquista de Salem.
Antes de que ellos avanzaran, sin embargo, él subiría solo para verificar los
puntos vulnerables de la ciudad.
4 Después de ser aplaudido por la turba, Samael
partió en su misión de reconocimiento. Mientras que avanzaba solo, procuraba no
acordarse de aquéllos momentos que le trajeran terror por la culpabilidad, mas,
dominado por una fuerza superior, fue arrastrado en sus recuerdos hacia aquel
monte de la cruel tortura.
5 Todo su pasado comenzó a venirle a la memoria,
como un peso desmoronador.
6 Cuando despertó de sus recuerdos de los cuales no
consiguió huir, era ya de noche. La oscuridad que lo envolvía le pareció el
presagio de un triste final. Ese desánimo, sin embargo, procuró desecharlo con
el recuerdo del ejército que lo esperaba, listo para cumplir sus órdenes, en la
conquista de Salem, donde no habría más recuerdos de aquél pergamino.
7 El amanecer lo alcanzó estando próximo a Salem.
Al ver el monte de los Olivos, le vino el recuerdo de la última vez que lo
traspasó, dejando tras de sí la ciudad vencida. ¿Cuántas noches habían pasado
desde entonces? Él había perdido la noción del tiempo, no sabiendo que
exactamente doce meses se habían pasado. No podía imaginarse que, rayaba en
aquella mañana el Yom Kipur, el día de su juicio.
8 Al llegar a la cumbre del monte de los Olivos en
aquella mañana, Samael se sorprendió al ver que la ciudad se había
tornado más bonita que antes; Toda ella estaba adornada de ramos y de flores,
como una doncella a la espera de su novio. Y sin embargo, Salem estaba
abandonada, no teniendo ninguna señal de vida en todas sus mansiones. Esto lo
hizo concluir que los golpes que habían aniquilado al príncipe y al cetro,
habían traído como consecuencia todo aquel abandono. Él no sabía, sin embargo,
que en aquel momento todos los remanentes de aquel reino, se encontraban
ocultos en el gran salón del palacio, esperando el momento más glorioso, de la
coronación de Melquisedec.
9 Imaginándose exaltado sobre el trono abandonado,
teniendo a sus pies a los ejércitos victoriosos, el rebelde penetró en la
ciudad, dirigiéndose apresuradamente al palacio. Al cruzar el portal principal
que da entrada al salón principal, se llenó de asombro al ver allí
reunidos una multitud de fieles. Sobre un tablado de oro, adornado de flores
talladas en piedras preciosas, se encontraba el trono vacío. En la base del
trono estaba el pergamino de las leyes, una corona de oro llena de piedras
preciosas y el estuche que había dejado vacío en aquella noche de la traición.
Sin entender el enigma, Samael se escondió por detrás de una columna, temiendo
ser reconocido, y se mantuvo observando.
10 Los súbditos, con la expresión de feliz
expectativa miraban hacia el trono vacío. ¿Dónde encontraban ellos motivos para
toda esa alegría, si habían perdido a su rey juntamente con el cetro? Samael se
preguntaba sobre ese misterio, cuando Adonías, aplaudido por los súbditos, se
encaminó junto al trono. Con una voz llena de emoción por la victoria, el
fundador de Salem anunció que había llegado el momento tan soñado de la
coronación. Un grito de triunfo resonó por los aires cuando, anunciado por su
padre, entró el príncipe amado encaminándose en dirección del trono. Al verlo
cubierto por un manto de gloria, Samael fue poseído por un terrible pavor, y
procuró huir. Descubrió, sin embargo, que todos los portales del gran salón
estaban cerrados por fuera.
11 Dio inicio la ceremonia de la coronación. Era un
momento en verdad solemne. Adonías, en un gesto reverente, tomó la rica corona,
colocándola en la frente de su hijo. Inclinándose después hacia el estuche, lo
abrió cuidadosamente, sacando de él el laúd restaurado, cuya belleza y brillo
eran muy superiores a su primera condición, al salir de las manos de Adonías su
laudero. Sentándose en el trono en medio de las aclamaciones de los súbditos,
Melquisedec comenzó a tocar el cetro, sacando de él acordes de mucha armonía y
paz. Todos se aquietaron para oír sus nuevas composiciones que expresaban su
profundo amor por el cetro y por todo aquel reino de paz.
12 Gran emoción invadía el corazón de todos en ese
momento, llevándolos a las lágrimas. Samael, sin fuerzas para reaccionar, se
sentía torturado por aquellos acordes que lo torturaban haciendo revivir en su
mente sus oportunidades perdidas, en una tortura terrible para su conciencia.
13 Melquisedec había compuesto para ese momento
especial, canciones que retrataban los momentos más destacados de la historia
de Salem; Cuando comenzó a cantar sobre la amistad que había tenido por Samael,
su voz se embargaba por las lágrimas que no conseguía contener. ¡Triste era
para él cantar sobre la caída de aquél que había sido su mayor amigo! Cantó
entonces sobre el alto precio que tuvo que pagar por la reconquista del
cetro, que representa la honra de Salem.
14 Al contemplar aquellas manos marcadas por las
cicatrices, tocando con tanta maestría y cariño el cetro restaurado, los
súbditos tomados por una fuerte emoción, se postraron en llanto.
15 Al ver en las manos de Melquisedec aquél laúd que,
en sus manos había sido un Instrumento de tortura, Samael comprendió, demasiado
tarde cuánto había errado, desviándose de los consejos del príncipe; Cuántas
veces aquéllas manos sobre las cuales había descargado toda aquella violencia
habían sido extendidas en un esfuerzo de salvarlo, y él las había despreciado
negligentemente. ¡Ahora, era demasiado tarde! ¡¡¡Extremadamente tarde!!!
Capítulo 12
Jubilosa proclamación y coronación de Melquisedec.
Sellamiento de ciudadanía a los fieles. Samael se presenta y desafía al rey.
Sellamiento del juicio contra Samael y sus seguidores.
1 Los súbditos triunfantes que, reverentes, habían
sido conducidos a todo aquel pasado de felicidad, traición, dolor y triunfo,
unieron finalmente las voces en una jubilosa proclamación:
2 Verdaderos y justos son tus principios, oh rey de
Salem. Digno eres de reinar en gloria y majestad entre los loores de tus
fieles, porque en tu sacrificio nos libraste de las amenazas de las tinieblas,
haciendo renacer en nuestro corazón la alegría del amanecer.
3 Ese cántico de exaltación fue seguido por la
ceremonia de la confirmación de todos los fieles en su victoria. El hijo de
Adonías, con su cetro redimido, comenzó a sellar con un toque especial del
cetro, la victoria de cada uno. Se formó para lo cual una larga fila de fieles
exaltados.
4 Los súbditos confirmados, a medida en que iban
recibiendo el toque de aprobación del rey, se colocaban al lado derecho
del trono, donde permanecían aguardando por la confirmación de los otros.
5 Las miradas que, iluminadas de alegría, habían
acompañado el sellamiento de los últimos justos, se posaron sobre la figura
extraña de Samael que, dominado por una fuerza irresistible, se encaminaba
cabizbajo en dirección del trono. Su aspecto era horrible: su semblante había
sido deformado por el mal; sus vestiduras estaban sucias y mal olientes; todo
en él repugnaba, al punto de que nadie lo reconoció.
6 En medio del asombro de los súbditos, Melquisedec
se levantó de su trono como herido por un gran dolor; De sus labios los
súbditos oyeron una dolorosa exclamación:
7 — ¡¡¡Samael, Samael!!!—
8 La figura deplorable de aquél que había sido tan
bello, llenó a todos de tristeza, y comenzaron a llorar. Ellos se lamentaban
por motivo de que sabían que el destino de Samael y de todos aquellos que lo
habían seguido, pudo haber sido muy diferente, si ellos hubiesen atendido a los
amorosos ruegos de Adonías y de su hijo. ¿Acaso no era el plan del rey y el
sueño de Melquisedec el tenerlo como el protector del pergamino, siendo el
segundo en honra en aquél reino?
9 Samael que, reconociendo su desventura, se había
aproximado cabizbajo hacia el trono, al presenciar toda aquella lamentación, y
engañado nuevamente por el orgullo, juzgando que se trataba de una demostración
de debilidad de sus enemigos. Al acordarse de su ejército que fortificado lo
esperaba en la planicie, lo engañó con la certeza de que sería victorioso sobre
Salem. Con este pensamiento, levantó la frente marcada por el odio y, mirando
al rey, levantó el puño cerrado y lo desafió, desdeñando su autoridad, con
la amenaza de quitarle el trono.
10 Aún que condolidos por su perdición, los
súbditos de Salem no soportaron la osada afrenta de aquél enloquecido joven
que, después de causar tanto sufrimiento, todavía era capaz de levantarse con
tan grande desafío.
11 El rey victorioso que con tanto placer había
sellado con su cetro la conquista de los fieles, lo levantó dolorosamente para
el sellamiento de la triste suerte de los rebeldes. Inmovilizado por una
fuerza extraña, Samael, sin desviar los ojos del cetro, oyó de los labios del
rey la proclamación de su juicio y de todos sus seguidores:
12 Prisioneros de una fuerza invisible, estarían
retenidos en sus cavernas por seis años, siendo después visitados por el fuego
del juicio que los destruiría juntamente con las ciudades que con ellos se
aliaran.
Capítulo 13
Un ángel se le aparece en sueños a Melquisedec, le
da instrucciones y le muestra en visión la Salem Celestial. Melquisedec, el
protector de las más amplias revelaciones de Dios. La historia de Salem, una
semejanza de la historia del Universo. Melquisedec se conmueve y rinde honra al
Mesías, al descubrir que se convirtió en una semejanza de Él. Batalla por el
cetro disputado. Día del juicio final.
1 Al ir a la cama después de aquel día de tantas
emociones, el joven rey, inmerso en los recuerdos de aquél pasado de felicidad
y dolor, rodaba en su cama sin sueño. Cuando finalmente se durmió, tuvo un
sueño muy significativo.
2 En el sueño, se le apareció un ángel luminoso,
que saludándolo con una sonrisa, le dijo que todo el Universo acompañaba con
atención todo aquel drama que estaba viviendo, mismo que tenía un sentido pre
figurativo, retratando acontecimientos pasados y futuros, que envolvían todo el
vasto universo.
3 Las palabras del ángel despertaron en Melquisedec
un gran deseo de conocer la historia de ese drama cósmico.
4 Conociendo su vivo deseo, el ángel lo arrebató en
el sueño revelándole un futuro distante. Delante de sus ojos se manifestaron
las glorias de una nueva y espléndida Salem, cuyas murallas y mansiones
estaban hechas de piedras preciosas; Los portales de la ciudad eran de
perlas. Sus amplias avenidas eran de oro puro. La ciudad era cuadrangular y se
extendía por centenares de kilómetros. Estaba dividida en dos sectores
distintos: Norte y Sur. Al sur se elevaban incontables mansiones, habitaciones
eternas de ángeles y de seres humanos redimidos; Al norte había un lindo
paraíso el cual el ángel reveló ser el jardín del Edén. Allí, en ambos bordes
del río de la vida, había campos repletos de todo tipo de vegetación, con
flores y frutos en abundancia. Vivían allí en perfecta armonía, todas las
especies de insectos, aves y animales.
5 En medio del paraíso se podía ver una montaña
fulgurante, la cual el ángel afirmó ser el monte Sión, el lugar del trono de
Dios. Era de aquel monte que emanaba el río de la vida, fluyendo por toda la
ciudad.
6 Cuando hubieron alcanzado la cumbre
de la montaña sagrada, el rey de Salem estuvo deslumbrado con el escenario visto
a su alrededor. Se encontraba en la parte más elevada de Sión la
más linda de todas las edificaciones revelado por el ángel como el
palacio del Dios. Aquella magnifica construcción era sustentada por siete
columnas, todas de oro transparente, incrustadas de lindas perlas. Alrededor
del palacio, florecía la más exuberante vegetación: había allí el pino, el
ciprés, el olivo, la murta, la romasera y la higuera, doblándose al peso de sus
higos maduros.
7 Mientras que se admiraba ante la belleza de aquel
lugar, el ángel le dijo que a ningún ser humano le había sido dado el
privilegio de ver el interior de aquel palacio de Dios. A él le sería dado este
honor, pues fue escogido para ser el portador de las más amplias revelaciones
sobre el reino de la luz.
8 Al traspasar con reverencia uno de los portales
de perlas, se postraron en adoración, mientras que oían el cántico de una
multiplicidad de serafines, que circundaban el trono, en constante alabanza a
Aquél que Era, que Es y que Siempre Será.
9 Al mirar hacia Aquél que estaba sentado sobre el
trono, Melquisedec se sorprendió al descubrir la figura de un hombre. Él estaba
cubierto por un manto de lino fino, de una blancura sin igual, y tenía sobre la
cabeza una corona formada por siete coronas sobrepuestas, repletas de piedras
preciosas.
10 Al mirar hacia las manos que
sustentaban el cetro, el hijo de Adonías se sorprendió al descubrir en ellas
cicatrices de heridas, semejantes a aquéllas en sus manos. El ángel le afirmó
ser el Mesías, la manifestación visible de Yahwéh, el Dios invisible.
11 Atraído por el cetro resplandeciente, con el
cual el Mesías gobernaba sobre todo el Universo, el rey de Salem vio en él el
sello del dominio, y en él escrito el nombre: Israel.
12 Arrebatado por una profunda emoción, Melquisedec
se postró ante el Rey de aquella Salem eterna, y, reviviendo allí la historia
de su pequeña ciudad, tuvo el deseo de conocer el gran drama de la historia
universal. Conociendo el deseo de su corazón, el ángel le dijo:
13 —Ahora te daré a conocer la historia de esta
gloriosa Salem. Todo lo que te fuere mostrado en la visión, deberás tú
registrar fielmente en seis pergaminos que serán cosidos uno al otro, formando
un único rollo. Tú tendrás seis años para escribirlos. Al final de los siete
años, tú recibirás de las manos de un anciano un vaso conteniendo un rollo
especial, con muchas revelaciones importantes, destacándose la historia de
Salem. Tú tomarás ese rollo, y lo coserás como el primero de los siete,
formando un único rollo. Después de sellarlo, tú y el anciano lo guardarán en
el vaso, llevándolo hacia una cueva que yo les mostraré al norte del mar
salado, donde permanecerá olvidado hasta que lleguen los últimos días, cuando
será rescatado y revelado al mundo por medio de un pequeño beduino. —
14 Después de decirle al rey de Salem estas
palabras, el ángel lo condujo en visión a un infinito pasado, cuando el
Universo todavía no existía.
15 Una historia muy parecida con la de Salem
comenzó a desplegarse delante de sus ojos; pero, en una dimensión infinitamente
mayor, comenzando por la creación del reino de la luz. Con admiración contempló
la formación de billones de mundos y estrellas, repletos de vida y felicidad
que comenzaron a girar en torno de la Salem Celestial, el paraíso de Dios.
16 Su atención se volvió después hacia el más bello
de todos los querubines que, honrado por el Creador, comenzó a habitar con Él
en Su palacio. Una eter-nidad de felicidad y paz parecía encantar aquel reino,
cuando la misma experiencia de egoísmo y rebeldía vivida por Samael, comenzó a
repetirse en la vida de aquél ángel amado.
17 Escenas de una gran rebelión comenzaron a ser
mostradas a Melquisedec, implicando a todos los habitantes del Universo. El
querubín honrado, semejante a Samael, había seducido a un tercio de las huestes
que, comenzaron a reverenciarlo como rey.
18 En medio de las escenas de aquel gran conflicto,
el rey de Salem atestiguó la creación del planeta Tierra, sobre la cual surgió
el hombre como cetro racional de aquel reino disputado.
19 Con agonía vio el momento en que el jefe de la
rebelión se aproximó sutilmente al paraíso, apoderándose del ser humano,
después de seducirlo con tentaciones. Oyó entonces su bramido, en una
proclamación de victoria. A partir de ese momento, el enemigo de Dios comenzó a
arruinar al ser humano, apagando en él todos los rasgos de la gloria divina,
como Samael había hecho con el cetro.
20 Su propia experiencia, al declarar en aquella
mañana a los súbditos de Salem su decisión de ir en la búsqueda del cetro
perdido, comenzó a repetirse delante de Sus ojos.
21 Reuniendo a las huestes que habían permanecido
fieles a Su gobierno, el Creador comenzó a revelar un plan de rescate: Él
habría de ir en la búsqueda del hombre, y lo redimiría, aunque esto le costase
un sacrificio infinito. Delante de esta revelación, el hijo de Adonías se
postró conmovido, al descubrir que en su vida había tenido la honra de
retratar al propio Mesías.
22 Todo el drama vivido por el hijo de Adonías en
su angustiante búsqueda, hasta el momento de su suplicio por la redención del
cetro, fue ganando amplitudes en aquella visión que abarcaba toda una
eternidad. Delante de sus ojos desfilaban escenas de una gran batalla que, sin
tregua se extendería hasta el día del juicio final, cuando el Mesías victorioso
empuñará el cetro redimido, sellando con él la condenación de todas las huestes
rebeldes.
Capítulo 14
Melquisedec tuvo conocimiento de la Gran liberación
debido a las revelaciones que le fueron manifestadas por el ángel del Señor.
Abraham, Sara, Isaac, Lot y sus dos hijas, así como los pastores y fieles, son
recibidos con júbilo en Salem, para celebrar La Fiesta de Sukot. Abraham
entrega el rollo a Melquisedec, y éste lo cose uniéndolo al suyo. Después
de leer parte del rollo de Abraham, Melquisedec bendice al pequeño Isaac y
profetiza concerniente al futuro del rollo.
1 A través de las revelaciones recibidas del ángel,
Melquisedec tomó conocimiento de la gran liberación alcanzada diez días antes
de su coronación, en Rosh Hashaná, cuando delante de trescientos pastores con
sus vasos encendidos, ejércitos de cinco reyes habían caído, saliendo libres
los cautivos.
2 Conociendo nuestra intención de subir a Salem por
la ocasión de Sukot, el rey hizo preparativos para una gran fiesta, en la cual
conmemoraríamos juntos la victoria sobre toda la desarmonía generada por
el orgullo y por el egoísmo.
3 Fue por esto que al llegar nosotros a Salem,
fuimos sorprendidos con toda aquella honorífica recepción.
4 El ocuparme con el relato de todos esos
acontecimientos, me hizo pasar por todo este séptimo año, casi sin notar sus
días, que pasaron veloces. Estamos hoy a las puertas de un nuevo Rosh Hashaná,
cuando los 300 pastores tocarán los cuernos, convocando a todos aquellos que
posean las perlas, para la reunión solemne de Yom Kipur. Cinco días después
seremos recibidos en Salem para la fiesta de Sukot.
5 La certeza de que acontecimientos importantes
todavía deberán ser relatados hasta el momento en que el vaso será dejado en la
cueva, me hace reservar un espacio en el rollo, en el cual registraré, día tras
día, los hechos, hasta la consumación de esta historia.
6 Hoy es Rosh Hashaná, el día más feliz de mi vida,
pues mis brazos podrán abrazar finalmente al hijo de la promesa. La primera
cosa que Sara hizo al recibirlo, fue colocarle en su manita derecha la segunda
perla que el Mesías le había dado en el día de su conversión, en la cual estaba
escrito el nombre Isaac que significa "risa", el nombre de
Melquisedec y el nombre de Salem.
7 Dos días antes del Yom Kipur, Isaac fue
circuncidado, conforme a la orden de Yahwéh.
8 Desde que los pastores comenzaron a tocar sus
cuernos en Rosh Hashaná, todos aquellos que poseían perlas del vaso,
dejaron sus tiendas, dirigiendose en grupos pequeños, para estar junto al Roble
de Mambré.
9 Al llegar el Yom Kipur, el día de la reunión
solemne, mis pastores me informaron que todos aquellos que habían recibido
perlas, habían comparecido a la reunión, no faltando ninguna persona. Era
maravilloso ver la alegría estampada en el semblante de toda aquella multitud,
que anhelaban la subida a Salem. Todos tenían una historia que contar, de cómo
fueron mal comprendidos y humillados por aquellos que no recibieron la
salvación representada por las perlas. El único consuelo que tenían en aquel
tiempo, provenía de la certeza de que subirían a Salem para la fiesta de Sukot.
10 En el primer día de la fiesta de Sukot, la
multitud fue subdividida en grupos pequeños de doce personas, para subirnos en
orden hasta Salem.
11 Teniendo el vaso con el rollo en mi espalda, me
coloqué al frente de la multitud, siendo seguido por Sara e Isaac,
que venían montados en un camello; Luego detrás venían Lót y sus hijas; y un
poco mas atrás, los trescientos pastores seguidos por todos los fieles.
12 Iniciábamos nuestro ascenso cuando, acompañado
por todos sus súbditos, apareció Melquisedec viniendo a nuestro encuentro,
haciendo vibrar por los aires el sonido festivo de muchos instrumentos
musicales, conmemorando la gran victoria.
13 Después de saludarnos, el hijo de Adonías nos
condujo en una marcha festiva hasta introducirnos a las puertas de Salem, que
se encontraba ahora más bonita que antes.
14 Delante del trono, todos los redimidos fueron
coronados por Melquisedec, comenzando en seguida el gran banquete.
15 Grande fue la alegría del rey de Salem cuando le
entregué el vaso con mi manuscrito. Llevándome a una sala especial del palacio,
él me mostró los seis manuscritos en los cuales había registrado la historia
del Universo, según como le había sido mostrada en su sueño.
16 Al recibir mi manuscrito, él lo cosió a los
demás, llegando a ser el primero del gran rollo.
17 En el último día de la fiesta de Sukot, el rollo
fue abierto delante de toda la multitud de fieles. Después de leer una buena
parte de mi manuscrito, el hijo de Adonías, tomando en sus brazos al pequeño
Isaac, afirmó:
18 —En la descendencia de éste niño habrá de
cumplirse todas las cosas escritas en este manuscrito. —
19 Habiendo dicho esto, el rey lo bendijo,
devolviéndoselo a Sara.
20 Después de bendecir a Isaac, Melquisedec comenzó
a hablar sobre el futuro del rollo que permanecería por casi cuatro milenios
oculto en una cueva, siendo finalmente encontrado por un beduino de la tribu de
Taamireh. Al salir de su cueva, el rollo enfrentaría la oposición de muchos
eruditos que lo declararían apócrifo. Vendría, sin embargo, el momento, en que
sus revelaciones serían confirmadas, y muchos serían transformados por sus
mensajes, preparándose para el día del juicio final.
LA HISTORIA DEL UNIVERSO
(Un relato escrito por
Melquisedec)
Revelaciones que un ángel del Señor manifestó a Melquisedec en un sueño que tuvo lugar la noche siguiente a su coronación, un año después de recuperar el cetro de Salem, habiendo pagado el precio de su rescate con dolor y sangre.
Capitulo 1
El Eterno vivió una eternidad antes de crear el
Universo. Mundo de Luz. Monte Sión. Río de la vida. Jardín de Edén. Jerusalén,
la ciudad de paz. Lucifer, el primogénito de los ángeles. Leyes del gobierno
divino. Libertad de escoger. Ángeles, ministros del reino de la luz. Universo.
Abismo de tinieblas, prueba de fidelidad. Separación entre la luz y las
tinieblas.
1 Antes que existiese una estrella para brillar,
antes que hubiese ángeles para cantar, ya había un cielo, el hogar del Eterno,
el único Dios. Perfecto en sabiduría, amor y gloria, vivió el Eterno una
eternidad, antes de concretizar Su lindo sueño , en la creación del Universo.
2 Los incontables seres que componen la creación
fueron, todos, idealizados con mucho cariño. Desde el diminuto átomo hasta las
gigantescas galaxias, todo mereció Su suprema atención. Amador de la música,
Dios idealizó el Universo como una gran orquesta que, bajo Su regencia, debería
vibrar acordes armoniosos de justicia y paz. Para cada criatura Él compuso una
canción de amor.
3 El Eterno estaba muy feliz, pues Sus sueños
estaban por realizarse. Moviéndose con majestad, inició Su obra de creación.
Sus manos moldearon primeramente un mundo de luz, y sobre él una montaña
fulgurante sobre la cual estaría para siempre afirmado el trono del Universo.
4 Al monte sagrado Dios llamó: Sión. De la base del
trono, el Eterno hizo brotar un río cristalino, para representar la vida que de
Él fluiría hacia todas las criaturas. Como sala del trono, creó un lindo
paraíso que se extendía por centenas de kilómetros alrededor del monte Sión. Al
paraíso llamó: Edén. Al sur del paraíso, en ambos márgenes del río de la vida,
fueron edificadas numerosas mansiones adornadas de piedras preciosas, que se
destinaban a los ángeles, los ministros del reino de la luz.
5 Circundando el Edén y las mansiones angelicales,
construyó Dios una muralla de jaspe brillante, a lo largo de la cual podían ser
vistos grandes portales de perlas. Con alegría, el Eterno contempló la Capital
soñada. La ciudad en su esplendor era como una novia adornada, pronta para
recibir a su esposo.
6 Cariñosamente, el gran Arquitecto la llamó:
Jerusalén, la Ciudad de la Paz. Dios estaba por traer a la existencia a la
primera criatura racional. Sería un ángel glorioso, de entre todos el de mayor
honra. Adornado por el brillo de las piedras preciosas, ese ángel viviría sobre
el monte Sión, como representante del Rey de reyes delante del Universo.
7 Con mucho amor, el Creador comenzó a moldear al
primogénito de los ángeles. Toda sabiduría aplicó al formarlo, haciéndolo
perfecto. Con ternura le concedió la vida; el hermoso ángel, como
despertando de un profundo sueño, abrió los ojos y contempló la faz de su
Autor. Con alegría, el Eterno le mostró las bellezas del paraíso, hablándole de
Sus planes, que comenzaban a concretizarse.
8 Al ser conducido al lugar de su morada,
junto al trono, el príncipe de los ángeles estaba agradecido y, con voz
melodiosa, entonó su primer cántico de alabanza. De las alturas de Sión, se
descubría, a los ojos del hermoso ángel, Jerusalén en su inmensidad y
esplendor. El río de la vida, al deslizar sereno en medio de la Ciudad, se
asemejaba a una larga avenida, reflejando las bellezas del jardín del Edén y de
las mansiones angelicales.
9 Envolviendo al primogénito de los ángeles con Su
manto de luz, el Eterno comenzó a hablarle de los principios que habrían de
regir el reino universal. Leyes físicas y morales deberían ser respetadas en
toda la extensión del gobierno divino. Las leyes morales se resumían en dos
principios básicos: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a Sí
mismo. Cada criatura racional debería ser un canal por medio del cual el Eterno
pudiese derramar a otros vida y luz. De esa forma, el Universo crecería en
armonía, felicidad y paz.
10 En el reino de Dios, las leyes no serían
impuestas con tiranía; Los súbditos serían libres. La obediencia debería surgir
espontánea, en un gesto de reconocimiento y gratitud. En ese reino de libertad,
la desobediencia también sería posible. El resultado de tal comportamiento
sería el vaciamiento de las fuerzas vitales.
11 Después de revelar al hermoso ángel las leyes de
Su gobierno, el Eterno le confió una misión de gran responsabilidad: sería el
protector de aquellas leyes, debiéndolas honrar y revelar al Universo listo
para ser creado. Con el corazón rebosante de amor a Dios y a los semejantes, le
correspondería ser un modelo de perfección: sería Lucifer, el portador de la
luz. El príncipe de los ángeles; agradecido por todo, se postró ante el amoroso
Rey, prometiéndole eterna fidelidad. El Eterno continuó Su obra de creación,
trayendo a la existencia a innumerables huestes de ángeles, los ministros del
reino de la luz.
12 La Ciudad Santa fue poblada por esas criaturas
radiantes que, felices y agradecidas, unían las voces en bellísimos cánticos de
alabanza al Creador. Dios traía ahora a la existencia el Universo que, repleto
de vida, giraría entorno de Su trono afirmado en Sión. Acompañado por Sus
ministros, partió hacia la grandiosa realización. Después de contemplar el
vacío inmenso, el Eterno levantó las poderosas manos, ordenando la
materialización de las multiformes maravillas que habrían de componer el
Cosmos.
13 Su orden, cual trueno, repercutió por todas
partes, haciendo surgir, como por encanto, galaxias sin número, repletas de
mundos y soles —paraísos de vida y alegría—, todo girando armoniosamente
entorno del monte Sión. Al presenciar tan grande hecho del supremo Rey, las
huestes angelicales se postraron, haciendo repercutir por el espacio iluminado
un cántico de triunfo, en salutación a la vida.
14 Todo el Universo se unió en ese cántico de
gratitud, en promesa de eterna fidelidad al Creador. Guiados por el Eterno, los
ángeles comenzaron a conocer las riquezas del Universo. En esa excursión
sideral, estaban admirados ante la inmensidad del reino de la luz. Por todas
partes encontraban mundos habitados por criaturas felices que los recibían en
fiesta. Los ángeles nos saludaban con cánticos que hablaban de las buenas
nuevas de aquel reino de paz.
15 Tan preciada como la vida, la libertad de
escoger, a través de la cual las criaturas podrían demostrar su amor al
Creador, exigía una prueba de fidelidad. Con el propósito de revelarlo, el
Eterno condujo las huestes por entre el espacio iluminado, hasta aproximarse a
un abismo de tinieblas que contrastaba con el inmenso brillo de las galaxias. A
lo lejos, ese abismo se había revelado insignificante a los ojos de los
ángeles, como un puntillo sin luz; pero a medida de su acercamiento, se mostró
en su enormidad.
16 El Creador, que a cada paso revelaba a los
ángeles los misterios de Su reino, estaba allí silencioso, como guardando para
Sí un secreto. Las tinieblas de aquel abismo consistían en la prueba de la
fidelidad. Volteándose hacia las huestes, el Eterno solemnemente afirmó:
—"Todos los tesoros de la luz estarán abiertos a vuestro conocimiento,
menos los secretos ocultos por las tinieblas. Sois libres para servirme o no.
Amando la luz estaréis ligados a la Fuente de la Vida". —
17 Con estas palabras, hizo Dios separación entre
la luz y las tinieblas, el bien y el mal. El Universo era libre para escoger su
destino.
Capítulo 2
Una eternidad de armonía y paz. Lucifer, trasmisor
de las revelaciones del Padre a sus ángeles. Asambleas en planetas capitales.
La obediencia a las leyes divinas, fundamento de progreso y felicidad. Lucifer
es atraído por las tinieblas del abismo. Lucifer, creado para la Luz.
Intervención de un Padre amoroso. La gran lucha interior de Lucifer. El don del
libre albedrío. Teoría de la ciencia del bien y del mal. Fundamentos del reino
del Eterno. Traición de Lucifer y de un tercio de las huestes. El Eterno
advierte sobre el rompimiento de la Fuente de la Vida. El Universo puesto a
prueba. El inconsolable llanto del Padre. El misterioso abismo, significado
simbólico del reino de la rebeldía. Comienzo de la creación del planeta
Tierra.
1 El tan esperado sueño del Creador se
concretizaba. Ahora, como Padre cariñoso, conducía a las criaturas a
través de una eternidad de armonía y paz. En virtud del cumplimiento de las
leyes divinas, el Universo se expandía en felicidad y gloria. Había un fuerte
celo de amor, que a todos unía fuertemente. Los seres racionales, dotados de la
capacidad de un desenvolvimiento infinito, encontraban indescriptible placer en
aprender los inagotables tesoros de La Sabiduría divina, transmitiéndolos a los
semejantes. Eran como canales por medio de los cuales La Fuente de la Eterna
Vida nutría a todos de amor y luz.
2 En Jerusalén, los ministros del reino
se reunían ante el soberano Rey, siempre prontos a cumplir Sus propósitos. Era
a través de Lucifer que el Eterno ponía de manifiesto Sus designios. Después de
recibir una nueva revelación, él prontamente la transmitía a las huestes
angelicales. Éstas, a su vez, la compartían con la creación. En célebre
vuelo los ángeles se dirigían hacia los planetas capitales, donde, en grandes
asambleas, se reunían los representantes de los demás mundos. En muchas de esas
asambleas, Lucifer se hacía presente, llenando a los participantes de alegría y
de admiración. Perfecto en todas las virtudes, él los cautivaba con su
simpatía.
3 Ningun otro ángel conseguía revelar como él los
misterios del amor del Eterno. El Universo, alimentándose de la Fuente de la
Vida, se expandía en una eternidad de perfecta paz. La obediencia a las leyes
divinas era el fundamento de todo progreso y felicidad. Aunque conscientes del
libre albedrío, jamás había subido al corazón de ninguna criatura el deseo de
apartarse del Creador. Así fue por mucho tiempo, hasta que tal problema
irrumpió en la vida de aquél que era el más íntimo del Eterno.
4 Lucifer, que había dedicado su vida al
conocimiento de los misterios de la luz, se sintió poco a poco atraído por las
tinieblas. El Rey del Universo, a los ojos de quien nada puede ser encubierto,
acompañó con tristeza sus pasos en el camino descendente que lleva a la muerte.
Al principio, una pequeña curiosidad llevó a Lucifer a aproximarse a aquél
abismo profundo. Contemplándolo, comenzó él a indagar el porqué de no poder
comprender su enigma.
5 Regresando a su lugar de honra, junto al trono,
se postró ante el divino Rey, suplicándole: —Padre, dame a conocer los secretos
de las tinieblas, así como me revelas la luz. — Ante la petición del hermoso
ángel, el Eterno, con voz expresiva de tristeza, le dijo: —Hijo mío, tú fuiste
creado para la luz, que es vida. — Convenciéndose de que el Creador no le
revelaría los tesoros de las tinieblas, Lucifer decidió comprender por sí mismo
el enigma. Se Juzgaba capacitado para tanto. Con esta triste decisión, el
príncipe de los ángeles permitió que surgiese en su corazón una mancha de
pecado que podría traer una catástrofe para el Universo.
6 Solo Dios sabía lo que pasaba en el corazón de
Lucifer. El ángel, que había sido creado para ser el portador de la luz, estaba
divorciándose en pensamientos del bondadoso Creador que, en un esfuerzo de
impedir el desastre, le rogaba permanecer a Su lado. Una tremenda lucha comenzó
a trabarse en su interior. El deseo de conocer el sentido de las tinieblas era
inmenso, con todo, los ruegos de aquél amoroso Padre, a quién no quería
también perder, lo torturaban. Viendo el sufrimiento que su actitud causaba al
Creador, a veces demostraba arrepentimiento, pero volvía a caer.
7 Antes de crear el Universo, Dios ya había
previsto la posibilidad de una rebelión. El riesgo de conceder libertad a las
criaturas era inmenso, mas, sin este don, la vida no tendría sentido. El Eterno
no quería reinar sobre robots, programados para hacer solamente Su voluntad. El
quería que la obediencia fuese fruto del reconocimiento y del amor, por eso
decidió correr el gran riesgo. Aunque proseguía en la búsqueda del sentido de
las tinieblas, Lucifer no pretendía abandonar la luz.
8 Se esforzaba por llegar a una combinación entre
esas partes que, en el reino del Eterno, coexistían separadas. Finalmente, con
un sentimiento de exaltación, concibió una teoría engañosa, que pretendía
presentar al Universo como un nuevo sistema de gobierno, superior al gobierno
del Eterno. Denominó a su teoría “la ciencia del bien y del mal".
Estructurada en la lógica, la ciencia del bien y del mal se reveló atrayente a
los ojos de Lucifer, pareciendo descorrer un sentido de vida superior a aquél
ofrecido por el Creador, cuyo reino posibilitaba solamente el conocimiento
experimental del bien.
9 En el nuevo sistema, habría equilibrio entre el
bien y el mal, entre el amor y el egoísmo, la luz y las tinieblas. A lo largo
del tiempo en que madurara en su mente la ciencia del bien y del mal, Lucifer
sabría guardarla en secreto delante del Universo. Continuaba en su
puesto de honra, cumpliendo la función de Portador de la Luz. Sin embargo, por
más que procuraba fingir, su semblante ya no revelaba alegría en servir al
Eterno. El divino Rey, que sufría en silencio, procuraba, por medio de Sus
revelaciones de amor, preparar a las criaturas racionales para la gran prueba
que se aproximaba.
10 Sabía que muchos darían oído a la tentación,
volviéndole la espalda. La noche de la prueba haría sobresalir, sin embargo, a
los verdaderos fieles —aquéllos que servían al Creador no por interés, sino por
amor. —Al ver que la hora de la prueba llegaba, y que Lucifer estaba listo para
traicionarlo delante del Universo, el Eterno, que jamás había cesado de revelar
los tesoros de su sabiduría, se torno silencioso y contemplativo.
11 El silencio hizo revivir en el corazón de las
huestes el recuerdo de aquella primera excursión sideral, cuando, después de
mostrarles las riquezas del reino de la luz, Dios se tornó silencioso ante
aquél abismo. Se acordaban de Sus palabras: "Todos los tesoros de la
luz estarán abiertos a vuestro conocimiento, menos los secretos ocultos por las
tinieblas. Sois libres para servirme o no. Amando la luz estaréis ligados a la
fuente de la vida”. Lucifer, que había comenzado a codiciar el trono de Dios,
le indagó el motivo de Su silencio. El Creador, contemplándolo con infinita
tristeza, le dijo: "Ha llegado la hora de las tinieblas. Tú eres libre
para realizar sus propósitos”.
12 Viendo que el momento propicio para la
propagación de su teoría había llegado, Lucifer convocó a los ángeles para una
reunión especial. Las huestes, deseosas de conocer el significado del silencio
del Padre, tomaron sus lugares junto al magnífico ángel, que siempre les había
revelado los tesoros del reino de la luz. Lucifer comenzó su discurso
exaltando, como de costumbre, el gobierno del Eterno. En una amplia
retrospectiva, les recordó las grandiosas revelaciones que los habían
enriquecido en toda aquella eternidad.
13 El silencio divino, lo presentó como siendo la
indicación de que el Universo había alcanzado la plenitud del conocimiento que
provenía de la luz. Callando, el Eterno les abría camino para el entendimiento
de misterios aún no soñados, guardados hasta entonces más allá de los
límites de Su gobierno. Sorprendidas, las huestes tomaron conocimiento de la
experiencia de Lucifer sobre las tinieblas. Con elocuencia, él les habló de la
ciencia del bien y del mal, indicándola como el camino de las mayores
realizaciones.
14 El efecto de sus palabras pronto se hizo sentir
en todo el Universo. La pregunta era decisiva y explosiva, generando por
primera vez discordia. Los seres racionales, en su prueba, habrían de optar por
permanecer solamente con el conocimiento de la luz, el cual Lucifer afirmaba
haber llegado a su límite, o aventurarse en el conocimiento de la ciencia del
bien y del mal. En el comienzo, los ángeles se debatieron ante la pregunta,
siendo luego después todo el Universo puesto a prueba. Parecía que la ciencia
del bien y del mal habría de arrebatar la mayor parte de las criaturas, sin
embargo, poco a poco, muchos que al principio se empaparon con la teoría,
despertaron de la ilusión de la misma, reafirmando su fidelidad al reino de la
luz.
15 Al final de ese conflicto, que se arrastró por
largo tiempo, se reveló un tercio de las estrellas del cielo al lado de
Lucifer, y las restantes, aunque conmocionadas por la prueba al lado del
Eterno. La ciencia del bien y del mal fue proclamada por Lucifer como un nuevo
sistema de gobierno. ¿Pero cómo ejercerlo, si el Eterno continuaba reinando en
Sión? Necesitaban encontrar una manera de bajarlo de allí. El consejo, formado
por los ángeles rebeldes, comenzó a tratar de eso. Decidieron, finalmente,
solicitarle el trono por un tiempo determinado, en el cual podrían demostrar la
excelencia del nuevo sistema de gobierno. En caso de que fuese aprobado por el
Universo, el nuevo sistema se establecería para siempre; en caso contrario, el
dominio retornaría al Creador.
16 Fue así que Lucifer, acompañado por sus huestes,
se aproximó arrogante delante de Aquél Padre sufridor, haciéndole tal petición.
El Eterno no era ambicioso, sólo quería el bien para Sus criaturas. Si la
ciencia del bien y del mal consistiera realmente en un bien mayor, no Se opondría
a su implantación, cediendo el trono a sus defensores. Más Él sabía que aquel
camino conduciría a la infelicidad y a la muerte. Movido por Su amor protector,
el Creador desatendió la petición de las huestes rebeldes, que se apartaron
enfurecidas.
17 Al serles negado el trono, Lucifer y sus huestes
comenzaron a acusar al divino Rey, proclamando ser su gobierno de tiranía.
Afirmaban ser su permanencia en el trono la más patente demostración de Su
arbitrariedad. ¿No les había concedido libertad de escoger? ¿Por qué
neutralizarla ahora, impidiéndoles poner en práctica un sistema de gobierno
superior? Las acusaciones de las huestes rebeldes repercutieron por todo el
Universo, haciendo parecer que el gobierno del Eterno era injusto. Esto trajo
profunda angustia a aquellos que permanecían fieles al reino de la luz.
18 No sabiendo como refutar tales acusaciones, esas
criaturas, enmudecidas por el dolor moral, anhelaban el momento en que nuevas
revelaciones procedentes del Creador pudiesen aclararles los misterios de ese
gran conflicto. Las acusaciones y blasfemias de las huestes rebeldes alcanzaron
el punto culminante cuando el Eterno, en un gesto sorprendente, se levantó de
Su trono, como pronto a dejarlo. Los infieles, en la expectativa de una
conquista, se aquietaron, mientras que un sentimiento de temor penetraba en el
corazón de los súbditos de la luz.
19 ¿Entregaría Él el dominio de toda la creación,
para librarse de las viles acusaciones? De acuerdo con la lógica a partir
de la cual Lucifer fundamentaba sus enseñanzas, no le quedaba otra alternativa
al Creador. En esta tremenda expectativa, el Universo acompañaba los pasos de
Dios. En un gesto de humildad, el Creador Se despojó de Su corona y de Su manto
real, colocándolos sobre el blanco trono. En Su semblante no había expresión de
resentimiento o de ira, sino de infinito amor y tristeza. Con solemnidad, el
Eterno proclamó que el momento decisivo había llegado, cuando cada criatura
debería sellar su decisión al lado de la luz o de las tinieblas.
20 En una amplia revelación, alertó de las
consecuencias de un rompimiento con la Fuente de la Vida. Con una mirada de
ternura el Creador contempló a sus hijos. Era una mirada de humildad, que lleno
de amor, suplicaba para que permanecieran a Su lado. Incontables criaturas,
conmovidas, correspondieron a Su mirada de bondad, mientras que una multitud se
mantuvo cabizbaja. Lucifer y sus seguidores estaban conscientes de la seriedad
de aquel momento. Todavía era posible dar vuelta atrás en sus planes,
entregándose arrepentidos al divino Padre que siempre los había amado.
21 Mientras cabizbajos consideraban sobre la
decisión final, Lucifer y sus adeptos oyeron el cántico de aquellos que, en
reconocimiento y gratitud, se colocaban a lado del Eterno. La última lucha se
trababa en el corazón de los infieles que, estremecidos, llegaron a pensar en
retirarse. Finalmente, el recuerdo del reciente gesto divino, despojándose de
la corona, les dio la certeza de que el gobierno les sería entregado. Viendo
que el Trono permanecía vacío, Lucifer y sus huestes, dominados por la codicia,
rompieron definitivamente con el Creador. Al ver un tercio de los súbditos
atravesar las divisiones de la eterna separación, Dios dejó externar el dolor
angustiante que por tanto tiempo martirizaba Su corazón, Curvándose en
inconsolable llanto.
22 Contemplando a Sus hijos rebeldes, elevó la voz
en una lamentación dolorosa: ¡"Hijos míos, hijos míos! ¡Ya no puedo
llamarlos así! ¡Quisiera tanto tenerlos en mis brazos! ¡Me acuerdo cuando con
cariño los formé! ¡Ustedes surgieron felices y perfectos, en acordes de
esperanza en eterna armonía! ¡Viví para ustedes, cubriéndolos de gloria y
poder! ¡Ustedes fueron mi alegría! ¿Por qué sus corazones cambiaron tanto? ¿Oh
qué más podría yo haber hecho para hacerlos permanecer conmigo? ¡Hoy mí alma
sangra de dolor por la eterna separación!
23 ¡¿Cómo miraré hacia los lugares vacíos donde
tantas veces regocijantes elevaron las voces en hosannas festivas, sin venirme
a la mente una mezcla de felicidad y dolor?! ¡Nostalgia infinita invade ya mi
ser, y sé que será eterna! Hoy mi corazón se rompió y se quebrantó; ¡las
cicatrices cargaré para siempre! Después de proclamar en llanto tan dolorosa
lamentación, el Eterno, se dirigió a Lucifer, el causante de todo el mal,
diciendo: "Tú recibiste un nombre de honra al ser creado. Ahora no te
llamarán más Lucifer, sino Satánas, el enemigo del Creador y de Sus
leyes." Después de lamentar la perdición de las huestes rebeldes, el
Eterno, en pasos lentos, se ausentó del jardín del Edén, lugar del trono
Universal.
24 ¿Dónde sería ahora Su morada? Las huestes fieles
acompañaban reverentes Sus misteriosos pasos de abandono, que parecían
descorrer un futuro difícil, de sufrimientos y humillaciones. ¿Ocuparían
los rebeldes el trono divino, profanándolo como dominio del pecado? Esta
indagación torturaba el corazón de los súbditos del Eterno. Dejando Su amada
Ciudad, el Señor de la luz se condujo, en medio de las glorias del Universo, en
dirección del abismo inmenso, respecto del cual había callado hasta entonces.
Allí Se detuvo una vez más, enmudecido, mientras que parecía leer en las
tinieblas un futuro de grandes luchas.
25 Ante el sufrimiento del Eterno, expresado en la
tristeza de su semblante, los fieles pudieron finalmente comprender el significado
de aquél misterioso abismo: consistía en una representación simbólica del reino
de la rebeldía. En el rostro entristecido de Dios se manifestó, por fin, un
brillo que a los fieles animó. Levantando los poderosos brazos ante las
tinieblas, ordenó en alta voz: "Haya luz." Inmediatamente, la luz de
Su presencia inundó el profundo abismo y, triunfando sobre las tinieblas,
reveló un mundo inacabado, cubierto por aguas cristalinas. Con ese gesto, el
Eterno iniciaba una gran batalla por la reivindicación de Su gobierno de luz;
batalla del amor contra el egoísmo; de la justicia contra la injusticia; de la
humildad contra el orgullo; de la libertad contra la esclavitud; de la vida
contra la muerte.
26 Batalla que, sin tregua, se extendería hasta
que, en el amanecer anhelado, pudiese el divino Rey retornar victorioso al
santo monte Sión, donde, entronizado en medio de las alabanzas de los
redimidos, reinaría para siempre en perfecta paz. Las tinieblas, en su fuga,
señalaban hacia el aniquilamiento final de la rebeldía. Las aguas abundantes
que cubrían aquél mundo, hasta entonces oculto, simbolizaban la vida eterna que
para los fieles sería conquistada por el amor que todo sacrifica. El mundo
revelado era la tierra. Visitada por las tinieblas y por la luz, ella sería el
palco de la gran lucha. Los fieles se regocijaban ante el triunfo de la luz en
aquél primer día, cuando las tinieblas en su furia rodaban sobre el planeta,
sucumbiéndolo en densa obscuridad.
27 La luz, que parecía vencida, renació victoriosa
en un lindo amanecer. Al rayar la luz de un segundo día, el Eterno ordenó:
"Haya una expansión en medio de las aguas, y haya separación entre agua y
aguas." Inmediatamente, el calor de Su luz hizo que una inmensa cantidad
de vapor se elevase de las aguas, envolviendo el planeta en un manto de
transparencia añil. Surgió así la atmósfera, con su mezcla perfecta de gases
que serían esenciales para la vida que en breve coronaría el planeta. El
Creador, contemplando la expansión, la llamó "cielos".
28 La atmósfera, que llena de brillo envolvía la
tierra, se ensombreció al sobrevenir el crepúsculo de otro atardecer.
Capítulo 3
Continúan las obras de la Creación. Separación de
las aguas. Vegetación. El jardín de Edén es transferido en el nuevo planeta.
Los grandes luminares. Criaturas marinas. Criaturas volátiles. Criaturas
terrestres. Creación de Adán, el primer hombre. Adán se postra en reverente
adoración. Estado paradisiaco de la tierra. Adán se admiró de una criatura y la
llamó “cordero”. El cordero, una semejanza del Eterno. La promesa de una
compañera. El sueño profundo de Adán. Eva es creada para Adán. Un manto real y
una corona dados al hombre como honra del Eterno. Adán y Eva muestran sumisión
al colocar a los pies del Creador su corona. El hombre, mayordomo fiel, cetro
racional y árbitro de la creación. Adán y Eva son concientizados sobre Satanás.
El árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Satanás opta
por el engaño como arma para lograr que el hombre coma del fruto prohibido.
1 Al ser vencidas las tinieblas en el tercer día,
el Creador continuó Su obra, haciendo aparecer los inmensos continentes que
todavía estaban bajo la superficie de las aguas. Con las manos levantadas
ordenó: "Júntense las aguas debajo de los cielos en un lugar y aparezca la
porción seca." En pronta obediencia, las cristalinas aguas cedieron su
posición superior a la porción seca que se levantó, sobreponiéndose a ellas. En
las regiones bajas de la tierra, las aguas continuarían reflejando el brillo
celestial, siendo un refrigerio para las criaturas sedientas. En ese gesto de
humildad, las aguas prefiguraban al Creador, que en la gran lucha había
descendido al más profundo abismo para hacer renacer en las almas sedientas la
vida eterna.
2 Contemplando la faz de aquél nuevo mundo, el
Eterno denominó a la parte seca "tierra", y al recogimiento de las
aguas llamó "mares". Con su poderosa voz continuó, ordenando:
"Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla, árbol fructífero
que dé fruto según su especie, cuya semilla esté en ella sobre la tierra."
En obediencia al mando divino, la superficie sólida del planeta se revistió de
toda suerte de vegetación: lindos prados a florear, campos reverdecientes
entrecortados por ríos cristalinos, bosques sin fin donde árboles frondosos
dejaban colgar frutos sabrosos de infinidades de especies. La tierra era
como una tela donde el Creador, por el poder de Su palabra, coloreaba
cuadros de belleza sin par.
3 Mientras que con admiración las huestes
contemplaban las bellezas de aquella creación, se sorprendieron al reconocer
sobre el nuevo planeta el jardín del Edén, lugar del trono divino. El Eterno,
por el poder de Su palabra, lo había transferido hacia el seno de ese mundo
especial, donde en justicia sería confirmado el gobierno del Universo. En aquel
día primaveral, la brisa acarició mansamente los verdes bosques y los prados en
flor, inundando la atmósfera con un suave aroma y frescor. Con-templando Su
obra, el Creador con felicidad exclamó: "He aquí todo es muy bueno."
Exuberante, el planeta cumplió un día más en su armoniosa rotación. Las huestes
fieles ahora podían comprender mejor la importancia de la luz divina. Su
ausencia había ofuscado, en aquella noche, las bellezas de Sión. En ese nuevo
día, el Creador expresaría Su gran poder, dando a la tierra luminares que
la llenarían de luz y calor.
4 Esos luminares permanecerían para siempre como
símbolos de la presencia espiritual del Eterno, que es la fuente de toda la
luz. Contemplando el espacio oscuro y vacío que se extendía alrededor de la
tierra, con potente voz ordenó: "Haya luminares en la expansión de los
cielos, para que haya separación entre el día y la noche; sean ellos por
señales y para tiempos determinados, para días y años. Y sean por luminares en
la expansión de los cielos para alumbrar la tierra." Inmediatamente, el
espacio se tornó radiante por el brillo del sol y por el reflejo de planetas y
satélites. Ante esta demostración de poder, las huestes fieles se arrodillaron
en reverente adoración. En el cuarto día, el Eterno creó los mundos de nuestro
sistema solar no para ser habitados como la tierra, sino para el equilibrio del
sistema.
5 Llenaron también el cielo de fulgor, ablandando
las tinieblas de las noches terrenales. Volviendo los ojos hacia la tierra, las
huestes se alegraron por verla radiante en colores. Muy próxima de ella se
podía ver la luna que, con su reflejo plateado, ahuyentaría las profundas
sombras nocturnas. Envueltos por ese escenario encantador, los hijos de
la luz, regocijantes, saludaron el amanecer del quinto día, que sería de muchas
sorpresas. El Eterno tornaría la tierra festiva por la presencia de infinidades
de especies de animales irracionales que habitarían toda la superficie del
planeta. Esa creación tendría continuidad en el sexto día.
6 Levantando las poderosas manos, el Creador,
mirando primeramente hacia las aguas cristalinas, ordenó: "Produzcan las
aguas abundantemente reptiles de alma viviente." De inmediato, las aguas
se tornaron ondulantes por la presencia de incontables especies de reptiles
que, felices y agradecidos, festejaban la existencia en un continuo nadar y
saltar. Desde los seres microscópicos hasta las grandes ballenas, todos
aparecieron en completa armonía, reflejando en su naturaleza el amor del
Creador. Poniendo los ojos sobre la atmósfera añil que reposaba sobre los
reverdecientes bosques, el Eterno continuó: "Vuelen las aves sobre la faz
de la expansión de los cielos". Por medio de Su orden, los Cielos se
llenaron de pájaros coloridos que, volando en todas direcciones, tenían en el
corazón un cántico de gratitud por la vida. Este cántico llenó el aire,
mezclándose con el perfume de los arbustos floridos.
7 Contemplando con placer a Sus criaturas
terrenales, el Eterno las bendijo diciendo: "Fructificad y multiplicaos y
henchid las aguas en los mares, y las aves multiplíquense en la tierra."
Regocijantes, las huestes fieles presenciaron el amanecer del sexto día. ¿Y qué
crearía Dios en ese nuevo día? Esta pregunta reinaba en la mente de todos los
seres racionales. Estaban seguros de que algo muy especial estaba por
acontecer. Levantando los poderosos brazos, el Eterno ordenó: "Produzca la
tierra alma viviente conforme a su especie: ganado, reptiles y bestias salvajes
de la tierra, conforme a su especie." Su voz poderosa fue prontamente oída
y, en los bosques y en los campos, se podía ver el resultado de Su poder
creador.
8 Animales de todas las especies despertaron a una
existencia feliz, en medio de un paraíso de perfecta paz. La tierra se tornaba
extremadamente bella, cual princesa adornada para recibir a su rey y señor.
¿Quién sería ese ser especial? Moviéndose con majestad, el Eterno bajo a las
glorias del nuevo mundo, dirigiéndose al jardín del Edén, lugar del trono
divino. Los ángeles de la luz lo acompañaron reverentes, deteniéndose cual
nubes sobre los cielos del paraíso. Todo el Universo observaba con profundo
interés el desenvolvimiento de los actos del Creador, en respuesta a las
acusaciones de sus enemigos.
9 El momento era decisivo. Todo indicaba que el
Eterno demostraría no ser tirano ni egoísta, coronando a alguien sobre el monte
Sión. Satanás y sus seguidores no dudaban de que el reino les sería entregado y
reinarían victoriosos en el seno de aquel antiguo abismo, donde las tinieblas y
la luz ahora se entrelazaban. Los súbditos de la luz se estremecieron ante esa
perspectiva. Junto a la fuente del río de la vida, el Eterno se arrodilló
solemnemente y, con los elementos naturales de la Tierra, comenzó a moldear,
con mucho cariño, una criatura especial. Después de algunos instantes, estaba
extendido delante del Creador el cuerpo, aún sin vida, del primer hombre. El
Eterno lo contempló y, después de acariciarle la cara fría y descolorida, le
sopló en las vías de la nariz el aliento de vida y el hombre comenzó a vivir.
10 Como despertando de un sueño, el hombre abrió
los ojos y contempló la dulce faz de Su Creador que, sonriendo, le besó la cara
ahora colorida y llena de vida. Se emocionó al oír al Eterno decirle con voz
suave y llena de afecto: "¡Mi hijo, mi querido hijo!" Por haber
nacido de la tierra, el primer hombre recibió el nombre de Adán. Tomándolo por
la mano, el Eterno lo levantó. Sin percibir el escenario de fulgor que lo
circundaba, Adán, en un gesto de gratitud por la existencia, envolvió al Creador
en un tierno abrazo, postrándose en reverente adoración. Las huestes fieles que
admiradas atestiguaban la grandiosa realización divina, emocionadas ante el
gesto humano, se postraron también en reverente adoración.
11 Unieron entonces las voces en un cántico de
júbilo en salutación a aquélla criatura especial, que despertaba hacia la vida
en un momento tan decisivo para el Universo. Con el corazón lleno de felicidad,
Adán se unió a los ángeles en su cántico de loor. Su voz, al repercutir por los
alrededores floridos, se mezcló al canto de las aves y al mugir de los animales
que se aproximaban festivamente. En un paseo de sorpresas inolvidables, Adán
fue concientizado de las bellezas de su hogar. Con admiración, contempló el
monte Sión, donde brotaba el río de la vida, en una cascada de luz. El glorioso
monte yacía coronado por un lindo arco iris. En sus pasos, siguió el curso del
río cristalino, que deslizaba sereno en medio de las maravillas del Edén.
12 Se admiraba de los árboles altos que, empapados
por la brisa, dejaban colgar de las ramas abundantes flores y frutos. Se
inclinaba aquí y allá, atraído por el resplandor de piedras preciosas que por
todas partes adornaban el césped. Con intensa alegría, Adán tomaba conocimiento
de las infinidades de especies de animales que poblaban el jardín. Todos eran
mansos y sumisos y vivían en perfecta armonía y felicidad. Deteniéndose en sus
pasos, Adán se admiró de la blancura y ternura de un animalito que brincaba en
el césped. Aproximándose, lo tomó en sus brazos, dedicándole un especial
afecto. ¡Pues que agradable era acariciar su blanca lana! Sus dulces ojos
refle-jaban un brillo de amor y humildad. Había algo de especial en aquel
animalito. Afectuosamente, Adán lo llamó "cordero".
13 Con el animalito en sus brazos, Adán miró
agradecido hacia el Eterno y Lo adoró. Contemplando Sus blancas vestiduras, Sus
ojos expresivos de un amor sin par, Adán descubrió que tenía en los brazos un
símbolo de su Autor. Feliz, exclamó: "Oh, Señor, este corderito
revestido de tan blanca lana, con mirada expresiva de tanto amor, se parece a
Ti. Yo quiero tenerlo siempre junto a mí." Observando los animales, Adán
percibió que ellos disfrutaban de un compañerismo especial. Veía por todas
partes parejas felices que vivían el uno para el otro. Sus pensamientos se
volvieron hacia Su Compañero. Miró a su alrededor y estuvo sorprendido de no
verlo. El Eterno se había ocultado a propósito, tornándose invisible.
14 Adán se sentía solitario en medio de aquel
paraíso. ¿Con quién compartiría su felicidad y su amor? había allí los
animales, pero ellos eran irracionales, no pudiendo compartir de sus ideales.
Nacía en su corazón, al caminar solitario en aquel atardecer, un deseo ardiente
de encontrar a alguien que pudiese estar siempre a su lado. Mientras que Adán
miraba hacia las distantes colinas en la esperanza de ver a alguien, el Eterno
se presentó a su lado y le dijo: "No es bueno que el hombre esté solo; le
haré una compañera."
15 Adán estuvo feliz al oír del Creador esa
promesa, justamente en el momento en que tanto anhelaba tener a alguien para
que estuviera siempre visible a su lado. Tomado por un profundo sueño, Adán se
reclinó en el pecho de su amoroso Creador que, con caricias, le hizo adormecer.
En su subconsciente surgieron los primeros sueños coloridos: Contempla la
mirada tierna del Eterno; oye el sonido armonioso de la música angelical;
descubre las maravillas al derredor: el monte Sión con su arco iris; el río de
la vida; los prados en flor; los animales que lo saludaban en fiesta. Se repiten
en su sueño las escenas que lo envolvieron en su anhelo; mira al derredor en la
esperanza de encontrar a su compañero, más no lo ve. Se siente solitario en su
sueño, y eso lo hace buscar a alguien con quién poder compartir su existencia.
16 Su mirada se extiende por campiñas
reverdecientes, divisando a lo lejos colinas floridas. Mientras camina
esperanzado, siente la mansa brisa acariciarle el cabello suavemente. Conversa
con la brisa: "¡Brisa, tú pareces ser a quién tanto busco; tú me acaricias
el cabello; besas mi cara; tú tienes el perfume de los verdes arbustos! ¡Si yo
pudiera ver tu faz, la besaría; si yo pudiera tocar tu cabello, haría largas
trenzas y las adornaría con las flores de nuestro jardín!" Después de
caminar en el sueño por los prados del paraíso, Adán se detuvo mientras que
contemplaba el paisaje alrededor. Se admiró de no ver el efecto de la brisa en
las ramas floridas. ¿Pero cómo, si la sentía cálidamente en el rostro?
17 Comenzó entonces a despertar de su sueño.
Todavía con los ojos cerrados se acordó del momento en que, somnoliento, se
recostó en el pecho del Eterno. ¿Sería la brisa el toque de Sus manos? Con esta
interrogante abrió los ojos y se emocionó al contemplar una linda mujer que,
con las manos perfumadas, le acariciaba con amor la cara. Era la brisa de su
sueño; la promesa de un Creador que solo quería hacerlo feliz. Ahora Adán era
completo, pues tenía a Eva, que era carne de su carne y huesos de sus huesos.
Tomándola por la mano, Adán la invitó a dar un paseo de sorpresas inolvidables.
Mostraría a su compañera las bellezas de su hogar.
18 Sensibilizada Eva se detenía a cada paso,
atraída por las flores que exhalaban suaves perfumes; por los pájaros que
trinaban alegres cantos; por los animales que los seguían sumisos; por la
vegetación de ricos matices; por las aguas cristalinas del río de la vida que
brotaban en cascada desde el monte Sión. Todo en el paraíso era perfecto y
bello, mas nada se igualaba al ser humano, creado a la imagen de Dios. Se
volvieron el uno para el otro en admiración y caricias. Empapados por ese amor,
permanecieron hasta el atardecer. Con deleite, la joven pareja comenzó a
contemplar el sol poniente que, a través de rayos rosados, coloreó el cielo en
un lindo arrebol.
19 Era el sexto día que llegaba a su final, dando
lugar a las horas de un día especial: El sábado. Ese día, en su significado,
sería solemne para todos los súbditos del Eterno, pues su amanecer traería la
victoria para el reino de la luz. El sol, que durante el sexto día había
alegrado la naturaleza con su brillo y calor, se ocultó, dejándola en frías
sombras. Los alegres pájaros, silenciando sus trinos, buscaban sus nidos
mientras que los otros animales se recogían. Solamente la pareja permaneció
inmóvil, procurando divisar, en el último destello que se apagaba en el
horizonte, la esperanza de un nuevo amanecer. Investigaban el sentido de las
tinieblas cuando, por entre los arbustos, vieron un lindo lugar, cuyos rayos
plateados bañabanos rayos plateados bañaronito la naturaleza en suave luminosidad.
20 Todo el cielo estaba iluminado por el resplandor
de las estrellas. Admirados, descubrieron que la noche solamente era tinieblas
cuando se miraba hacia abajo. Adán y Eva en su inocencia no sabían que aquella
noche simbolizaba el futuro sombrío de la humanidad. Cuando lo comprendiesen,
estarían confortados al contemplar el fulgor de los cielos: el lugar hablaría
de esperanza y las estrellas centellantes atestiguarían el interés de las
huestes de la luz en aclararles las tinieblas morales, dando aliento a los
pecadores. Mas serían iluminados apenas aquellos que, desviando los ojos de la
tierra, contemplasen los altos cielos.
21 Después de contemplar por algún tiempo el cielo
en su luminosidad, la pareja, se acordó de las bellezas del paraíso, volvió los
ojos, buscando divisarlas. Estaban, sin embargo, ocultas en medio de las
sombras. ¡Cuánto deseaban el amanecer, pues solamente él traería consigo el
paraíso! Ante el anhelo del corazón humano, el Eterno apareció en medio de las
tinieblas, devolviendo a la pareja la alegría de encontrarse nuevamente en un
jardín colorido. Bañados por suave luz, caminaban ahora por prados
reverdecientes y floridos. El brillo del Creador despertaba la naturaleza por
donde pasaban, coloreando y alegrando todo en derredor.
22 La pareja, admirada, aprendió que al lado del
Eterno podrían tener un paraíso en plena noche. Sintiéndose somnolientos, Adán
y Eva se recostaron en el regazo del amoroso Padre, que los hizo
adormecer dulcemente, esperanzados en un despertar feliz. Dejándolos sobre el
suave césped, el Eterno se elevó dirigiéndose al lado de las huestes
contemplativas. Volvería a manifestarse al amanecer, haciendo despertar a la
pareja para el más solemne acontecimiento, que reduciría al polvo las más viles
acusaciones de los enemigos. La noche oscura y fría, a través de sus largas
horas, parecía burlarse de la luz. ¿Ofuscaría para siempre las bellezas de la
creación? ¡Oh, jamás! El sol no retrocedería ante la imponencia de las
tinieblas; aparecería en breve como un libertador, arrebatando con sus cálidos
rayos la naturaleza de las frías garras, dándole vida y color.
23 En un último desafío, las tinieblas se tornaron
densas en las horas que antecedieron el amanecer. La noche arremetía sus
fuerzas para luchar por el dominio usurpado. Finalmente, apareció en el este un
destello que parecía hablar de esperanza en un nuevo día. El cielo poco a poco
se tornó colorido de un rojizo vivo. Las tinieblas impotentes se retiraron ante
la fuerza creciente de la luz y fueron consumidas en su fuga. La naturaleza
comenzó a despertarse de la larga noche, reflejando en su seno los nostálgicos
rayos. Flores se abrirían, exhalando perfumes de alegría; animales y aves,
silenciados por la noche, unían las voces en un cántico triunfal en salutación
al amanecer de aquel día grandioso.
24 La negra noche había llegado al final, dando
lugar a la luz del día soñado —día que para Dios tenía un sentido especial,
pues prefiguraba la victoria final de Su reino sobre el dominio de la rebeldía.
— El Eterno ahora despertaría a Sus hijos humanos que, bañados por la luz de Su
presencia, habían dormido con la esperanza de un amanecer feliz. En una marcha
festiva, todas las huestes santas, con cánticos de victoria, lo acompañaron
rumbo al paraíso bañado en luz. Cuando ya estaban próximos, el Creador se
detuvo contemplando a la pareja adormecida, y exclamó suavemente:
"Despierten hijos míos." Su voz penetró en los oídos de Adán y Eva,
despertándolos para la más feliz comunión.
25 ¡Cuán deprisa rayó la tan esperada mañana,
trayendo en su luz el dulce paraíso, perdido en aquella noche! Con alegría la
pareja saludó a su divino Creador, uniéndose a los ángeles en antífonas
triunfales. El Universo vivía un momento en verdad solemne. En aquella mañana
festiva, el Eterno habría de revelar la grandeza de Su carácter, que es
justicia y amor. Las acusaciones de que Su gobierno era de egoísmo y tiranía
serían refutadas. A los ojos de todas las criaturas racionales del vasto
Universo, Dios condujo a la joven pareja al monte Sión, lugar del trono divino.
26 Allí, ante el estremecimiento de las huestes
enmudecidas, el Creador, en un gesto sorprendente, cubrió al hombre con el
manto real, colocándole sobre su cabeza la corona que había sido
codiciada por Lucifer. Movidos por profunda gratitud por la suprema honra
conferida, profunda partoAdán y Eva se postraron reverentes, colocando a los
pies del Creador su corona preciosa, en señal de sumisión. Siguió a ese gesto
humano un grito de victoria que sacudió toda la Creación. Los hijos de la luz,
que por tanto tiempo habían sufrido afrentas y humillaciones ante las
constantes acusaciones de las huestes rebeldes, exaltaron en retumbante
alabanza al Dios bendito, que en Su obra de justicia desmintió a los enemigos,
revelando Su carácter de humildad, desprendimiento y amor.
27 Teniendo constituido al hombre como el señor de
toda la creación, el Eterno, con voz solemne, comenzó a concientizarlo de la
grandiosidad de su misión. Como un mayordomo fiel, debería cuidar del paraíso,
manteniendo limpia la fuente del río de la vida. Las leyes de la justicia y del
amor, fundamentos del reino de la luz, deberían ser honradas. Como un cetro
racional, le correspondería al hombre, en un gesto de reconocimiento y
gratitud, aceptar libremente el gobierno de Aquél que lo creó. Las huestes, que
maravilladas atestiguaban la revelación del desprendimiento divino,
comprendieron que el Señor de la Luz no gobernaría más el Universo, a no ser
con el consentimiento humano.
28 El hombre, por la voluntad del Eterno, fue hecho
el árbitro de la creación; en su glorioso ser, hecho a imagen del Creador,
resplandecía el sello del dominio eterno. Después de revelar a la pareja la
infinita honra y responsabilidad de su misión, el Creador los concientizó del
conflicto espiritual que se trababa por la conquista del dominio universal:
Lucifer, que por incontables eras había servido al divino Rey en Sión, había
sido corrompido por el orgullo y por el egoísmo, siendo seguido por un tercio
de las huestes racionales; buscaban ahora destronar al Eterno, deshonrándolo
con viles acusaciones.
29 Habiendo revelado al ser humano la dolorosa
situación en que el Universo se encontraba, el Eterno, en un gesto solemne, les
mostró dos árboles altos que, cargados de grandes frutos, se elevaban en ambas
orillas del río que nacía del trono. Al que se elevaba a la derecha el Señor
reveló ser el árbol de la vida monumento del reino de la luz. Al que se elevaba
en la otra orilla reveló ser el árbol de la ciencia del bien y del mal —símbolo
de la rebeldía. — Comiendo del fruto del árbol de la vida, el hombre
manifestaría su sumisión al Creador, que es la Fuente de la vida y de la luz.
Comer del otro árbol sería entregar al enemigo el dominio de Sión.
30 El inevitable resultado de ese paso sería la
muerte eterna, no solamente para el ser humano, sino para toda la creación, que
se reduciría al caos bajo la furia de la rebeldía. Después de contemplar
demoradamente los dos árboles altos, que externaban en sus frutos tan infinita
responsabilidad, Adán se postró ante el Creador, diciendo: "Digno eres
Señor de reinar sobre el Universo, pues por Tú sabiduría, amor y poder todas
las cosas fueron creadas y subsisten." El sábado, emblema del triunfo
divino, se hinchió de alabanzas.
32 Si pudiesen, pensaban, llenarían el sábado de
tinieblas, borrando de la mente de los súbditos del Eterno cualquier esperanza
de victoria. Finalmente, en sus consideraciones, Satanás y sus liderados
comprendieron que les quedaba una oportunidad: en medio del jardín del Edén, en
las alturas de Sión, se elevaba, junto al río de la vida, el árbol de la
ciencia del bien y del mal. Bastaría un gesto humano, nada más, y tendrían bajo
su poder, para siempre, el dominio codiciado. ¿Pero cómo seducirlo? Animado
ante la perspectiva de una conquista, Satanás buscó, con ingeniosidad, formular
un plan de abordaje. Sabía que, si fallase en su tentativa, todas las esperanzas
de triunfo se habrían disuelto, desmoronándose todos sus sueños de aventura.
Concluyó que el engaño habría de ser su poderosa arma.
33 — ¡¿Acaso no había sido a través de él que
consiguió dominar un tercio de las huestes celestiales?! Esperaría, por lo tanto,
un momento propicio para armar su emboscada. —
Capítulo 4
El Edén, un reino de eterna alegría. Visita e
instrucción diaria del Eterno. El trabajo, fuente de desarrollo de facultades.
A través de visitas de seres celestiales, Adán y Eva adquirieron conocimiento
sobre la rebelión de Lucifer. Dios revela a Sus huestes las intenciones
malignas de Satanás y envía a dos ángeles para advertir al hombre. Satanás se
posesiona de una serpiente para engañar a Eva. Argumentos de Satanás para hacer
caer a Eva. Intensa lucha interna de Adán ante la condición caída de su
esposa. Adán come del fruto, permanece al lado de su esposa pagando el alto
precio de su rebelión. Maravillosa revelación del plan de rescate. La
naturaleza de las creaciones y de Adán y Eva cambia. El Padre les promete
vestiduras duraderas.
1 En el Edén reinaba la dulce calma de una perfecta
paz. Por todos lados los amables pajarillos hacían oír sus alegres trinos en
alabanza constante al Creador. Toda la naturaleza al florecer parecía proclamar
un reino de eterna alegría. Los animales en unión brincaban por todas partes,
siempre sumisos al hombre, el señor de aquél paraíso encantador. Todo era
felicidad para la pareja; pero esta se tornaba más intensa en la rotación de
aquellos días primaverales. El arrebol, que con su belleza coloreó el cielo
preanunciando las oscuras noches, les anunciaba también el momento de la visita
diaria del Eterno. Juntos, bajo la luz de Su presencia, pasaban largo tiempo en
feliz conversación.
2 Con ánimo, la pareja contaba al Señor las
sorprendentes maravillas que iban descubriendo cada día en la naturaleza. Dios,
con cariño, les descubría el significado de cada ser. ¡Cuán agradecidos estaban
por las lindas lecciones aprendidas a Sus pies! Al paso de cada día, mayor eran
el amor, el respeto y la admiración por el grandioso Creador. ¡Cuán bueno había
sido Él, trayéndolos a la existencia y concediéndoles un hogar tan lleno de
delicias! Al despertar ellos hacia las alegrías de cada día, les venía a la
memoria las caricias y el dulce canto del Eterno, que los hacía adormecer todas
las noches.
3 La vida de Adán y Eva en el Edén no era de
ociosidad. A ellos fue recomendado el cuidado del jardín. Su ocupación no era
fastidiosa, al contrario, era agradable y revigorizante. El Creador había
indicado el trabajo como una fuente de beneficios para el hombre, a fin de
ocuparle la mente y fortalecerle el cuerpo, desarrollándole todas las
facultades. En la actividad mental y física, el hombre encontraba un elevado
placer. Era común a la joven pareja recibir visitas de seres celestiales.
4 A los visitantes siempre tenían
novedades que relatar y preguntas que hacer. Pasaban largo tiempo oyendo de
ellos hablar sobre las maravillas del reino de luz. A través de esos
visitantes, Adán y Eva comenzaron a tener amplio conocimiento de la rebelión de
Lucifer y de sus eternas consecuencias. A los visitantes, Adán y Eva siempre
pedían que les enseñaran los armoniosos cánticos celestiales. ¡Cómo se
deleitaban al unir las voces al coro angelical! En Su omnisciencia, Dios tenía
conocimiento de la terrible intención del enemigo.
5 Convocando a Sus huestes principales, Les reveló
con pesar el inminente peligro que cernía sobre el Universo. Satanás habría de
armar una emboscada, a fin de llevar al hombre a comer del árbol de la ciencia
del bien y del mal. Ante esa revelación, los hijos de la luz estuvieron
temerosos, pues conocían la tremenda facilidad de Satanás en enlazar criaturas
inocentes y atarlas en sus mallas de muerte. En el solemne concilio, decidieron
enviar, con urgencia, mensajeros para advertir al hombre del gran peligro.
6 Dos poderosos ángeles fueron encargados de esa
decisiva misión. Inmediatamente, los mensajeros comisionados irrumpieron por
las puertas de Jerusalén, alcanzando el seno del espacio infinito. En
instantes, traspasaron inmensidades, cruzando galaxias en el percurso.
Penetraron en el túnel de la constelación de Orión, aproximándose al nuevo
sistema. Podían ahora divisar a poca distancia el planeta azul, donde el
destino del Universo estaba por ser determinado.
7 En el Edén, había relajación. La joven pareja
continuaba en sus inocentes actividades, disfrutando el placer de un vivir
feliz. Lejos estaban de pensar que en aquel momento todo o todos los hijos de
la luz estaban tensos, pensando en su futuro amenazado. Vieron entonces en el
limpio cielo la señal de la aproximación de los visitantes celestiales y a
ellos levantaron los brazos en una alegre salutación. Sin embargo, Adán y Eva
se admiraron, por no ver en el semblante de ellos la misma alegría.
8 Los visitantes traían en la faz una expresión de
ansiedad que ellos no podían entender. Intentaron cambiarles la triste facción,
contándoles los nuevos descubrimientos hechos en el paraíso. Los mensajeros,
todavía, no teniendo tiempo disponible como en otras ocasiones, los
interrumpieron con palabras de advertencia. Satanás habría de armarles una
emboscada, a fin de llevarlos a comer del fruto del árbol de la ciencia del
bien y del mal. Si dieran oído a la tentación, harían sucumbir toda la creación
en el abismo de un eterno caos.
9 Los ángeles les recordaron que el reino les había
sido confiado como un sagrado depósito, debiendo, en una vida de fidelidad,
honrar a Aquél que por amor Se despojó, colocándose en una posición
de huésped del ser humano. Adán y Eva deberían ser firmes ante las
insinuaciones del enemigo, pues así sellarían la eterna victoria del reino de
la luz. Hablándoles de la feliz recompensa que le seguiría a su triunfo, los
ángeles revelaron que era el plan de Dios la transferencia de la Jerusalén
Celestial hacia la Tierra. Allí, nuevamente acoplada al paraíso, permanecería
para siempre.
10 Y el hombre, sumiso al Creador, reinaría por los
siglos sin fin sobre el monte Sión, en medio de las alabanzas de las huestes
universales. Más todo eso dependía enteramente del posicionamiento humano
frente a las tentaciones del enemigo, que haría de todo para arrebatarle el
reino. Adán y Eva estuvieron temerosos al conocer los planes de Satanás, más
fueron consolados al saber que él no podría hacerle ningún mal, forzándolos a
comer del fruto prohibido. Si, por ventura, procurase intimidarlos con su
poder, todas las huestes del Eterno vendrían en su ayuda.
11 Los mensajeros de la luz concluyeron su misión
recomendando a la pareja permanecer vigilantes, teniendo siempre en mente la
responsabilidad que sobre ellos reposaba. No deberían separarse uno del otro,
ni siquiera por un momento, pues a solas podrían ser seducidos. Adán y Eva,
agradecidos por las advertencias de los ángeles, unieron las voces en un
cántico de promesa en una eterna victoria. Estaban seguros de que jamás
abandonarían al bendito Creador, oyendo la voz del tentador.
12 Animados ante la promesa humana, los dos
mensajeros regresaron al seno de la Jerusalén Celestial donde, junto a las
huestes santas, aguardarían con ansiedad el anhelado triunfo. Satanás vio
aproximarse al paraíso a los mensajeros y oyó el canto del hombre prometiendo
una eterna victoria. Ese cántico hizo que su envidia y odio aumentara de tal
manera que no los podía contener. Dijo entonces a sus seguidores que en breve
haría silenciar aquella voz irritante. Haría todo para transformar las alabanza
humana en blasfemias al Creador.
13 Las huestes rebeldes estaban curiosas por
conocer los planes de su jefe, mas fueron advertidas por él de que deberían
esperar hasta que todo estuviese para siempre determinado. Si el hombre oyese
su voz, comiendo del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, sería
victorioso, poseyendo para siempre el dominio del Universo. En caso de que el
hombre resistiese, permaneciendo fiel al Creador, ya no habría ninguna
esperanza para ellos. El paraíso parecía estar envuelto por una eterna
seguridad, pero en el semblante del hombre se podía ver una expresión de miedo.
14 Desde que los ángeles partieron, Adán y Eva
permanecían silenciosos, meditando con reverencia sobre la enorme
responsabilidad de su misión. Pensaban en la seriedad de aquella inminente
prueba que habría de sellar su futuro y el de toda la Creación. Animados, sin
embargo, ante el pensamiento de la victoria, unieron una vez más las voces en
un cántico que expresaba la certeza del triunfo anhelado. Esa melodía quitó de
sus mentes todo el miedo de derrota y, alegres, corrieron por los prados
reverdecientes, acompañados por los fogosos animales que parecían conmemorar la
gran conquista.
15 Se sentían seguros en su paraíso, totalmente
olvidados del peligro de un posible asalto. Satanás, que observaba atentamente
a la pareja, percibió que estaba llegando su oportunidad. Se aproximó de forma
invisible al paraíso, y estuvo esperando el mejor momento para armar su
emboscada. Inconscientes de la presencia del enemigo, la pareja continuaba en
su desprendida alegría, jugando despreocupadamente con los animales. En el
semblante trastornado de Satanás se estampó una sonrisa maliciosa, al
presenciar un descuido de la pareja: en su exaltación, habían dejado de atender
la última recomendación de los mensajeros, apartándose el uno del otro.
16 El astuto enemigo, no perdiendo tiempo, se posesionó
de una serpiente, la más bella del paraíso, haciéndola aproximarse
graciosamente a Eva. Eva, que sentada en el césped jugaba con los animales,
percibió la presencia de la atractiva serpiente, cuyo cuerpo reflejaba los
colores del arco iris. Estuvo admirada al verla coger flores y frutos del
jardín, depositándolos a sus pies. Agradecida, la tomó en los brazos,
dedicándole afecto.
17 Teniendo conquistado el afecto de la mujer,
Satanás, en su astucia, comenzó a atraerla para que estuviera junto al árbol de
la ciencia del bien y del mal. Sin darse cuenta del peligro, Eva acompañó a la
serpiente hasta el árbol de la prueba. Allí, teniendo en los brazos al enemigo
oculto, le acarició y le dijo palabras de cariño. Teniendo en los ojos el
brillo de la seducción, la serpiente se puso a hablar. Sus palabras eran llenas
de sabiduría y ternura y su voz como la de un ángel.
18 Eva apenas podía creer lo que veía. Su alegría
se volvió inmensa por tener en los brazos una criatura tan fantástica.
Comenzaron a conversar sobre muchas cosas: el amor; las bellezas del jardín; el
poder del Creador. Eva estaba admirada ante el conocimiento tan extenso de la
serpiente, que discurría con maestría sobre cualquier tema. Envuelta por esa
experiencia, Eva se olvidó totalmente de su compañero. Ni siquiera pasaban por
su mente las advertencias de los ángeles. Adán, enteramente olvidado de los
consejos de los mensajeros celestiales, se había apar-tado en la compañía de
algunos animales.
19 Después de cierto tiempo, sobrevino con ímpetu
en su mente el recuerdo de las advertencias recibidas. Sonaron en sus oídos con
claridad las últimas palabras pronunciadas por los ángeles: "No se aparten
el uno del otro... No se separen ni por un instante, pues es peligroso."
Su corazón latió fuertemente al no ver a Eva a su lado. Levantó entonces la voz
en un ansioso grito. Su voz, al repercutir por las bóvedas del paraíso, con
todo, no trajo consigo una respuesta. El silencio casi lo sofocó. En su
aflicción se puso a correr de un lado para el otro, buscándola, en vano.
20 En esa ansiosa búsqueda, sintió la brisa
acariciarle el cabello y recordó su primer sueño. Ese recuerdo, no obstante, se
deshizo ante el pensamiento del peligro que los amenazaba. Con la mente tomada
por un gran sentido de culpabilidad, Adán apresuró el paso en la angustiosa
búsqueda. ¿Dónde estaría su amada? ¿La envolvería a tiempo en sus brazos,
librándola de caer? Más de una vez elevó la voz en un ansioso grito que
repercutió por todo el jardín: "¿Eva, dónde te encuentras?" esperó una
respuesta, pero oyó solamente un eco vacío que lo desesperó. Se acordó del
árbol de la ciencia del bien y del mal; allí era el único lugar en donde su
compañera podría ser engañada.
21 Esperando obstruir la única oportunidad del
enemigo, avanzó en dirección al lugar de la prueba. Su corazón latió
fuertemente al contemplar a lo lejos la copa del árbol prohibido. Con la
serpiente en sus brazos, Eva la interrogó respecto de muchas cosas. Se
maravilló al percibir que la serpiente la sobrepujaba grandemente en
conocimiento. Llena de curiosidad, preguntó a la serpiente: — ¿Dónde está la
fuente de tu tan gran saber? Respóndeme, pues quiero también poseerla. — Sin
perder tiempo, Satanás, señalando hacia el árbol de la ciencia del bien y del
mal, respondió: —allí esta la fuente de todo mi saber. —
22 Él le contó entonces una mentirosa historia:
dijo que era una serpiente como las demás, comiendo de los frutos del paraíso.
Probando cierto día de aquel fruto prohibido, recibió, como por encanto, todas
las virtudes. Mirando hacia el árbol de la ciencia del bien y del mal, Eva
estaba sorprendida y confundida. ¡¿Privaría el Creador en su amor algo tan
bueno a sus criaturas?! Viéndola sorprendida, Satanás preguntó: — ¿Es así que
Dios dijo: No comeréis de todos los árboles del jardín? — Eva, inquieta, le
respondió: — De los frutos de los árboles del jardín comemos, mas del fruto de
ese árbol que vos decís ser fuente de sabiduría, dijo Dios: "No comeréis
de él, para que no muráis." — La serpiente en tono de desdén dijo: —Eso es
falso. Si fuese así, yo habría muerto.
23 Ciertamente el Eterno les prohibió comer de ese
árbol para impedir que el hombre llegue a recibir como Él, conociendo todas las
cosas. — Las palabras seductoras de la ser-piente causaron confusión en la
mente de Eva. ¿En quién confiaría? Tenía en mente el recuerdo de la orden del
Creador y de su sentencia, pero al mismo tiempo tenía delante de sí una prueba
palpable que Lo contradecía. Aturdida, comenzó a dudar del carácter del Eterno.
En un desafío, la serpiente cogió frutos del árbol prohibido y comenzó a
saborearlos.
24 Colocando un fruto en las manos de la mujer, la
estimuló a comer, diciendo: — ¿No dijo el Eterno que si alguien tocase ese
fruto moriría?— Un completo silencio reinaba sobre el Universo. En cada planeta
habitado, los hijos de la luz contemplaban impotentes aquella angustiante
escena. El futuro de ellos estaba en juego. En Jerusalén había gran conmoción.
Poderosos ángeles se presentaron delante del Creador, solicitando permiso para
desenmascarar al cobarde enemigo, oculto en aquella serpiente. El Eterno, sin
embargo, les impidió tal acción. Si el uso de la fuerza fuese la solución, ya
la habría aplicado.
25 Debían respetar el libre albedrío concedido al
hombre, pudiendo él manifestar su elección bajo la tentación del enemigo. Los
hijos de la luz sufrían inmensamente al ver a la mujer dudando de Aquél que tan
bondadosamente les había dado la vida y la oportunidad de reinar en aquel
paraíso. ¡¿Cómo podía dudar de quién les dedicaba tanto amor?! Adán, que en una
fuerte esperanza de asegurar la acariciada victoria se apresuraba en su
corrida, contempló a lo lejos a su amada, sentada junto al árbol de la prueba.
26 ¡¿Qué hacía Eva en aquel lugar tan peligroso?!
Un presentimiento horrible le sobrevino, al acordarse una vez más de las
advertencias recibidas, mas procuró desterrarlo con el pensamiento de que
alcanzaría a su esposa antes de que algún mal le ocurriese. Eva vacilaba en su
convicción al contemplar el fruto en sus manos. Por algunos momentos el futuro
le pareció sombrío y aterrador, pero venció ese sentimiento, pensando en las
glorias que habría de conquistar al comer aquel fruto. Todavía un tanto
indecisa, levantó lentamente las manos hasta tocar el fruto con los labios.
27 Los súbditos del reino de la luz, estremecidos,
se inclinaron arrebatados de gran espanto. Parecía casi imposible, en ese
momento, que la mujer volviera atrás. Mientras que pálidos los fieles indagaban
sobre una posible esperanza, presenciaron con horror la terrible decisión de Eva:
Había resuelto romper para siempre con el Creador, tornándose cautiva de la
muerte. El Eterno, que en silente dolor contemplaba aquella escena de rebelión,
inclinó la frente teniendo la faz bañada en lágrimas.
28 No podía soportar el dolor de aquella separación.
Los fieles, que en pánico se creían vencidos, fueron concientizados de que no
todo estaba perdido. Si Adán resistiese la tentación, permaneciendo fiel al
Eterno, él sellaría la gran victoria. Eva, que había sido víctima de un engaño,
podría ser concientizada de su error, siendo favorecida con el perdón divino.
Cuando Adán en su angustiosa corrida alcanzó el lugar de la prueba, ya era
demasiado tarde. Sentada junto al río, Eva saboreaba despreocupadamente el
fruto prohibido.
29 Adán se estremeció. ¿Sería el mismo fruto de la
prueba? En un gesto de esperanza miró hacia el árbol de la ciencia del bien y
del mal, mas en llanto reconoció la triste condenación. Lleno de tristeza
contempló a su esposa, mas no encontró palabras para despertarla de la tan
amarga realidad. En completa desesperación, elevó la voz en una dolorosa
exclamación: "Eva, Eva, qué es lo que estás haciendo". Al comer del
fruto prohibido, la mujer fue tomada por emociones que la hicieron imaginar
haber alcanzado una esfera superior de vida. Al oír la voz de su esposo,
todavía tomada por las emociones ilusorias, levantó la frente estampando una
sonrisa, pero se sorprendió al verlo llorando.
30 Con profunda amargura, Adán procuró saber la
razón que la había llevado a rebelarse contra el Eterno. Eva, prontamente,
comenzó a contarle la fantástica historia de la sabia serpiente. Satanás sabía
que esa historia de la serpiente jamás convencería al hombre a comer del fruto
del árbol prohibido. Precisaba encontrar una manera sutil de llevarlo a sellar
su suerte siguiendo los pasos de su esposa. Teniendo a Eva bajo su poder,
resolvió hacer de ella el objeto tentador. Aguardaría el momento oportuno para
enlazarlo. En el día en que de él comiereis, ciertamente moriréis. El
recuerdo de esta sentencia dejaba a Adán muy afligido.
31 La expectativa de ver a su amada falleciendo en
sus brazos, era demasiado para soportar. Esta aflicción, sin embargo, fue
disminuyendo, al ver que ella continuaba feliz y cariñosa a su lado, como si
ningún mal le hubiese acontecido. Aliviado, Adán volvió a sonreír,
correspondiendo a los afectos de su compañera. Se rindió a las más dulces
emociones, lejos de saber que era el enemigo quien lo envolvía en aquellos
abrazos. En ese momento de embeleso, Eva comenzó a hablarle de su experiencia
con la ciencia del bien y del mal.
32 Le habló de los tesoros de la sabiduría que le
habían sido abiertos. En su nuevo reino, viviría muy feliz. Sin embargo, esa
felicidad sería incompleta sin la participación de su esposo. Le habló de la
imposibilidad de retroceder en sus pasos, e insistió para que él la siguiera.
Después de hablarle de su decisión, Eva, con una dulce sonrisa, le extendió las
manos conteniendo un fruto, pidiéndole que lo comiese en una demostración de su
amor por ella. Con la voz tentadora en sus oídos, Adán se sentó en el césped en
profunda reflexión.
33 Su faz se tornó nuevamente pálida y sus manos
temblorosas. Temía rebelarse contra el Creador, pero al mismo tiempo comprendía
que no conseguiría vivir separado de su compañera, a quién amaba con infinito
amor. Eva era carne de su carne, la extensión de su ser. Se sentía angustiado
al tener que tomar una decisión tan seria. La palidez del rostro de Adán se
reflejó en el semblante de todos los fieles al Eterno. Oyeron la insinuación
del enemigo y percibieron con horror la vacilación del hombre. La indecisión de
Adán los dejaba desesperados.
34 Si obedeciese él aquella propuesta de Satanás,
toda felicidad sería eternamente desterrada. En las decisiones del ser humano
estaba el destino de todo el Universo. ¿Atendería él a la solicitud de Satanás?
Después de intensa lucha interna, Adán miró hacia su compañera; a ella se había
unido en promesas de una eterna entrega. No la dejaría sola ahora. Compartiría
con ella los resultados de la rebelión. Tomó entonces de las manos de Eva un
fruto y, en un gesto precipitado, lo llevó a la boca.
35 Procurando apagar la voz de su conciencia, que
le hablaba de una eterna perdición, Adán se lanzó en los brazos de su esposa,
disfrutando el alto precio de su rebelión. Satanás, con gritos de triunfo, dejó
el paraíso, volando rápidamente junto a sus innumerables huestes, que
aguardaban ansiosas el resultado de tan arriesgada tentativa. Al saber de la
desgracia humana, se unieron en una estruendosa fiesta. Se sentían seguros.
Sión ahora les pertenecía por derecho, pudiendo allí establecer un reino
eterno, jamás siendo molestado por las leyes del Eterno.
36 En todo el Universo los hijos de la luz sufrían
y lloraban la derrota. Nunca hubo tanta tristeza y horror ante el futuro. Las
voces que vivían para entonar alabanzas al Creador proferían ahora
lamentaciones. El Eterno, que vencido por el infinito dolor Se había postrado
en llanto ante la caída del hombre, no estaba, empero, sorprendido. Incluso
antes de crear el Universo ya había previsto ese triunfo de la rebeldía y, en
Su sabiduría y amor, había idealizado un plan de rescate que lo implicaría en
un inmenso sacrificio.
37 Secando las lágrimas de Su llanto, Se propuso
actuar poderosamente en favor de Sus fieles afligidos, impidiendo que éstos
cayeran en las manos de los enemigos. En esa misteriosa intervención que
aparentemente deponía contra la justicia, el Eterno ordenó que Sus más
poderosos ángeles circundasen inmediatamente el jardín del Edén, impidiendo que
Satanás tomase posesión del monte Sión. Consoladas ante la manifestación
divina, las potentes criaturas, en pronta obediencia, rompieron el espacio
infinito, rodeando en instantes el paraíso, en el seno del cual el ser humano,
trastornado ya por el pecado, vivía el negror de una noche que sería larga y
cruel.
38 Siendo la autoridad del Eterno fundamentada en
la justicia, ¿de qué manera podría justificar Sus acciones delante de los
enemigos? ¿No había entregado por Su voluntad el reino al hombre, y éste por
libre elección no lo había sometido a Satanás? Mientras que sorprendidas
las criaturas racionales consideraban las acciones decisivas de Dios, oyeron Su
potente voz que, repercutiendo por toda la creación, traía la revelación del
gran misterio —revelación tan maravillosa que
a partir de aquel momento, por toda la eternidad, ocuparía la mente de los
fieles, siendo tema para las más dulces meditaciones. —
39 El Eterno habló primeramente sobre la terrible
condenación que pendía sobre el hombre y toda la creación. Dijo que, al
desligarse de la Fuente de la Vida, el hombre se había precipitado en tan
profundo abismo que no podría ser alcanzado por Su brazo de justicia y poder.
Humillado y torturado por las garras del enemigo, no le quedaba al hombre otra
suerte más allá de la muerte —fruto doloroso de su
espontánea rebelión. — Considerando la
situación humana, las huestes de la luz no veían posibilidades de
triunfo. Sabían que solo el hombre podría retomar el dominio del enemigo,
devolviéndolo al Creador.
40 Pero el ser humano, eternamente esclavizado en
su naturaleza, sería incapaz de tal victoria. Con voz melodiosa y llena de
ternura, Dios reveló el plan de la redención, diciendo: "En verdad, el
hombre cosechará el fruto de su rebelión en una terrible muerte. No puedo, con
mi poder, cambiarle la suerte. Si actuara así, sería injusto delante de mi
decreto. Pero haré caer toda la condenación sobre un Substituto que surgirá en
la descendencia humana. Ese Hombre no traerá en sus manos las argollas de la
muerte, siendo inocente e incontaminado en Su naturaleza.
41 Como representante de la raza humana, enfrentará
a Satanás y lo vencerá. Después de triunfar en esa batalla, probando que el
amor es más fuerte que el egoísmo, que la verdad es más fuerte que la mentira,
que la humildad es más poderosa que el orgullo, el fiel Substituto levantará
las manos victoriosas no para saludar la gran conquista, sino para tomar
de las manos de la humanidad esclavizada la copa de su condenación. Sorberá
así, sumiso, el cáliz de la eterna muerte.
42 Ese inmenso sacrificio abrirá a los seres
humanos una oportunidad de ser redimidos, volviendo a los brazos del Creador,
juntamente con el dominio perdido." Las huestes, sorprendidas ante la
revelación del Eterno, indagaron la identidad de Ese Substituto. El Creador,
con una sonrisa amorosa, les dijo: "Yo seré ese Hombre. Mi Espíritu
reposará sobre una virgen, y en ella será engendrado un Hijo Santo. Ese joven
será divino y humano. En su humanidad, él será sumiso a la divinidad que en Él
habitará. Los redimidos verán en Él al Padre de la Eternidad, el Creador y
Redentor, el Rey de los reyes. Su nombre será Yoshua (nombre hebraico que
traducido significa el Eterno salva)." Asumiendo la naturaleza humana,
Dios podría pagar el alto precio del rescate, muriendo en lugar de los
pecadores.
43 Las huestes de la luz se quedaron enmudecidas al
conocer el plan del Creador. El pensamiento de verlo a Él someterse a tan
penoso sacrificio, a fin de redimir el dominio perdido, era demasiado para
soportarlo. No había, sin embargo, otra esperanza de victoria, a no ser a
través de esa amorosa entrega. Después de disfrutar el alto precio del pecado,
la joven pareja se sintió mal. Inicialmente sintieron un gran vacío en el
corazón, que luego fue rellenado por el remordimiento y por la tristeza.
Percibieron que, inspirados por la codicia, habían sellado su triste suerte y
la de toda la creación. Les parecía oír a lo lejos el gemido de un Universo
vencido.
44 El sol, que los había llenado de vida y calor en
aquel día, se ocultaba en el horizonte, anunciándoles una negra noche. El
arrebol, que antes allí les había anunciado el feliz encuentro con el Creador,
parecía envolverlos en una sentencia de que jamás despertarían hacia un nuevo
día. No osaban siquiera mirar hacia la cima, temiendo ver caer sobre ellos el
rayo del juicio que los reduciría a polvo. Con la mirada dirigida hacia el
suelo frío, les venía a la memoria la sentencia: "En el día en que de él
comiereis, ciertamente moriréis." Lágrimas desesperadas rodaban en sus
rostros al aguardar el trágico final. Al considerar el motivo de su rebelión,
Adán comenzó a recriminar a su esposa por haber dado oídos a la serpiente.
45 Eva, a su vez, buscando excusarse, lanzó la
culpabilidad sobre el Creador, diciendo: "¡¿Por qué el Eterno permitió que
la serpiente me engañara?!" El amor que reinaba en el corazón humano
desaparecía, dando lugar al orgullo y al egoísmo, que se fundían en
resentimientos y odio. Su naturaleza ya no era pura y santa, sino corrompida y
llena de rebeldía. Todo estaba cambiado. Incluso la mansa brisa que antes allí
los había bañado en caricias refrescantes, congelaba ahora a la culpable
pareja.
46 Los árboles y las canteras floridas, que eran su
deleite, consistían ahora en obstáculos al caminar sin rumbo en aquella noche.
El propósito de Satanás en llenar el sábado de tinieblas parecía haberse
cumplido. En aquella noche, no existía siquiera el reflejo plateado del claro
lunar para hablarles de esperanza. Las estrellas centellantes, suspendidas en
el oscuro cielo, estaban ofuscadas por el dolor. Bajaban sobre el mundo las
tinieblas de una larga noche de pecado —sombras bajo las cuales tantos
se arrastrarían sin la esperanza de un amanecer. — Era alta noche ya y las
tinieblas parecían envolver a la triste pareja en eternas sombras.
47 Ni siquiera meditaban en sus pocas palabras,
sofocadas por la agonía, de un amanecer. Cabizbajos, andaban a tientas de aquí
para allá, en la expectativa del juicio inminente, que los reduciría al frío
polvo, olvidados bajo aquellas tinieblas sin fin. Apareció repentinamente un
brillo en el cielo, que iba aumentando a medida que se aproximaba a la tierra.
La pareja se estremeció, pues sabían que era el Creador que venía a darles el
castigo. Vencidos por el pánico, se pusieron a correr, distanciándose del monte
Sión, el lugar de la vergonzosa caída. Justamente hacia allá vieron al Creador
dirigirse. Ellos, que siempre corrían al encuentro del amoroso Padre, atraídos
por Su luz, ahora huían desesperados en busca de lugares oscuros, y de denso
bosque.
48 El Eterno, movido por infinito amor, comenzó a
seguir los pasos de la pareja fugitiva. Mientras caminaba, lloraba al recordar
los momentos felices que había pasado junto a ellos en aquel paraíso. ¡Como se
había transformado todo! Sus hijos no conseguían ver más en Él un Padre de
amor, sino alguien que, airado, buscaba castigarlos. Movido por un fuerte
anhelo de abrazar a Sus hijos humanos, Dios hizo repercutir la voz en una
indagación: "¿Adán, dónde os encontráis?" Su voz, al sonar en medio
de las tinieblas, traía consigo solamente un eco vacío que hablaba de
ingratitud y rebeldía.
49 ¡Como deseaba envolver a la pareja en un
ardiente abrazo, y con palabras de cariño confesarle que Su amor era el mismo!
Al ver a Sus hijos huyendo de Su presencia, el Eterno fue embargado de un gran
dolor. Ante Su mirar turbado de lágrimas, se extendía el futuro de la raza
humana. ¡Cuántos, engañados por Satanás, huirían de Su presencia en el
transcurso de la larga noche de pecado, juzgando en Él un Señor tirano, que
vive buscando faltas y flaquezas en los pecadores, a fin de castigarlos! El
Creador, aún así, no desistiría de buscarlos por los valles sombríos del reino
de la muerte, hasta conquistar un pueblo arrepentido. Adán y Eva, exhaustos por
la presurosa fuga, se escondieron por entre el follaje al pie de una higuera.
50 Reconociendo su desnudez, procuraban hacer
delantales cosiendo aquellas hojas. Vestidos así, creyeron poder librarse del
sentimiento de vergüenza ante el Creador. El Eterno, aproximándose al lugar
donde la pareja se escondía, preguntó: — ¿Adán, dónde estáis? — No pudiendo ocultarse más de
Dios, Adán se levantó juntamente con su compañera y, cabizbajos, se presentaron
ante el Creador, postrándose trémulos a Sus pies. No consiguieron encararlo
más, debido al sentimiento de culpabilidad.
51 El Creador, cariñosamente, los tomó de las
manos, levantándolos del suelo, y, con una expresión de tristeza en el
semblante, les preguntó: — ¿Por qué huían de mí? ¿Acaso comieron del fruto del
árbol de la ciencia del bien y del mal? — Adán, todo tembloroso, con voz entrecortada
por sollozos de temor, respondió: —La mujer que me diste por compañera, ella me dio
del fruto y yo comí. — Con esta respuesta, Adán buscaba excusarse,
lanzando la culpa sobre su esposa.
52 Volteándose hacia Eva, el Eterno le
preguntó: — ¿Por qué hiciste eso?— Eva prontamente Le
respondió: —Aquella serpiente me engañó y
yo comí. — Ambos no querían
reconocer la culpa, lanzándola sobre otros. En pocas palabras, atribuían al
Creador la responsabilidad por todo el mal practicado: ¿"Por qué les había
concedido el libre albedrío? ¿Por qué había creado a la mujer? ¿Por qué había
creado a la serpiente?" Silente, Dios observaba a Sus hijos que, tímidos y
desconcertados, permanecían delante de Sí.
53 Con profunda tristeza, Él previó que esa sería
la experiencia de incontables seres humanos en el transcurso de la
historia. ¡Cuántos habrían de perderse por no reconocer la propia culpa!
¡Cuántos procurarían justificarse, lanzando sus errores sobre los demás y hasta
sobre el mismo Creador! Con blandas palabras, el Eterno procuró hacerlos
reconocer su culpa. Solamente reconociendo su necesidad, podrían ser ayudados.
Mirando hacia las frágiles vestiduras tejidas por manos pecadoras, dijo a la
pareja: —Hijos, esas vestiduras son
insuficientes, inmediatamente secándose se
desharán. Vosotros precisáis de vestiduras duraderas, que puedan cubrir vuestra
desnudez, librándoles de la condenación. Si vosotros quisierais, Yo puedo
darles esa vestidura. —
54 Ante las palabras bondadosas del Creador, que
traían esperanza, la pareja se postró arrepentida, desprendiéndose de sus
ilusorias vestiduras, símbolos de su fracaso. Añoraban ahora las vestiduras de
la salvación, prometidas por el divino Padre.
Capítulo 5
Dios revela los efectos de la caída y el Plan de
Redención. El doloroso sacrificio del cordero, un símbolo del Salvador. Se
proveen las vestiduras prometidas. El Creador será el Hombre que los salvará.
En la pareja se intensifica el amor y gratitud hacia el Salvador.
Estremecimiento de las huestes malignas ante la intervención del Eterno y la
revelación del Plan de Rescate. El Eterno acompaña a la pareja fuera del
jardín. Satanás intenta de nuevo apoderarse del ser humano enfrentándolos con
furia, pero es repelido por Dios, y sus amenazas silenciadas. Malas
consecuencias de la ciencia del bien y del mal. La fe del hombre en las
verdades reveladas de la redención. El Eterno, compañero del ser humano en su
jornada sobre la tierra. Naturaleza del Creador respecto a la guerra. El
trabajo edificante contraataca muchos ataques de Satanás. Revelaciones
recibidas al construir el altar. Dos mundos reflejados en la naturaleza caída.
Un cordero inmaculado guiado y preparado por Dios. En el sacrificio se muestra
una representación del conflicto entre el bien y el mal. La llama encendida,
símbolo del perdón divino. La naturaleza, aún en su estado caído, revela el
Plan de Redención.
1. Después de contemplar a Sus hijos que,
arrepentidos, yacían a Sus pies, el Eterno los tomó cariñosamente por las manos
y los levantó. Se alegraba en poder revelar al hombre caído el plan de la
redención. Con ternura, Dios comenzó a descubrirles primeramente los amargos
resultados de su caída, diciendo: "Hijos, vosotros sellasteis el destino
de toda la creación en las garras de la muerte. La desarmonía ya penetra la
naturaleza, procurando destruir en ella todas las virtudes.
2 El abismo en el cual vosotros os sumergisteis por
la desobediencia es por demás profundo para que podáis ser alcanzados por mi
poderoso brazo. Así, desligado de la Fuente de la Vida, no resta más al ser
humano otra suerte más allá de la muerte." Después de pronunciar estas
palabras que revelaban una triste suerte, el Eterno invitó a la pareja a
seguirlo. Cabizbajos, Adán y Eva, en llanto, siguieron al Creador en Sus pasos
de justicia, que los encaminaba al lugar de la vergonzosa caída, donde suponían
encontrar el doloroso final.
3 En esa dolorosa caminata, sollozaban al recordar
su pasado de gloria deshecho por la ingratitud. ¡Como les dolía en el alma la
terrible expectativa de ser reducidos, juntamente con la creación, a frías
cenizas bajo la oscuridad de aquella noche de pecado! Mientras caminaban,
contemplaban a través de las lágrimas las bellezas adormecidas bañadas por la
luz de Dios. Veían a los inocentes animales, que no tenían conciencia del gran
dolor. Súbitamente, la pareja se detuvo, vencida por intenso llanto; sus
vacilantes pasos los había llevado junto a un cordero, el animalito más
querido.
4 ¡¿Sus ojitos de dulzura también se habrían de
apagar?! Secándoles las lágrimas, el Eterno les ordenó tomar en los brazos al
inocente cordero. Envolviéndolo junto al pecho, acompañaron silenciosos los
pasos del Creador, hasta alcanzar la cúspide del monte Sión, lugar de la
vergonzosa caída. Contemplando allí los restos de los rubros frutos, con ímpetu
les vino a la mente el recuerdo de la sentencia divina: "En el día en que
de él comiereis, ciertamente moriréis." El terrible momento había llegado.
El hombre culpable debería beber el amargo cáliz de la muerte, sucumbiendo sin
esperanza.
5 Consciente de su perdición, la pareja percibió,
con horror, que las manos que les habían traído a la vida empuñaban ahora un
cuchillo puntiagudo de piedra. Temblorosos, se postraron y esperaron por el
cumplimiento de la justa sentencia. Mientras enmudecidos por el miedo, Adán y
Eva esperaban el golpe que los reduciría a polvo, sintieron el suave toque de
las manos divinas que los levantó hacia una nueva vida. La condenación, sin
embargo, habría de recaer sobre un substituto.
6 Colocando en las manos de Adán el cuchillo, el
Creador le dijo: —El cordero morirá en lugar de
vosotros. — Adán debería sacrificarlo.
Asustada ante la orden de Dios, la pareja, en llanto, se puso a clamar: — ¡Señor, el corderito no, el es
inocente!— Con expresión de justicia, el
Eterno agregó: — Si el no muere, vosotros no
podréis tener las vestiduras de las cuales hablé. — Ante la insistencia del
Creador, Adán, todo tembloroso, en un esfuerzo doloroso, clavó en el pecho del
corderito aquella aguda piedra. El golpe fue fatal, y el animalito, vertiendo
su preciosa sangre, se sumergió en las tinieblas de una noche sin fin.
7 Contemplando al corderito inerte sobre la hierba
ensangrentada, la pareja elevó la voz y lloró. Comenzaban a comprender la
enormidad de su tragedia. ¡Cuan terrible era la muerte! Ella, en su poder,
había apagado toda la luz de los ojos del inocente animal. Inclinándose silente
sobre el cuerpo inerte del cordero, el Eterno removió la piel revestida de blanca
lana y con ella hizo túnicas para cubrir la desnudez de la pareja. Después de
vestirlos les preguntó con cariño: — ¿Vosotros entendisteis el sentido de todo esto? — En profunda reflexión, por
entre sollozos de reconocimiento y gratitud, la pareja exclamó: — ¡El murió en nuestro lugar,
para darnos sus vestiduras! —
8 Adán y Eva, aunque habían comprendido aquella
realidad física, estaban lejos de entender el significado de aquel
acontecimiento. A ellos el Creador revelaría el misterio del divino amor. Con
expresión de infinita misericordia, Dios comenzó a revelar al ser humano el
sentido de aquel doloroso sacrificio, diciendo: El inocente corderito, que hoy
padeció, simboliza a un hombre que habrá de nacer. En sus ojos habrá la misma
ternura, el mismo amor. Revestido por una vida justa, como la blanca lana que
cubría al cordero, ese hombre crecerá como un renuevo sobre la Tierra, no
teniendo en las manos las ataduras del pecado. En su apariencia, ese hombre no
traerá la pompa de un rey, por eso será despreciado por muchos.
9 Será un hombre de dolores, pues caerá sobre sí el
peso de todas las provocaciones. En su fidelidad al reino de la luz, ese hombre
luchará contra el enemigo usurpador, venciéndolo finalmente. Después de
triunfar en sus luchas, tomará sobre sí la carga de vuestra condenación que le
causará una terrible muerte. Él será traspasado por causa de vuestra rebelión y
molido por vuestras iniquidades. Será oprimido y humillado, más no abrirá su
boca, como el corderito que hoy se entregó pacíficamente. Sucumbiendo en la
muerte, él os concederá los méritos de su victoria. Envueltos por sus
vestiduras de justicia, estaréis libres de la condenación.
10 La vida eterna alcanzaréis así, mediante el
sacrificio de ese hombre justo que habrá de nacer. Adán y Eva, que en una
mezcla de gratitud y dolor escucharon la revelación de tan grande salvación,
indagaron reverentes al respecto de ese hombre especial que en su descendencia
habría de surgir, a fin de cumplir tan inmenso sacrificio. El Creador,
mirándolos tiernamente, movido por un amor que supera la misma muerte, los
envolvió en un cariñoso abrazo y reveló: — ¡Yo seré ese Hombre!—Sorprendidos ante la
declaración del Eterno, Adán y Eva estuvieron inmóviles, mientras que
contemplaban Su tierno semblante.
11 Comprendiendo el significado del tremendo
sacrificio, se postraron a Sus pies y con lágrimas clamaron: — ¡Nosotros somos merecedores de
la muerte Señor, más Tú eres inocente y no debes sufrir en nuestro lugar!— Secándoles las lágrimas, el
Eterno con ternura les habló: —Hijos míos, Yo les amo con un
eterno amor. Yo moriré en lugar de vosotros. — Ante esta confirmación, la pareja elevó la voz en
una lamentación dolorosa. Decían: — ¡Nosotros matamos al Creador! ¡Nosotros matamos al
Creador!— Mas Dios comenzó a consolar a
la pareja con palabras de esperanza, diciendo: —Después de beber el cáliz de la eterna muerte, Yo
retomaré la vida y subiré al cielo.
12 Intercederé allí por el hombre perdido,
concediendo a todos aquellos que, arrepentidos, aceptaren mi sacrificio, las
vestiduras de mi victoria. Juntos, triunfaremos finalmente sobre el reino del
pecado que se deshará en cenizas bajo nuestros pies. Crearé entonces un nuevo
Cielo y una nueva Tierra, donde únicamente la justicia y el amor reinarán.
Viviremos así para siempre, en un reino de perfecta armonía y paz. — El Creador, que acompañado por la pareja permanecía
todavía sobre el monte Sión, concluyó Sus revelaciones diciendo:
13 "El jardín del Edén estará ahora vacío. El
ser humano, durante la larga noche de pecado, vagará en su exilio. No andará,
sin embargo, solo: el Eterno, también peregrino, pisará con el hombre todo el
camino espinoso, hasta poder juntos subir al monte perdido, triunfando
gloriosamente sobre el reino de la muerte. El árbol de la ciencia del bien y
del mal monumento de la rebeldía será entonces deshecho, dando lugar a un árbol
glorioso que, uniendo su copa al árbol de la vida, se tornará en el arco
conmemorativo de la gran victoria. Sobre el santo monte redimido, reposará
entonces para siempre el trono universal, que por los fieles triunfantes será
llamado: el trono de Dios y del Cordero."
14 Adán y su compañera, después que oyeron palabras
tan confortadoras y llenas de esperanza, elevaron la voz en un cántico de
gratitud y alabanza. Conocían ahora el infinito amor de su Creador y estaban
dispuestos a servirlo. Después de consolar a la pareja, Dios los llevó hacia
fuera del Edén. No les fue fácil despedirse de aquel precioso hogar; allí
habían despertado a la vida en los brazos del Eterno; allí disfrutaron momentos
de felicidad pura, en compañía del Creador, de los ángeles y de los dóciles
animales. Una nostalgia infinita parecía envolver a la pareja en sus pasos de
abandono. Fue con espanto que Satanás y sus súbditos presenciaron la intervención
del Eterno.
15 Fueron sacudidos ante la sorprendente revelación
del plan de rescate. Con rabiosa frustración, comprendieron que, si de hecho la
promesa divina se concretizase, no restaría ninguna esperanza. Después de
considerar sobre todo lo que había acontecido, una gran ira se apoderó de su
corazón. No estaba dispuesto a reconocer la redención del ser humano. Haría
todos los esfuerzos por retenerlo, juntamente con el reino que le había sido
entregado. Cuando la pareja, acompañada por el Creador, alcanzó el valle herido
por la muerte, amanecía. Allí Satanás los enfrentó con furia, en un intento de
apoderarse nuevamente del ser humano.
16 La pareja estuvo temblorosa en la faz del
enemigo, pero las manos protectoras de Dios los calmaron. Expresando en el
semblante la firmeza de una justicia que es eterna, el Eterno silenció las
amenazas del enemigo con las siguientes palabras: "El ser humano me
pertenece, pues Yo lo compré con mi sangre". Al caminar en silencio junto
al Creador, Adán y Eva observaban con tristeza las señales de la muerte
estampadas en aquella naturaleza antes tan llena de vida. Las bellas flores,
que habían desbotonado para exhalar aromas eternos, pendían ahora marchitas;
¡los pajarillos, que con alegría los saludaban en cada amanecer con sus trinos,
volaban ahora distantes, haciendo sonar tan tristes cantos! Todo estaba
cambiado en la naturaleza.
17 La ciencia del bien y del mal no había traído
ningún bien al Universo, sino un intenso conflicto espiritual y físico. Ante
las consecuencias devastadoras de su caída, la pareja, vencida por una
inexpresable tristeza, se postró arrepentida y lloró amargamente. Dios, que
también compungido por el dolor contemplaba el escenario desolador, procuró,
con palabras de esperanza, confortarlos. Les habló sobre el nuevo Cielo y la
nueva Tierra que un día crearía, donde la paz y el amor volverían a reinar en
cada corazón. Allí vivirían siempre juntos, no trayendo en la frente las marcas
de la tristeza, sino coronas de eterna victoria.
18 Allí secaría las lágrimas de sus rostros y estas
jamás volverían a humedecer sus ojos. Amparando a Adán y a Eva en sus pasos, el
Creador los condujo a través de un valle herido, hasta alcanzar el pie de una
colina. La subieron en lentos pasos, mientras intercambiaban palabras de ánimo
y esperanza. Sus pies alcanzaron finalmente el suave césped que cubría la cima
espaciosa de aquella colina. Era sobre aquel lugar que la pareja veía a cada
día el sol declinar, bañando el cielo y los valles de un rojo vivo, como la
sangre que había chorreado del pecho del cordero.
19 Volviéndose hacia el lado oriental, la pareja,
en una mezcla de dolor y nostalgia, contempló a lo lejos los paisajes que los
envolvieron en aquel pasado tan feliz. Al divisar el monte Sión, que majestuoso
se elevaba en medio del Edén, lloraron al acordarse de la caída. ¡Cuán débiles
habían sido! El sol declinaba en su jornada, anunciando la llegada de una
triste noche más — la primera fuera del paraíso.— En un calmado gesto, el
Eterno, mostrándoles el valle sobresaliente de la colina, les habló con cariño:
"Aquí será vuestra provisoria morada. Desde aquí podréis contemplar el
paraíso que por algún tiempo permanecerá en la Tierra, hasta ser recogido a su
lugar de origen, en el seno de la Jerusalén Celestial.
20 Allí, protegido por la justicia, aguardará el
amanecer de la victoria. Cuando ese gran día llegue, regresaremos juntos a
Sión, donde seremos coronados en gloria, en un reino de eterna felicidad y
paz". Después de decir estas palabras, Dios ordenó a la pareja que construyesen
en aquel lugar un altar de piedras, sobre el cual cada semana, en la noche que
antecede al sábado, deberían inmolar un cordero, en memoria de Su Sacrificio.
21 Como señal de Su presencia, y para la certeza de
que sus pecados serían perdonados, Él encendería un fuego sobre el altar, el
cual duraría toda la noche, hasta consumir por completo la ofrenda del
sacrificio. Para que el ser humano pudiese afirmar su fe sobre las verdades
reveladas, y no en la manifestación visible de la persona del Creador, Él
habría de permanecer invisible desde aquel momento en adelante. Solamente en
ocasiones especiales, cuando se hiciese necesario Su aparición o la de ángeles
para nuevas revelaciones y advertencias, esto ocurriría. Contemplando a Sus
hijos entristecidos en aquel momento en que serían dejados aparentemente solos.
22 El Eterno les dijo con amor: "Hijos, aunque
vosotros tengáis que permanecer en este ambiente hostil, no precisáis temer,
pues Yo permaneceré al lado de vosotros. Seré un compañero amigo en esta
jornada; llevaré sobre mis hombros vuestros dolores, vuestros anhelos, vuestras
luchas. Cuando, tentados por el enemigo, estuvieren a punto de ceder, podrán
encontrar abrigo en mis brazos, que siempre estarán extendidos para salvarlos
y, si algún día vosotros no resistiereis, y por la furia del enemigo fueseis
arrastrados hacia las profundidades del abismo, no os desesperéis creyendo no
tener esperanza, pues Yo estaré allí para acudirlos con mi perdón y fuerza.
23 Tengan siempre en mente el significado de las
vestiduras recibidas de mis manos, pues ellas hablan de la redención que al
hombre pertenece. Descansen hijos míos, en mis brazos de amor." Después de
consolar a la pareja con estas promesas, el Creador, viendo que estaban
soñolientos por el cansancio, los hizo reclinar en Su regazo y, como de
costumbre, los acarició dulcemente hasta adormecerlos. Al verlos olvidados en
su sueño, Dios lloró al prever el sufrimiento que experimentarían al despertar.
Con el corazón partido por el dolor causado por aquella separación física, el
Creador dejó a la pareja dormida sobre la hierba, después de besarles los
rostros ya marcados por el sufrimiento.
24 Su luz se disipo al tornarse invisible, dando
lugar a las tinieblas de aquella primera noche fuera del paraíso. En el
subconsciente de la pareja comenzaron a desfilar sueños coloridos de un pasado
feliz. Se encontraban una vez más en medio las bellezas del Edén, saciados por
una alegría eterna. Agradecidos por la vida, corrían por los campos floridos,
jugando con los animales. Con felicidad unían las voces a los ángeles en los
armoniosos cánticos en alabanza al Creador. Tantas escenas lindas desfilaban en
su subconsciente, pero esos sueños se tornaron pesadillas, haciéndoles revivir
su tragedia.
25 Agonizantes despertaron en medio de la oscuridad
de aquella primera noche en el exilio. No consiguiendo conciliar el sueño, la
pareja permaneció en llanto hasta ser consolados por el amanecer que les reveló
a lo lejos el nostálgico paraíso. Dios, aunque invisible, permanecía al lado de
Adán y Eva allí en la colina. El sufrimiento de ellos era Su sufrimiento, como
también la esperanza de que un día retornarían victoriosos a Sión. Ante la
mirada contemplativa del Creador, se revelaba el futuro sombrío de la
humanidad. Con pesar, veía incontables criaturas pereciendo sin salvación, por
rechazar Su amor. Lágrimas mojaron Su rostro, al prever al enemigo empleando
toda astucia a fin de retener a los seres humanos bajo su dominio.
26 Larga sería la noche del pecado, y reñida la
batalla por la reconquista del reino perdido. El triunfo de la luz requeriría
de parte de Dios un sacrificio inmenso. En la persona del Mesías, a su tiempo,
él nacería entre los hombres, con la misión de pagar el precio del rescate. Por
medio de Él muchos serían liberados de las garras del enemigo: todos aquéllos
que Lo aceptasen como Salvador y Rey. Contra ésos elegidos, el enemigo
arremetería todas las fuerzas procurando hacerlos caer. En su visión del
futuro, el Creador contempló con alegría el triunfo final de los redimidos.
27 Habían sido extremadamente probados, mas en todo
fueron más que vencedores por medio de Aquél que los redimió de las tinieblas
hacia el reino de la luz. Después de antever los sufrimientos que se derivarían de la gran lucha, el Eterno extendió la
mirada por las planicies cautivas, contemplando allí a las huestes rebeldes
dispuestas para la lucha. El objetivo de esos ejércitos, era apoderarse
nuevamente del ser humano, en el cual estaba sellado el derecho de dominio
sobre el Universo. Contrario a la naturaleza del Creador es la guerra, mas para
la defensa de Sus hijos, estaba dispuesto a utilizar Su poder.
28 Su fuerza, sin embargo, solamente sería
utilizada con justicia. Si el ser humano rechazase esa protección ofrecida
mediante el sacrificio del Mesías, Dios nada podría hacer para impedir que él
mismo pereciese en las garras del enemigo. Adán y Eva, sin embargo, se habían
arrepentido de su gran pecado, recibiendo por la misericordia de Dios
vestiduras de salvación, simbolizadas por las pieles del cordero sacrificado.
Justificado por la entrega de la pareja, el Eterno convocó a Sus poderosos
ejércitos para la pelea. En pronta obediencia las huestes de la luz irrumpieron
por el espacio sideral en dirección a la Tierra, circundando cual fuerte
muralla la colina, portadora de aquel tesoro redimido por la sangre del divino
Rey.
29 Al ser humano le fue conferido en el Edén el
deber de cuidar de la naturaleza: preparaban canteras para las flores;
cosechaban frutos para manutención; dirigían a los animales en su inocente
vivir, adiestrándolos para que les fuesen útiles. Esas ocupaciones habían sido
para ellos fuentes de desenvolvimiento y placer. Ahora, a pesar de las
adversidades, deberían continuar realizando ese deber. El trabajo en sí, realizado
según las órdenes del Creador, ya anularía muchos ataques del enemigo. Las
primeras ocupaciones de la pareja en aquella mañana, les trajo revelaciones del
gran amor de Dios, hasta entonces desconocidas.
30 Al reunir las piedras para la construcción del altar,
experimentaron el dolor de heridas que chorreaban sangre, como también la
fatiga que hacia emanar sudor. Sintiendo y contemplando todo en la propia
carne, amaron más al Salvador, para quién el altar construido prefiguraba
heridas mayores, que verterían toda Su sangre, como también fatigas que
minarían toda la salvia de Su vida. La mirada de nostalgia y de esperanza de la
pareja de ahora en adelante, jamás se posaría en el Edén distante, sin
discernir primero el altar de los sacrificios.
31 Ese altar, con sus manchas de sudor y sangre,
permanecería como una remembranza del dolor y del sufrimiento que, después de
humedecer los labios de los seres humanos, transbordaría en la copa del
Creador. Después de contemplar por largo tiempo el paraíso de la vida eterna
que se extendía mucho más allá de aquel altar oscuro de muerte, la pareja
experimentó el dulce alivio del descanso. Deseosos de conocer los paisajes de
su nuevo hogar, Adán y Eva, animados por la esperanza, salieron a pasear.
32 Sus pasos los conducían por caminos de sonrisas
y de lágrimas; de encantos y desilusiones; de flores que delicadas
desabotonaban, bañadas en perfume, y de flores despetaladas, tumbadas marchitas
y sin olor; de animales todavía dóciles y sumisos y de animales enemigos,
feroces y amenazadores. La pareja discernía en su paseo las divisas de dos
mundos: el de la luz y el de las tinieblas; del amor y del egoísmo; de la
esperanza y del desespero; de la armonía y de la desarmonía; de la vida y de la
muerte. Esa visión les llenó de tristeza y lloraron largamente. Esa tristeza
aumentaría todavía más en el futuro, cuando descubriesen la profundidad de esas
divisas en el seno de su descendencia.
33 Seis arreboles ya habían coloreado los cielos
anunciando a la pareja las noches oscuras y frías que con su manto de tinieblas
deshacían todas las imágenes vivas, menos la esperanza de volverlas a ver
coloridas en el amanecer de luz. Se acercaba ahora la hora del sacrificio,
cuando el rudo altar, abrasado en su justicia clamaría por sangre. Si no le
ofreciesen la ofrenda, explotaría con certeza, envolviendo todo el mundo con
sus llamas; Ya no habría entonces amanecer, ni esperanza de Edén a florecer.
34 ¡Cuán preciosa es la sangre! ¡Sangre es vida;
vida es luz! ¡Para un ser aquella noche se tornaría eterna, sin amanecer! Ese
ser debería asumir la culpa de todo el mundo, dando su sangre al rudo altar.
¿Quién se ofrecería? ¡¿Quién vertería la salvia de la vida, hasta ver el último
destello apagarse en su cielo?! Adán y Eva después de reflexionar por largo
tiempo, contemplando la cuna de la muerte construida por sus manos, se miraron
inquietos con esa pregunta decisiva: ¿Quién se ofrecerá? Esa indagación nacida
de su culpabilidad, hizo vibrar en lo profundo de sus remembranzas la voz del
bendito Creador en Su revelación de infinita bondad: — “Yo los amo con un eterno amor;
Yo moriré en vuestro lugar ". —
35 Agradecida, la pareja se postró reverentemente
ante el sediento altar, viéndolo por la fe, saciado por el don del eterno amor.
En aquella tarde del sexto día, Dios sometía al ser humano a una tremenda
prueba de fe. Ellos tenían delante de sí el altar de piedras, construido
conforme a la orden divina, mas no había ninguna oveja para el sacrificio. En
su anhelo, se acordaban del Edén, donde había muchos rebaños. Al ver el sol
caer en el horizonte, Adán y Eva comenzaron a clamar a Dios por socorro, pues
sabían que solamente un milagro podría providenciarles, en aquel último
momento, un cordero para el sacrificio.
36 A los ojos de los habitantes del
Universo, el gran milagro por el cual el ser humano clamaba, ya se procesaba a
casi una semana: Guiado por el Creador, un inmaculado cordero había dejado el
Edén y seguido los rastros de la pareja en su caminata hacia el exilio. En su
larga jornada, ese animalito tuvo que enfrentar muchos desafíos y peligros, mas
protegido y guiado por el Eterno proseguía en su misión. Cuando las sombras del
anochecer comenzaron a envolver la colina, la pareja que vivía tan dura prueba
de fe, discernió un puntito blanco que saltaba en el césped viniendo en
dirección a ellos. A medida en que se aproximaba, aquel bulto parecía hablar de
esperanza, de vida y calor.
37 Al ver que el gran milagro había acontecido,
corrieron al encuentro del cordero, envolviéndolo en los brazos. Él estaba
fatigado, mas no descansaría: daría descanso. Estaba sediento, mas no bebería:
daría de beber al altar que clamaba por sangre. Aquel cordero tenía voluntad de
vivir en los brazos del hombre, mas moriría, para que éste pudiese vivir en los
brazos de Dios. Era un perfecto simbolismo del Redentor que dejaría Su gloria,
viniendo en búsqueda del pecador. Las tinieblas de una noche prefigurativa más
bajaron lentamente envolviendo toda la naturaleza en su prisión.
38 Su fuerza, sin embargo, sería abatida delante
del ser humano, por el brillo de un fuego especial, encendido por las manos del
perdón divino sobre el cuerpo sin vida del inocente cordero. Todo estaba
preparado para el doloroso golpe: acto que apagaría de aquellos ojitos dulces
el último destello de vida, sumergiéndolos en la fría oscuridad de una eterna
noche: oscuridad que generaría luz; frío que generaría calor; muerte que
generaría vida — dones inmerecidos; — frutos del divino amor ofrecidos a las manos
pecadoras, prestas a herir. En medio de la silente noche el altar clama; el
hombre triste exclama, mientras el cordero, mudo, no reclama al ser extendido
para la muerte. Las manos que construyeron el altar se levantan ahora, no para
acariciar como antes, sino para herir, sangrando el precio del perdón.
39 Solo un gesto, nada más, y el destello se
apagará para siempre de los ojos inocentes, haciendo brillar en la faz culpable
la luz de la salvación. Adán, temblando duda en compasión. En el corderito
manso y sumiso, presto a morir en su lugar, ve al Salvador prometido. Con el
corazón arrepentido, en un esfuerzo doloroso, clava el cuchillo de piedra en el
pecho del animalito que perece en sus manos sin siquiera dar un gemido. El
poder de la noche inmediatamente es abatido por el brillo del fuego de la aceptación.
Su luz revela al ser humano su trágica condición: Viendo las manos manchadas
por la sangre inocente, la pareja se siente culpable por aquella muerte.
40 En llanto se arrodillan ante el altar que ya no
les reclama sangre, sino ofrece luz, aceptando el inmerecido perdón.
Levantándose, la pareja contempla demoradamente el cuerpo herido del pobre
corderito, sin poder agradecerle por la riqueza concedida a cambio de su tan
rudo golpe. Bañados por la suave luz del sacrificio, Adán y su compañera
permanecen silentes a meditar, hasta ser vencidos por un profundo sueño.
Recostándose en el suelo cubierto de hierva suave, adormecen dulcemente bajo
los cálidos rayos del perdón, seguros de que su brillo y calor perdurarían
hasta ser las tinieblas de aquel sábado desvanecidas completamente por el
fulgurante sol.
41 La luz del cordero, desde que fue encendida
sobre el altar en aquella noche, permanecía en constante guerra con las
tinieblas. En varias veces crecía en brillo ahuyentando a lo lejos la fría
oscuridad, bañando la naturaleza con sus rayos de vida. En veces, las tinieblas
trayendo su viento frío, casi arrancaban por completo la llama. Esta, sin
embargo, en un gran esfuerzo se alimentaba de la sangre del cordero, lanzando a
lo alto su ardiente llama, inundando de luz y calor todo aquello que había
alrededor.
42 El conflicto entre la luz nacida del sacrificio
y las tinieblas en aquella noche, descubría a los fieles del Universo muchas
lecciones importantes — verdades que ocuparían sus
mentes por toda la eternidad. — En aquella llama, ya fuere
ardiente en su brillo, ya fuere fustigada por los vientos de la noche, los
fieles veían una representación del conflicto milenario entre el bien y el mal;
conflicto que sin tregua se extendería hasta el amanecer eterno. El Eterno, en
prenda de Su futuro sacrificio, había encendido en medio de las tinieblas, la
luz de la verdad, y esa sería mantenida encendida en el corazón del ser humano,
en virtud de Su sangre que sería derramada para remisión de la culpa.
43 Contra esa luz, el enemigo arremetería todos los
vientos fríos de la maldad, desterrando del corazón de muchos su dulce brillo.
¡Cuántos yacerían perdidos por rechazar la luz del perdón divino, siendo
envueltos por las tinieblas de la oscura noche! Después de largas horas de
combate, surge en el cielo las señales del amanecer. La oscuridad que con ira
había lanzado sus vientos sobre la llama que no muere procurando desterrarla,
se torna confusa ante las señales del amanecer. El cielo teñido de un rojo
vivo, hace recordar la sangre que había brotado del pecho del cordero para que
la llama del perdón pudiese iluminar la noche humana.
44 En medio del colorido de sangre, surge en el
horizonte el fulgurante sol, trayendo en sus calientes rayos el sabor de la
victoria, envolviendo todo con su vida. El amanecer en su nostálgico afecto,
acaricia el distante paraíso, llevando de su amado seno en su brisa matinal el
aroma de la nostalgia, en un mensaje de consuelo y esperanza para las criaturas
sufridoras del valle de la muerte. Bañados por los cálidos rayos y por la brisa
de la esperanza, la pareja despierta en un sábado más, cuyo simbolismo apunta
hacia el descanso en el reino de Dios, al culminar el gran conflicto entre la
luz y las tinieblas.
45 Más allá de aquel altar cubierto de cenizas,
Adán y Eva contemplan demoradamente el nostálgico paraíso. Aunque distantes en
su exilio, se alegran con la certeza de que el sacrificio del Mesías hará rayar
para ellos el sábado de sábados: aquél de lágrimas para siempre desterradas; de
sol siempre a brillar en un límpido cielo; de corderos siempre vivos a jugar
por el césped; día sin anochecer, cuando no habrá más altar cubierto de sangre
y cenizas. Suspiran por ese día de gloria, cuando Dios Se hará eternamente
visible, llevando en las manos las marcas de Su infinito amor por Sus hijos.
46 Antes de la caída, el ser humano, así como todas
las huestes celestiales, aprendían a los pies del Creador que con paciencia les
enseñaba los tesoros de la sabiduría contenidos en el vasto compendio de la naturaleza.
Todo en el Universo, desde el diminuto átomo hasta el mayor de los mundos,
testificaba en su perfecta existencia del carácter del divino Rey. Muchas
enseñanzas, sin embargo, permanecieron ocultas en las páginas de
ese gran libro en el período que antecedió a la caída: Eran como las estrellas
que, ocultas durante el día, revelan su brillo al bajar las sombras de la
noche.
47 Teniendo la naturaleza cautiva, el enemigo, en
el intento de bloquear la revelación de la Eterna sabiduría, introdujo en ella
manchas de egoísmo, destrucción, infelicidad y muerte. No sabía que esas
manchas harían evidenciar en la faz de la creación la profundidad de la
justicia y amor de Dios, llevando a los fieles a amarlo y reverenciarlo aún
más. Para la pareja, así como para todos los hijos de la luz, la naturaleza
herida rompió su velo, revelando nuevos aspectos de la bondad del Creador
ocultos hasta entonces.
48 Adán y Eva que estaban acostumbrados a las
flores eternas en el paraíso, aquellas que no las vieron desabotonar, las veían
ahora surgir en tiernos botones, en medio de las amenazas de espinos prontos a
herirlas. Esas tiernas flores, sin importarse estar con los espinos, exhalaban
perfumes suaves de alabanza y gratitud, jamás cansándose de agradar el
ambiente. Cuando fustigadas por los fríos vientos de la noche, esas flores no
se resentían, sino que ofrecían su aroma, que transformaba la furia de los
vientos en brisas perfumadas de un amanecer.
49 Movidos por profunda gratitud, la pareja
acompañaba atentamente el ministerio de amor de aquellas flores que, jamás se
cansaban de bendecir, ofreciendo su belleza y perfume como alivio para aquellos
que eran heridos por los rudos espinos. Aquellas flores singulares y puras,
después de mostrar en su corta vida que el perdón y el amor son más fuertes que
todos los vientos y espinos, en un último esfuerzo de comunicar alegría,
exhalaban su perfume, cayendo marchitas y sin vida sobre el suelo frío. Allí,
olvidadas, se transformaban en insignificante polvo que era dispersado por el
viento.
50 La muerte de las flores, aunque pareciese
fracaso, reveló a la pareja el misterio del renacimiento de la vida: Muriendo,
las flores daban vida a los frutos que, a su vez, después de servir de
alimento, donaban sus semillas llenas de vida. En la muerte de esas semillas,
renacía el milagro de la vida, multiplicando los árboles con sus flores listas
a repetir la enseñanza del amor y del sacrificio. La naturaleza, por tanto,
incluso manchada por el pecado, revelaba el misterio oculto del plan de la redención.
Cada flor a desabotonar en medio de los espinos, en su corta vida de amor, era
un símbolo del Salvador que nacería entre los espinos de la maldad, para
consolar con su perfume el corazón de los afligidos.
51 Semejante a la flor, el Mesías después de probar
que el amor y el perdón son más fuertes que todos los vientos del odio; que la
verdad y la justicia del reino de Dios son mayores que todos los engaños e
injusticias del reino del enemigo, vertería la salvia de su vida, muriendo para
redimir a los culpables.
Capítulo 6
Adán y Eva dedicados al trabajo edificante. La
colina llegó a ser una miniatura del Edén. Protección y cuidados divinos.
Experiencias al obedecer el mandamiento sobre el sacrificio. La astuta trampa
del enemigo, mirar hacia los símbolos del sacrificio como portadores de perdón
y vida. Adán y Eva ofrecen sacrificios al Señor, el Eterno se les manifiesta
consolándolos y previniéndolos del peligro. Promesa del nacimiento de su
primogénito. Responsabilidades hacia su hijo. Nacimiento de Caín. El nacimiento
de Caín les recuerda la promesa del futuro nacimiento del Mesías. La niñez
rebelde de Caín. El enemigo se burla del sufrimiento de Dios y Sus fieles e
intenta hacer desistir a Dios de Su plan de redención. El Eterno afirma Su solemne
promesa. Adán y Eva hacen sacrificios y ruegan por su hijo, el Eterno se les
manifiesta. El Eterno se revela a Caín y le narra la historia de Lucifer y del
Sol. Promesa del nacimiento de Abel. Caín, al igual que Lucifer, es arrastrado
por su orgullo a una falsa ilusión. Dios procuraría todas las formas a fin de
salvar a Caín
1 Consolados por las revelaciones de la naturaleza,
Adán y su compañera, alumnos en la escuela del sufrimiento, aprendían cada día
a amar más al Salvador. Crecían en sabiduría, humildad y santidad. Todas las
virtudes destruidas por el pecado, renacían en el corazón. Con ánimo la pareja
se dedicaba al trabajo edificante: plantaban jardines que por el poder de Dios
se llenaban de perfumadas flores y deliciosos frutos. Su hogar en el exilio se
convertía en un refugio para los animales perseguidos de los valles. La colina,
bajo la protección de los ángeles de la luz, se convirtió en una miniatura del
Edén distante. Entre los animales reunidos y domados con amor, habían muchas
ovejas.
2 Adán y Eva no conseguían poner los ojos sobre
esos dóciles animales destinados al sacrificio, sin probar en lo profundo del
alma una mezcla de dolor y gratitud. En la noche que antecedía a cada sábado,
Adán tenía, por orden del Creador, el repetir el doloroso acto. ¡Cuánta
amargura y arrepentimiento sobrevenían a la pareja al descender las tinieblas
de la noche del sacrificio! ¡Cuánto consuelo les traía la llama del perdón que
jamás había dejado de brillar sobre el altar, en aquellas noches pre
figurativas! El decisivo valor del sacrificio, para que la vida pudiese
florecer bajo la protección divina, llevó a la pareja a valorizar inmensamente
a su pequeño rebaño.
3 Cada sexto día, no obstante, comenzó a traer consigo, más allá del
dolor, una inquietud: — ¿Quién donará su sangre al
altar cuando la última oveja perezca?— A los ojos de la pareja
maravillada, aconteció al fin el milagro del amor, renovándoles la esperanza de
vivir otras semanas bajo el brillo de la llama del perdón: una oveja, la más
gorda de ellas, comenzó a sangrar como en sacrificio; De su dolor, les nacieron
cuatro corderitos. Llenos de alegría y gratitud, Adán y Eva se postraron ante
el Salvador invisible, teniendo teniendo en las manos aquellas nuevas criaturitas
que traían en sus ojos la misma ternura y disposición para el sacrificio.
4 Seguros de que nuevos milagros multiplicarían sus
días, la pareja unió su voz como antes, en un cántico de gratitud y adoración
al Creador que, como los corderitos nacería también del dolor para cumplir en
su vida el mayor de todos los sacrificios, para la salvación de la humanidad.
El Eterno, aunque invisible a los ojos de Sus hijos humanos, permanecía muy
cerca, acompañado por un ejército de ángeles, en incansable ministerio de
cuidado y protección. La pareja estaba inconsciente de que la dulce calma y paz
reinantes en aquella colina, así como toda su prosperidad, eran frutos de tan
intensa lucha.
5 Si sus ojos fuesen abiertos hacia las escenas que
ocurrían invisibles, serían arrebatados de espanto; ¡Cuán terrible era el
enemigo y sus huestes en sus constantes investidas con el propósito de arruinar
al ser humano, arrebatándolo de las manos del Creador! Viendo que el empleo de
la fuerza no le redundaría en victoria, el enemigo en su astucia idealizó una
trampa con la cual pudiera enlazar a la pareja. Reuniendo a sus ejércitos, les
reveló sus planes diciendo: —“Al ser humano le fue ordenado sacrificar corderos,
como símbolos del Salvador venidero.
6 Los tentaremos a mirar hacia esos símbolos como
portadores de perdón y vida, haciéndolos poco a poco olvidar la realidad del
sacrificio prometido por Dios. Será un proceso lento, pero de una victoria
segura". — El Creador conociendo el
peligro de esa trampa, se entristeció, pues al mirar hacia el futuro, pudo ver
a tantos hijos Suyos siendo desviados del camino de la salvación. ¡Cuántos se
apegarían a los símbolos juzgando encontrar en ellos virtud! Dios en su amor y
cuidado, no los dejaría inconscientes del peligro que los amenazaba.
7 Sabía Él cuánto Adán y su compañera amaban a
aquellos corderos que, al morir sobre el altar, les ofrecían luz y calor.
Fácilmente podrían ser inducidos a verlos como fuentes de vida y luz,
comenzándolos a reverenciar. Muchas semanas ya habían pasado, trayendo consigo
las noches de dolor y sacrificio, seguidas por los días de esperanza y
nostalgia de Aquél Padre cariñoso, el cual después de hacerles promesas y secar
sus lágrimas, Se había tornado invisible delante de sus ojos. Cada día que
pasaba, traía a la pareja una nueva carga de nostalgia, haciéndolos indagar en
cada atardecer: —¿Cuándo besaremos nuevamente
Su faz? ¡¿Cuándo seremos envueltos por Sus brazos, caminando bajo la luz de Su
amor?! — ¡Cuánta nostalgia sentían de
aquellas noches edénicas, cuando adormecían en el suave regazo de su divino
Padre!
8 Una semana más de trabajo y lecciones aprendidas
estaba finalizando. El sol en su declinar anunciaba otra noche de
arrepentimiento y de sangre inocente a bañar el altar. La silente pareja estaba
lejos de imaginar que en esa noche, el doloroso golpe que siempre era seguido
por el fuego, les revelaría la faz bendita del Padre. Con las manos
estremecidas, Adán levantó al cordero que, mudo, no hizo ninguna resistencia al
ser colocado sobre el altar. Lágrimas rodaron en su rostro al pensar que un inocente
animal más se zambulliría en las odiadas tinieblas de la muerte, para generar
la luz con su sangre.
10 Sin encontrar palabras que expresen su inmensa
nostalgia, la pareja se lanza a Su pecho y llora amargamente. El divino Padre,
conmovido, también llora, mas procura consolar a sus hijos, con su dulce
sonrisa. Con emoción la pareja contempla la faz del Padre, envolviéndola con
besos y cariños. El amor de ellos por Él había sido intensificado por el
sufrimiento. Agradecidos y felices, caminan al lado del Creador, mostrándole
los jardines cargados de flores y frutos. Le cuentan de las lecciones
aprendidas junto a la naturaleza; Le muestran el rebaño domado por el afecto.
11 Iluminados por la suave luz del Eterno Padre, la
pareja se sienta a Sus pies como antes, para oír Sus enseñanzas. El Creador,
mirándolos con ternura, pasa a advertirlos del peligro. Orientándolos acerca de
los sacrificios de corderos, que eran importantes en el sentido de mantener
siempre en la mente la certeza de un Salvador venidero que, como los corderos,
sería sacrificado para redención de los pecadores. Los corderos, sin embargo,
no poseían en sí poder para perdonar las culpas, pues consistían apenas en
símbolos del Mesías Rey.
12 Después de ser ellos concientizados del peligro
de apegarse a los símbolos buscando encontrar en ellos la salvación, la pareja
recibió la incumbencia de transmitir esas orientaciones a sus descendientes.
Después de advertir al ser humano, el Creador colocó la mirada sobre las ovejas
que yacían dormidas junto a su cría, y exclamó: — ¡Cuán bellos son los
corderitos! — La pareja, en una mezcla de
felicidad y dolor agregó: — ¡Ellos cuando están despiertos saltan de placer,
olvidados de que al nacer y al morir causan tanto dolor!—
13 Después de contemplar a los corderitos, Dios
miró a la pareja con ternura, revelándoles algo que los sorprendió y
alegró: —Cuando de éstos corderos
treinta y seis hayan subido al altar, vuestros brazos envolverán al primer hijo
que, como ellos surgirá también del dolor. Ese hijo en su infancia les traerá
alegría saltando como los corderitos en vuestro hogar. Deberéis instruirlo con
dedicación en las leyes de la armonía, mostrándole el camino de la redención.
Como vosotros, él será libre para escoger el rumbo a seguir. Aceptando la
enseñanza, su vida será victoriosa; rechazándola, caminará hacia la derrota.
14 Adán y Eva oyeron con alegría la promesa divina,
pero al mismo tiempo experimentaron en lo profundo del ser un temor al
concientizarse de la responsabilidad que tendrían. Sabían que Satanás haría
todos los esfuerzos para llevar al niño prometido a la perdición. Era alta
noche cuando el Creador, después de acariciar a sus hijos, los dejó dormidos
sobre el suave césped. Después de la promesa, cada corderito llevado al altar
hacía latir más fuerte en el vientre materno la esperanza de la alegría que en
breve alcanzarían.
15 Treinta y seis finalmente descendieron a las
tinieblas cumpliendo el tiempo determinado por el Creador en que el primer niño
recibiría la luz. Con las manos todavía manchadas por la sangre del sacrificio,
Adán amparó a su esposa que, a los pies del altar se postró vencida por el
dolor que le trajo el primer hijo. El pequeño niño no traía en la cara la
alegría de la libertad, sino el llanto de su prisión; Ese llanto duraría la
noche entera, si no fuese por el brillo de aquella llama ardiente de esperanza
que, pronto atrajo la atención de sus ojitos atentos. Envolviéndolo con alegría,
Eva consolada de su sufrimiento, dijo: "Alcancé del Señor la
promesa". Le dio entonces el nombre de Caín.
16 Después de envolver al bebé con las pieles
suaves de un cordero, la pareja permaneció despierta a meditar. Muchos eran los
pensamientos que ocupaban sus mentes: pensamientos de alegría, de gratitud, de
esperanza y de anhelo por el sentido de la responsabilidad que ahora pesaba
sobre sus hombros. Acariciando con ternura al pequeño niño, la pareja maduró en
su experiencia, comprendiendo mejor el misterioso amor de Dios que, para salvar
a Sus hijos, Se dispuso a morir en lugar de ellos.
17 Adán y Eva no estaban solos en sus reflexiones:
todos los seres inteligentes del Universo consideraban con interés el futuro de
aquél indefenso bebé que en el interior poseía un reino de dimensiones
infinitas, al ser disputado por los dos poderes en lucha. ¡¿Quién sería el
Señor de su vida?! ¡¿Caminarían sus pies por el camino ascendente que lleva a
la vida, o la ruta descendente que termina en el abismo de una muerte eterna?!
Viendo al niño esbozar su primera sonrisa, la pareja súbitamente se acordó de
la promesa del Creador que era confirmada en cada sacrificio: Él nacería de la
mujer como niño, con la misión de redimir a la humanidad.
18 ¿No sería Caín ya el cumplimiento de la promesa?
¡El infante con sus ojitos brillantes de alegría se parecía tanto a los
corderitos que nacían y crecían con la misión de ser sacrificados! Considerando
así, la pareja apretando al hijo junto al pecho comenzó a llorar sin consuelo. ¡Cuán
terrible, sería ofrecer a su hijo inocente al rudo altar! Para la pareja
compungida por el dolor, apareció al fin el sol brillante haciendo revivir con
sus cálidos rayos las promesas que señalaban hacia un Salvador que, todavía en
el futuro, nacería también del dolor para cumplir el eterno plan de redención.
19 Bendecido por el Creador y envuelto por el amor
y cuidado de los padres, el niño se desarrollaba en su naturaleza física y
mental, tornándose cada día en el objetivo mayor de una incansable batalla
entre las huestes espirituales. Adán y Eva, ansiosos por hacerlo comprender las
verdades de la salvación, lo tomaban en los brazos en cada amanecer y, al borde
del altar le señalaban el Edén distante, contando aquellas historias de emoción
las cuales el pequeño Caín todavía no conseguía comprender.
20 Cuál fue la alegría de aquellos padres, al verlo
en una mañana de sol, señalar con su manita hacia el hogar de la nostalgia,
pronunciando el nombre sagrado del Creador. Emocionados lo tomaron en los
brazos, pidiéndole que repitiera ese sublime nombre que, cual llave de
felicidad, siempre les descubría un paraíso de eterno amor. Todas las huestes
de la luz se inclinaron con alegría al oír al pequeño niño pronunciar el nombre
del divino Rey.
21 Las semanas se iban pasando trayendo consigo
nuevas víctimas hacia el altar, y el pequeño Caín, blanco de la atención y
cuidado de Dios, de las huestes de la luz y de aquellos amorosos padres
incansables en la misión de instruirlo, agrupando sus pocas palabras, siempre curiosas
con todo comenzó a interrogar. El día declinaba cuando el muchacho, que yacía
en el regazo de su madre, le preguntó: —Madre, ¿Por qué el sol siempre
se va así, dejando a la gente en el frío de la oscuridad?—"Eva, sorprendida contempló a su hijo, sin
encontrar palabras para contestarle la pregunta que le trajo el recuerdo del
pasado de felicidad destruido por su culpa.
22 Después de un momento de silencio, besando la
cara del pequeño Caín, le dijo: —“Hijo, un día el sol vendrá
para quedarse, trayendo en sus rayos un mundo solamente de armonía; ya no
habrán animalitos para combatir, ni corderitos para morir sobre el altar"— El pequeño Caín deseando ver
rayar pronto ese día, dijo a su madre: —“Madre, mañana el sol nacerá en
el paraíso; ¡Pide para que él se quede! Así podré jugar, jugar, y nunca más
dormir". — Ansioso en ver rayar el día
que no tendría fin, el pequeñito Caín solamente se durmió hasta después de
hacer a su madre prometer que pediría al sol permanecer.
23 Un nuevo día de sol radiante a caminar por el
cielo surgió para Caín, trayendo en sus rayos alegría y calor. Mientras jugaba
en el jardín, sus ojitos curiosos se volteaban muchas veces hacia el sol que
parecía acariciarlo con una sonrisa de esperanza. Viéndolo, sin embargo,
caminar en dirección del occidente, el pequeño corrió hacia su madre,
preguntándole: —“Madre, ¿Él prometió
quedarse?"—Eva, tomándolo en los brazos,
le sonrió procurando hacerlo comprender con palabras simples, mientras le señalaba el distante paraíso, la historia de la redención.
24 El sol vendría un día para quedarse. Caín,
insatisfecho con las palabras de la madre, demostró no tener paciencia para
esperar ese día que yacía en un futuro distante. Repetía en llanto: —"¡Yo quiero el sol ahora, mañana no!"— Eva, pacientemente, procuró
calmar a su hijo, hablando sobre la luz de Dios, que puede convertir la noche
en día. Él lo amaba y podría henchir su corazoncito de brillo, de alegría y
paciencia. Podría así, esperar feliz el día de sus sueños. Balanceando la
cabecita en rechazo al consuelo de la madre, Caín pronunció entre
sollozos: —"Yo quiero al sol porque
yo puedo verlo, al Eterno no".—
25 Como una flecha dolorosa las palabras de
rebeldía de Caín penetraron en el corazón de Eva, haciéndola llorar
amargamente. Los fieles en todo el Universo se unieron a ese llanto. Una
tristeza infinita se cernía sobre el corazón del Creador rechazado. Se esbozaba
en los gestos de Caín los primeros pasos por el camino descendente de la
rebeldía. ¡Cuántos lo seguirían rumbo a la muerte! Inconsciente de la tristeza
que se había abatido sobre el reino de la luz, Adán, al ver el sol declinar en
el horizonte, dejó su trabajo en el campo dirigiéndose hacia la casa.
26 Tenía un cántico en el corazón al caminar hacia
un encuentro más con los suyos. Al acercarse al altar, vio junto a él a su
compañera postrada en llanto. El pequeño Caín yacía allí también llorando.
Tomándolo en los brazos, Adán le preguntó con ansiedad: —"¿Qué sucedió hijo mío?"— Caín tristemente
respondió: —"Mamá dejó ir al sol
todavía"— amparando al hijo con su brazo
izquierdo, Adán puso su mano derecha sobre el hombro de Eva, más no encontró
palabras para consolarla. La frase dicha por su hijito, pareció rasgarle el
corazón, haciéndolo revivir la caída. Después de re-flexionar, Adán sintiéndose
culpable respondió a Caín: —"Fue papá quien dejó ir
al sol todavía hijo mío". —
27 Con sollozos de gran tristeza, Adán se unió a
ellos en llanto. El recuerdo del Salvador, sin embargo, lo consoló. Secando sus
lágrimas y las de su hijito, le dijo con ternura: —"Podemos alegrarnos hijito, pues Dios prometió
hacer el sol para siempre brillar en el cielo; él será como el fuego que
aparece en el altar, expulsando a las tinieblas de la noche"—. Con los ojitos vueltos hacia el último claro del
arrebol, Caín permaneció sin consuelo. En aquél atardecer, no hubo como de
costumbre una alegre cena. La pequeña familia, entristecida, permaneció silente
a meditar por largas horas, hasta que soñolientos durmieron bajo la luz de las
estrellas.
28 El enemigo y sus huestes, en sarcasmo de maldad
se burlaban en aquella noche del sufrimiento de Dios y Sus fieles. Repitiendo
las palabras de rebeldía del pequeño Caín, se jactaba como vencedor. En un
desafío al Creador pronunció: — ¡Mira como este mi pequeño
esclavo te rechaza! Lo mismo se dará con todos aquellos que han de nacer. Estoy
seguro que el derecho del dominio jamás saldrá de mis manos. — Todas las huestes rebeldes repitieron en eco las
afrentas del engañador, humillando a los súbditos de la luz que sufrían del lado
del Eterno. Con sus afrentas, el enemigo procuraba hacer a Dios desistir de Su
plan de redención. Si eso sucediese, su reino de tinieblas se extendería por
toda la eternidad, suplantando el dominio de la luz.
29 En respuesta al desafío del enemigo, el Eterno
solemnemente afirmó: —Aunque todos me rechazaren, Yo
cumpliré la promesa. — El Creador no soportaba el
pensamiento de ver al pequeño Caín caminar hacia la perdición. Por él
intercedía cada día, ofreciendo ante la justicia Su sangre que vertería. Ángeles
poderosos lo guardaban en cada momento, espantando las tinieblas espirituales
que lo acechaban procurando volverlo insensible a los beneficios de la
salvación, que eran ilustrados por los símbolos. Adán y Eva en su incansable
ministerio de amor, todos los días enseñaban a Caín las lecciones espirituales
ilustradas en la naturaleza.
30 En cada sábado procuraban afirmar en su mente
juvenil la esperanza de una vida eterna, que sería fruto del sacrificio del
Salvador. Él después de vivir una vida sin pecado, moriría como un cordero,
para poder expulsar para siempre las tinieblas. Caín se conmovía a veces con
las enseñanzas, mas casi siempre cuestionaba vacilante. Rebeldemente
preguntaba: — ¡¿Por qué Samael se fue a
rebelar?! —Cierta noche, rehusando oír
los consejos de sus padres, los acusó de todo el mal diciendo: —"Si ahora no tenemos un sol a brillar, es por
culpa de vosotros." —
31 La contemplación del Edén distante bañado en sol
hizo nacer en el corazón juvenil de Caín pensamientos de aventura. Él comenzó a
pensar: "Este paraíso no está tan lejos como afirman papá y mamá. ¡¿Por
qué esperar y sufrir tanto tiempo?! ¡Él es tan bello! ¡Es de él que surge todos
los días el sol! Si lo conquistáramos, será fácil detener la luz en su fuente;
Así viviremos en un paraíso de eterno sol. Las ideas de aventura de Caín,
llenaron el corazón de Adán y Eva de tristeza. Vieron que su interés era
solamente por el tiempo presente; él soñaba con un paraíso de felicidad y luz
conquistado por su fuerza.
32 En sus planes, no sentía la necesidad de un
Salvador; — ¿Para qué, si era tan joven,
inteligente, lleno de vida y de ideales?— así decía. Los días de luchas, intercesiones y
sacrificios por el destino de Caín se fueron pasando. Oportunidades preciosas
para apegarse al Salvador surgían cada día delante de él, mas todas las
rechazaba, una por una. En su incredulidad llegó a dudar de la existencia de
ese Dios, el cuál jamás había visto. A los padres que, afligidos pero siempre
con paciencia, procuraban librarlo de la perdición hacia la cual estaba
caminando, prometió un día, después de sonreír con aire de incredulidad, creer
en el Creador y en Su plan de salvación, si se diera el caso de que Él se
volviese visible en la hora del sacrificio.
33 Con ardiente fe, aquellos padres comenzaron a
clamar al Eterno. Su presencia visible podría, quién sabe, salvar a aquél hijo
amado que cada día se volvía más rebelde. El Creador oyó el clamor de los
padres afligidos. Aunque sabía que su aparición difícilmente quebraría en el
corazón del joven Caín su espíritu rebelde, estaba dispuesto a satisfacer la
petición. Extendería los brazos amigos a Caín, procurando con amor conquistarle
el corazón.
34 Como conocía sus anhelos y sueños de aventura,
fácilmente Él podría identificarse con él, cautivándolo, pues Él también era
Alguien que siempre había cargado en el pecho sueños de aventura; ¡¿No había
sido la creación del Universo una gran aventura?! ¡¿No había sido Su sueño
verlo incrustado de soles fulgurantes, iluminando billones de mundos con su
brillo?! ¡¿No era también el mayor de los Suyos atravesar el valle de la
muerte, en la búsqueda de la conquista del Edén distante, uniendo para siempre
el sol en su cielo?! ¡Tenían muchas cosas en común! Caín estaba curioso en
aquel día sexto.
36 Con la mano levantada, Adán se preparaba para el
golpe que podría, quién sabe, romper en el corazón de Caín su incredulidad,
haciendo nacer en un solo momento la creencia en la salvación. De sus labios se
escapa entonces la plegaria de la fe: — Padre Eterno, oye mi petición; ¡Mi hijo precisa de
Ti! ¡¡Solamente una mirada Tuya podrá conquistarlo. Ven Señor!! — Esta oración sincera cayó en
los oídos de aquél hijo conmoviéndolo. Solamente la plegaria ya sería
suficiente para convencerlo de la existencia real de un Salvador.
37 Mientras seca las lágrimas de la emoción, Caín
se estremece al oír el ruido del golpe de la muerte. Todo era solemne en aquel
momento; ¡¿Vendría el Creador del mundo en respuesta a la oración de amor?!
¡¿Cómo lo encararía en su incredulidad?! Un fuerte brillo envolvió pronto toda
la colina bañando también el valle oriental. Los ojos bien abiertos de Caín se
posaron entonces en los ojos amables del Creador, que traía en la faz un brillo
superior al del sol, mas no ofuscante.
38 Contemplándolo con admiración, Caín exclamó: — ¡Él es joven como yo, y se
parece al Sol!—Adán y Eva, conmovidos por la
gran nostalgia tenían deseos de saltar al pecho del Salvador y besarlo, pero
dejaron que Él se encontrase primero con Caín. Con alegría, vieron al precioso
hijo envuelto en los brazos del gran amigo, que era parecido a su astro.
Después del largo abrazo, Dios abrazó y besó también a la querida pareja,
compañeros en el sufrimiento. Con alegría, salieron a pasear por los jardines
de la colina.
39 Al centro iba el Creador y Caín, y a los lados
Adán y su compañera. ¡Cuánta felicidad experimentaban en esos pasos! Estaban
completos. Caín, conquistado por el afecto del Padre Eterno, Le mostró sus
animales de estimación y su pequeño jardín cargado de lindas flores. ¡Como
estaba encantado de verlos coloridos en aquella noche deshecha por el brillo
del Creador, como bajo la luz del día! Parecía hasta como si el mismo Sol
hubiese bajado a ellos. Al pensar en el Sol, Caín como lo amaba mucho, comenzó
a hablar sobre él diciendo: — ¡Como él es bello y bueno!
Cuando él se va no obstante, deja en sus lágrimas de sangre un sentimiento de
tristeza y temor.
40 Todo desaparece en su ausencia: los animales, el
jardín; ¡hasta los pajarillos silencian sus cantos!... Pero basta a él decir
que va a aparecer y, todo se llena de encanto; La naturaleza se despierta de su
mansedumbre, pareciendo todavía temer a las tinieblas, mas cuando las ve huir,
permanece alerta y canta; ¡Los animales, los pajarillos, el jardín,... todo
vuelve a un feliz vivir! ¡¡¡Mas, esta felicidad siempre acaba!!! —
41 Después de hablar estas palabras, Caín mirando
al Creador indagó curioso: —Papá siempre dice que fuiste
tú quien creó al Sol. ¿Es verdad?— Con una sonrisa de sinceridad Dios le contestó que
sí. —¿Cuando tú le hiciste en el
principio, con-tinuó Caín, él ya huía hacia el poniente?— —Él nunca huye,respondió el Eterno, es el mundo
quien huye de él. ¡Él esta triste con esa ingratitud!— — ¿Pero cómo?— Preguntó Caín, contemplando
curioso Su faz de luz. Con palabras cariñosas, Dios comenzó a contarle la
historia de Lucifer que, en su ingratitud desterró de sus ojos y de los ojos de
una multiplicidad de criaturas, el brillo de Su faz —el Sol Verdadero. —
42 Después de actuar así, engañó a muchos diciendo
que el Sol era quien huía de ellos. Con su astucia, continuó el Creador, el ángel rebelde procuró arrastrar al ser humano
hacia las tinieblas, y lo consiguió. El Sol en aquel día, lloró tantas lágrimas
de sangre, que bañó todo el cielo. En su último suspiro de luz, sin embargo, él
le prometió al mundo ya arrebatado por las tinieblas, volver un día a brillar
para siempre, llenando todo su seno de vida.
43 Después de decirle estas palabras, el Eterno
mirando a aquel joven, con expresión de tristeza en los ojos concluyó
diciendo: —Hoy, el ángel rebelde promete
a sus seguidores que irá con su fuerza a detener el sol, pero él jamás
conseguirá realizar ese plan, pues no posee el lazo que podría detenerlo: el
amor. — Cabizbajo, Caín oyó de los
labios del Creador esa historia de promesas, la cual ya se había cansado de oír
de sus padres. Esa historia no le daba placer, pues mostraba una noche larga de
sacrificios sobre el altar, y de un Salvador a perecer en dolor.
44 En realidad, Caín no veía razones para todo eso.
¡¿Porqué no desterrar lejos el sufrimiento coloreando las tinieblas de luz?! En
un esfuerzo de conquistarlo, el Eterno con mucho amor miró a aquél joven
insatisfecho, y le dijo que, solamente la sangre de Su sacrificio podría hacer
al Sol brillar para siempre, en un reino de eterna felicidad y paz. No había
otro camino para esa conquista. Por ello, debería ser paciente, descansando
bajo Su cuidado.
45 Después de conversar por largo tiempo con Caín,
en la tentativa de hacerlo reconocer su necesidad de salvación, Yahwéh
volteándose hacia la pareja, comenzó a consolarlos con la promesa del
nacimiento de otro hijo. Treinta y seis sacrificios más serían contados, y sus
brazos envolverían al segundo hijo. Nacería también del dolor, mas traería en
los ojos el brillo y el consuelo de la salvación. Su testimonio de fidelidad
sería perpetuado por todas las generaciones, en el símbolo de un altar cubierto
de sangre. Las semanas se iban pasando, trayendo a la pareja nuevas de alegrías
y tristezas: de un corazón lleno de vida a latir en el vientre de Eva, y de un
vacío con olor de muerte a crecer en el corazón del joven Caín.
46 Aunque él se había deslumbrado ante la
manifestación de Dios, esa aparición en nada le cambió su manera arrogante de
pensar sobre el sentido de la vida. Él no veía sentido en los sacrificios
ofrecidos en el altar. En los días que siguieron a su encuentro con el Creador,
él argumentaba con sus padres diciendo: —Si yo fuese poderoso como el
Eterno, yo jamás me sometería al sacrificio para reconquistar el reino perdido.
Él es fuerte, y brilla como el sol. Él podría con una sola palabra expulsar
todas las tinieblas, devolviéndonos el paraíso.
47 ¡¿Para qué tanto sufrimiento?! — Con ese argumento, Caín se
suponía más sabio que el Creador. Quién sabe si, en un próximo encuentro
tendría oportunidad de aconsejarlo. De esa forma, el joven Caín se sumergía
cada vez más en el abismo del orgullo y del egoísmo —lugar de ilusiones hacia donde se dirigía, — pensando estar caminando hacia la victoria. ¡¿No había sido Lucifer junto con un tercio de las
huestes celestiales atraídos por esa misma ilusión?! El Dios bondadoso,
todavía, no sellaría el destino de Caín sin antes procurar de todas las formas
salvarlo de la ruina eterna.
48 Esa gracia inmerecida, fruto del divino amor,
sería concedida a todo el ser humano que viniese a nacer en éste mundo.
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